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Ladran los perros, la caravana pasa

Es de cajón que para despachar al Bayern habrá que echarle sangre, sudor y perendengues. Es obvio que, a la postre, un gol es sólo un gol y que el golazo de Saúl, una obra maestra, tiene más de acicate que de rejón de muerte. Es cierto que en Múnich tocarán a degüello y que los lansquenetes bávaros son casi inaccesibles maniobrando en su terreno. Pero si la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero, hay verdades que duelen (y, sobre todo, huelen) si quienes las vocean son los heraldos del rencor y los campeadores de la prepotencia. La jauría merengue ha vuelto a hincarle el diente a las expectativas del Atleti y a meter a barato sus logros y su juego.

Vuelve la burra al trigo y los inquisidores burriciegos vuelven a repartir cizaña y a formular agüeros. El misérrimo empate ante los citizens es, a lo que parece, un episodio épico que abre de par en par las puertas de la Undécima. Pero la noche -¡jo, qué noche!- que dejó a Europa en vela e hizo del Calderón el santuario de los sueños, no fue sino un ensalmo, un espejismo, una quimera. Mucho ruido -sentencian- y poquísimas nueces en vísperas de un martes que, a lo peor, es trece. Tras veinticuatro horas de mutis por el foro (por los innumerables foros en los que se recuece la soberbia) estamos donde estábamos: entre un alud de bilis y un vendaval de mala leche que pretende advertirnos de lo que ya sabemos.

Don Antonio Fortuny, que amerita este blog con su escritura y su criterio, ha sustanciado el desafío sin alharacas ni tembleques. Si los de Simeone (o sea, si los nuestros) quieren salir con vida del penúltimo duelo estarán obligados a defender a muerte y a marcar las distancias marcando a cualquier precio. A lo Saúl o a lo canchero. El caso es que no hay nadie en la parroquia atlética que necesite que le expliquen en qué consiste el sufrimiento. Ladran los perros, la caravana pasa. Consienta el cielo que nos veamos en Milán y ajustaremos cuentas.

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