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Atlética Legión

¿Es el fútbol un juego de once contra menos?

Después de haber pasado del cero a cero al infinito en los compases iniciales del maratón liguero, el Atleti llega al Camp Nou con suficientes argumentos como para llevarse el gato al agua, embotar el magín del Trío Calaveras y no dar más bolilla a la tropa merengue. El cuajo que demostró ante el PSV, el vendaval de inspiración con que echó a pique al Celta y la implacable sencillez, casi ofensiva a veces, con que dejó al Sporting a culo pajarero permiten abordar con optimismo el duelo en la alta sierra de las cuentas pendientes.

El Cholo se ha cobrado, en cuatro años y medio, la imperdonable deuda que el vecino de enfrente había acumulado a lo largo de décadas. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que el Bernabéu buscaba rival digno para derbi decente? Dejando a un lado, ay, dos finales de Champions ¿quién encabeza el ranking de las peleas cuerpo a cuerpo? Muy otro -y muy adverso- es el balance de las disputas contra el Barça, especialmente en su terreno. Cabría pensar que Diego Pablo Simeone, diplomado de ardides, maestro de estrategas, ha dado con la tecla que descabala al Real Madrid y asusta al miedo escénico mientras que al Barcelona, que al cabo es més que un club, no alcanza a descifrarlo ni a encontrarle las vueltas.

No es fácil, por supuesto, desactivar a Messi; es muy difícil que Neymar no mienta a pierna suelta y es misión imposible, visto lo visto últimamente, conseguir que Luis Suárez se vaya de vacío a no ser -ahí le duele- que Godín, su paisano y su némesis, le coja del bracete y le racione hasta el aliento. El desafío es peliagudo, dicho queda, pero aún está por ver quién sale trasquilado y a cuánto se corta el pelo. Igualados a puntos y, si me apuran, a tropiezo, el bloque rojiblanco supera en prestaciones al tótem del procés y a su estelar despliegue. O sea, que el Atleti recala en el Camp Nou con suficientes argumentos (entre Griezmann y Oblak cabe un inmenso etcétera) como para llevarse el gato al agua y desfacer algunos tuertos.

La cosa es que el trencilla no desvirtúe la velada y por dejarnos a dos velas nos dé gato por liebre. Hay noches -decisivas- en el templo culé en las que el fútbol es un juego de once contra menos.

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