"Como el toro me crezco en el castigo", clama un Miguel Hernández que, de mozo, compaginaba el fútbol con los versos. Y pese a que no hay constancia -al menos que uno sepa- de que el extremo diestro de La repartidora de Orihuela, trasplantado a Madrid rompiese a colchonero, es innegable que en ese endecasílabo se sustancia el espíritu de la fraternidad atlética. Hay que hacer, por lo tanto, de tripas corazón, del desánimo yesca, del dolor espoleta. Frente a los que especulan con que en Milán se cumplió un ciclo y que la pesadilla arranca donde concluye el sueño, un servidor de ustedes barrunta que es ahora, precisamente ahora, cuando empieza lo bueno. En apenas un lustro, el Cholo Simeone ha dejado en ridículo a los trabajos de Hércules. Ha ensamblado un equipo pieza a pieza, ha conjuntado el músculo y el genio, ha conseguido que una cooperativa del esfuerzo trate de tú a tú a las multinacionales del dinero. Suyo es también el mérito de revitalizar al club, de revalorizar la empresa, de redimir a la afición del lastre del pretérito, de esa mochila melancólica que ya era casi un santo y seña. Garantizado su concurso, cabe envidar el resto.
Cualquiera de los amigos que honran este blog tiene más credenciales que un servidor de ustedes en lo tocante a dirimir cuáles son los refuerzos que habría que allegar si la chequera alcanza y el mister los contempla. De ahí que, con la venia, satisfaga mi deuda revisitando el infiernillo de Milán en compañía de mi Virgilio balompédico. Sin dar cuartel al morbo gálico, sin jeremiadas compasivas, sin ditirambos de recuelo, Bruno Roger-Petit despachaba así el pleito: "En San Siro, Zidane, un rentista del futbol, se impuso a Simeone, un arquitecto. El francés demostró conquistando la undécima que tiene una virtud que suple sus carencias: suerte, baraka, estrella. El argentino, por su parte, puso de manifiesto que las grandes historias son las que escribe la pasión y no los privilegios. Y si la usura del destino le arrebató la gloria en la línea de meta, nadie puede quitarle lo que ha ganado en el trayecto. La solidaridad, el sacrificio, la determinación, la entrega… Los argumentos que el Cholo y sus pupilos despliegan sobre el césped han seducido a Europa y han puesto en entredicho la hegemonía de la élite".
"Como el toro me crezco ante el castigo". Sigamos, pues, creyendo para continuar creciendo. Lo que permanece, lo fundan los poetas.