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Sahib Abbas, el futbolista que salvó la vida en la Irak de Sadam Husein gracias a sus goles

Fue encarcelado, torturado, y sentenciado a muerte…pero le necesitaban para marcar goles. Aquello salvó su vida.

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Sahib Abbas está considerado uno de los mejores futbolistas iraquís de todos los tiempos. Un depredador del área. Ostenta el récord de goles marcados en la máxima categoría del país, con un total de 177. Sin embargo, su vida estuvo a punto de terminarse muy pronto, víctima de la represión del Estado de Sadam Husein. Sus goles le salvaron de una muerte segura.

Nacido en Kerbala, Irak, el 3 de noviembre de 1969, fue ahí donde comenzó su carrera como futbolista. Pronto pasaría al Salahaddin, club de fútbol de la ciudad de Tikrit, y por tanto el equipo de la ciudad del Presidente Sadam Husein. Un fichaje que resultaría determinante para su futuro.

Encarcelado y torturado

Tras regresar a casa después de un partido, su madre le contó que su hermano había desaparecido. Tal y como estaban las cosas en el país, se temieron lo peor.

Sahib decidió acudir a la dirección de seguridad local para averiguar qué había sucedido. No sin antes alertar a su madre que si tardaba en regresar, o no lo hacía, se pusiera en contacto con el presidente y el entrenador del Salahaddin.

Con la seguridad que le otorgaba ser futbolista de uno de los clubes más importantes del país, consiguió hablar con el capitán Zuhair. Pero éste no le dio ninguna ayuda. Antes al contrario, tras reprocharle que él no había hecho nada por Irak, lo envió a una celda.

Ahí estuvo con cuatro personas más. Todos con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda. Todos víctimas de continuas torturas e interrogatorios durante dos días. Al tercero, le sentaron en una silla eléctrica con cables colocados en sus pies, manos y genitales, y le dijeron que si mentía, el aparato lo sabría y sería electrocutado de inmediato, y la sentencia de muerte pesaría sobre él, tal y como se relata en el magnífico artículo de Hassanin Mubarak en The Guardian.

Aquella misma mañana llegaron a la prisión los directivos del Salahaddin. Por si había alguna duda de que tratarían de ayudar al futbolista, sus compañeros de equipo, conscientes de lo que podría estar sucediendo, amenazaron con una huelga asegurando que no jugarían si Sahib Habbas no estaba con ellos.

Ciertamente todo surtió efecto, porque a la mañana siguiente Sahib era liberado. El peso del futbolista en el equipo de la ciudad del Presidente Saddam Hussein debió resultar crucial. No hay duda de que el fútbol le había salvado la vida. No corrieron la misma suerte sus cuatro compañeros de celda: fueron ejecutados. Del mismo modo que su hermano Fadhil, como conocería poco después.

El fútbol continúa

Después del trágico capítulo, Sahib Abbas fue capaz de continuar jugando al fútbol. Y de marcar goles. Muchos goles. Era lo que mejor sabía hacer, y era su válvula de escape ante aquello que había acontecido y afectado a toda su familia.

Tras dos temporadas consecutivas en las que fue el máximo goleador del Salahaddin, en 1993 firmó por el Al-Zawraa, probablemente el mejor equipo del país, y donde el futbolista se consagraría, logrando tres dobletes consecutivos de liga y copa en 1994, 1995 y 1996.

A pesar de destaparse como el mejor goleador del país, estaba marcado por las autoridades, lo que le impidió ser convocado por la selección nacional. No lo haría hasta 1996, y sólo gracias a la enorme presión popular, que solicitaba a gritos –e incluso con alguna marcha– su convocatoria. Sería finalmente incluido en la lista de Irak para la Copa Asia de 1996, en la que sería titular y en la que Irak cayó en cuartos de final ante Emiratos Árabes Unidos.

En 1998 abandonó Al-Zawraa y se marchó a Líbano, lo que terminó por convencer a la federación de que el futbolista no debía vestir la camiseta nacional Iraquí. Más desde que Uday Husein, hijo de Sadam, se hubiera autoproclamado presidente de la Federación de Fútbol.

Un Uday Husein que llevó el terror en el fútbol iraquí a su máxima expresión, con continuas torturas y humillaciones a los deportistas. "Me torturaron hasta en cuatro ocasiones. Nos quitaron la ropa, nos metieron en una celda, y nos encadenaron tumbados. Nos golpeaban continuamente. Más de 20 latigazos al día. Nos tiraban líquidos ardiendo encima. Nos cogían y metían la cabeza en aguas putrefactas. Nos torturaban con aparatos eléctricos… y mientras, todo el tiempo se oía a Uday riendo. Sin parar de reír", declara Haydar Mohamad en el documental Uday Hussein’s Soccer Tiranny.

Abbas no volvería a ser internacional, a pesar de que su carrera como goleador continuó inquebrantable. Hizo goles en el Líbano, donde fue el máximo goleador en la temporada 99-00 con el Salam Zgharta. También en Jordania, en Bahrain o en Siria. Recibió importantes ofertas de Qatar, donde sin duda le ofrecían un mejor salario, pero la burocracia iraquí puso todas las trabas posibles para que no pudiera desembarcar en un fútbol mucho más suculento. Uday Husein exigía que si marchaba a Qatar debería entregar entregar el 40% de su salario a la federación.

Regresó a Irak en 2001, para llevar al Al-Talaba a ganar un doblete de liga y copa en 2002. Volvería ser pichichi en 2006. Y se retiró en 2011 en el Karbala FC. Donde había comenzado todo. Pero donde ahora, ya sin los Husein, todo era bien distinto a los inicios.

Se retiraba como el máximo goleador de todos los tiempos de la liga iraquí, con un total de 177 goles. Con 4 títulos de liga iraquí, y otras cinco Copas del país.

Pero sobre todo se retiraba consciente de que abandonaba aquello que le había salvado la vida. Aquello que le evitó la pena de muerte justo cuando estaba a punto de caerle encima. De no haber sido por el fútbol Sahib Abbas habría sido asesinado en 1991. Como lo fue su hermano Fadhil. Él, gracias a sus goles, evitó una muerte segura.

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