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El Atleti contra el Atleti

Hansel Man y Gar Ebb ("mes semblables, mes frères!") se asomaron anoche a esta humilde estafeta para expresar el chasco de la parroquia atlética tras el tremendo fiasco de las tablas flamencas y no hay nada que, en frío, disculpe o atenúe la decepción que ambos plasmaron en caliente. Un servidor, por tanto, suscribe el diagnóstico, comparte su criterio, se conduele con ellos y hace votos, también, para que lo que sucedió en Eindhoven en el Vicente Calderón tenga cumplida réplica. Será así, por supuesto. El Atleti estará los choques de cuartos de final incomodando a las leyendas y el revoltoso PSV, aún con De Jong al frente, habrá de cavar su tumba con el mismo entusiasmo que el miércoles trincheras.

Pero la sola fide –la fe determinante, irreducible, casi herética, de una afición forjada en el rigor de la intemperie– no conjura del todo a los demonios familiares, no exorciza la acedia, no abole el desaliento. En el Philips Stadion el rival del Atleti, desde el minuto uno, fue el Atleti. Un Atleti que, a veces, es incapaz de desmarcarse de esa pulsión agónica que emboza la estrategia y transforma el empuje en atropello.

La endiablada alquimia que el Cholo Simeone aspira a consumar en el matraz del césped exige que el equipo se revele como una encrucijada entre la inspiración y el método, entre la espuma y el acero. Hay ocasiones, sin embargo, en que las excelencias de la industria no alcanzan a suplir los desfallecimientos del ingenio y toca apechugar con el rigor del refranero: allí donde no hay harina anotadora, todo es mohína, reconcomio y recelo.

Decíamos ayer que aquel tedioso empate a nada con el Villarreal era una anécdota; decíamos también que la épica del derbi no iba más allá del chirle cotorreo y decíamos, ¡ay!, que lo único importante era rendir Eindhoven con el aplomo de un Spínola zanjando la rendición de Breda. Entonces, ¿ahora qué? Quítenle a la pregunta el sambenito agónico, alívienla del lastre de la ansiedad y de la urgencia y ahí tienen la respuesta.

¡Sursum corda, señores! Que Dios reparta suerte, que el del pito, mañana, no quiera suplantar a la divina providencia y que el Atleti no se obstine en vencer al Atleti.

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