Esta semana Roman Abramovich ha explicado que se aparta de la gestión diaria del Chelsea, el club que compró en 2003, y cede las responsabilidades a la fundación del club. Una jugada para evitar que las sanciones que pueda recibir por ser un fiel aliado de Putin afecten al equipo del oeste de Londres. Abramovich, que del 2018 al 2020 no pudo entrar en Reino Unido porque le denegaron la visa por sus negocios en Rusia, hace tiempo que no se deja ver por la capital británica, donde tiene una mansión.
Abramovich, acorralado por las sanciones impuestas a Rusia, presiona a Putin para que solucione una situación que se le ha ido de las manos. El dueño del Chelsea, incluso, juega un papel clave en las conversaciones que representantes de Ucrania y Rusia mantienen en Bielorrusia. A petición de Ucrania, el oligarca, que tiene una estrecha relación con Putin, lleva varios días implicado como mediador en unas negociaciones para las que no hay, desgraciadamente, expectativas de éxito.
El propio portavoz de Abramovich confirmó la participación de Roman: "Puedo confirmar que Roman Abramovich fue contactado por la parte ucraniana en busca de apoyo para lograr una resolución pacífica y que ha estado tratando de ayudar desde entonces . Considerando lo que está en juego, pediríamos que se comprenda por qué no hemos comentado ni la situación como tal ni su participación".