Enigmas y problemas
El enigma es por qué los sicarios merengues condecoran con bilis a un rival que desprecian. ¿Será por mezquindad, por soberbia, por miedo?
La diferencia entre un enigma y un problema es que cualquier problema ha de poderse resolver y, por contra, hay enigmas que no tienen respuesta. El rocambolesco empate que cosechó ante el Alavés en el debut liguero encaja admirablemente con el halo enigmático que rodea al Atleti. Después de haber botado veinte saques de esquina y de tirar a gol infinidad de veces, marcamos (de penalti) con el tiempo cumplido y nos marcaron (de milagro) en el desfiladero del descuento. Se esfumaron dos puntos que a lo peor un día echaremos de menos, pero el equipo que el Cholo puso en suerte en el Vicente Calderón -en ese estadio condenado a convertirse en un recuerdo- demostró holgadamente que, si no encalla en un enigma indescifrable, está capacitado para descerrajar cualquier problema.
Y ahora mismo el problema -el descomunal problema que tiene en vilo a la jauría de los perros de prensa- no es haber vuelto a firmar tablas en la puesta de largo del entrañable Lega, sino el que haya bastado con tropezar un par de veces para que cunda, si no el pánico, al menos el tembleque. Es obvio que la orquesta de Diego Pablo Simeone todavía está lejos de sonar como aquella que, apenas anteayer, dejó patidifusa a la élite europea. Pero también es cierto que el runrún carroñero que generan los medios es, en esencia, idéntico al que sufrimos hace un año por estas mismas fechas a cuenta de que el míster no daba con la tecla. Se trata, por lo tanto, de aguantar el tirón, de no pecar de incrédulos y de no dar bolilla al pregonero ni a los nervios.
Tiempo habrá de echar cuentas sobre la force de frappe de un Griezmann desbocado y un Gameiro tenso. De integrar a Gaitán en el esquema y conseguir que sus virtudes potencien las del resto. De lograr, en resumen, ser más fuertes que nunca y tan determinados como siempre. Llegados a ese punto, Simeone y los suyos, Simeone y los nuestros, habrán mandado al limbo el dichoso problema. ¿Y el enigma? El enigma es por qué los sicarios merengues condecoran con bilis a un rival que desprecian. ¿Será por mezquindad, por soberbia, por miedo? Como de todo hay, llámenlo equis.