El 2 de octubre de 1977 el cuerpo de Odd Frantzen era hallado sin vida en su casa. No había duda, se trataba de un asesinato. Un joven había asaltado su casa en busca de alcohol, y le había pateado hasta la muerte. Seguramente desconociendo que no se trataba de un vecino cualquiera. Odd Frantzen fue uno de los mayores talentos de la historia del fútbol noruego. El futbolista que había sido capaz de echar de su palco a Adolf Hitler durante un partido de fútbol en Alemania.
Un rápido y habilidoso extremo
Nacido en la ciudad costera de Bergen, la segunda más grande de Noruega, el 20 de enero de 1913, Odd Frantzen no tardaría en convertirse en una de las grandes estrellas del fútbol patrio. Para muchos, el mejor de todos los tiempos hasta la irrupción de Haaland.
Fue en el SK Hardy, club de la ciudad de Bergen, donde desarrollaría su carrera, destacando siempre por su gran habilidad y velocidad pegado a la banda derecha.
Pero sería en la selección donde Frantzen alcanzaría sus mayores cotas. En total disputaría 20 partidos con Los Vikingos, anotando cinco tantos. Era la estrella del equipo que consiguió participar en el Mundial de 1938, el primero y único para Noruega hasta 1994. Y brilló especialmente en los Juegos Olímpicos de 1936, donde su país alcanzaría un histórico tercer puesto. La mejor clasificación en toda su historia.
Hitler enfurecido
Y ahí, en los Juegos Olímpicos de Berlín del 36, protagonizó el gran capítulo por el que será siempre recordado.
Unos Juegos, ya lo saben, que fueron estratégicamente utilizados por las autoridades nazis para transmitir al resto del mundo una imagen propagandística que poco o nada se correspondía con la realidad. Y el fútbol, ya por aquel entonces uno de los deportes más universales y de mayor seguimiento, era pieza clave en aquel entramado.
Por eso, Adolf Hitler, poco amante del deporte de la pelota, acudió al encuentro que debía enfrentar a Alemania y Noruega en los cuartos de final. En realidad, aquel 7 de agosto de 1936 el Führer tenía pensado asistir a la competición de remo que se disputaba en Grüna. Pero fue convencido para acudir al Poststadion para contemplar lo que se presumía una victoria segura –y contundente– de Alemania ante Noruega.
Con lo que no contaba Hitler –ni, seguramente, ningún alemán– era con la exhibición que Odd Frantzen iba a desplegar aquella tarde. Un Odd Frantzen que, con 23 años, se estrenaba con la selección Noruega, bajo las órdenes del brillante Asbjørn Halvorsen. El técnico que más contribuyó al desarrollo del fútbol noruego, tras una brillante carrera en Alemania, y que terminaría convirtiéndose en símbolo de la resistencia de Noruega a la invasión nazi.
El duelo arrancó a las 17.30h ante 25.000 espectadores. Y desde el comienzo se vio que Noruega no se lo pondría tan fácil a Alemania como estos pensaban. Ya en el minuto 7 Magnar Isaksen, judío para más inri, hizo el 1-0. Y el dominio siguió siendo noruego, que liderados por Odd Frantzen y sus internadas por bandas, fueron acumulando las mejores ocasiones. Alemania no sería capaz de reaccionar, y hacia el tramo final del encuentro de nuevo Isaksen establecía el 2 a 0 definitivo.
Según recuerda el diario El País, el gran artífice de aquella histórica victoria noruega –más allá de Isaksen, claro– fue Odd Frantzen, un "ágil extremo derecha que confundió de principio a fin a la defensa germana". "Frantzen tuvo el valor de realizar grandes acciones con el balón y fintas que normalmente están reservadas a las superestrellas, pero sobre todo, nunca se dejó intimidar por el imponente entorno", escribiría el periódico noruego Aftenposten. "Puedo decir con total seguridad que el suyo fue uno de los mejores debuts jamás realizados por un internacional noruego", añadiría su compañero Reidar Kvammen en una entrevista para la NRK en 1962.
El partido fue un mazazo para las autoridades nazis. Nada más marcar Isaksen el segundo, aún sin concluir el encuentruo, Adolf Hitler se levantó de su asiento y abandonó el estadio. Lo mismo hicieron quienes le acompañaban en el palco: Rudolf Hess, Joseph Goebbels y Hermann Goring.
Ya en semifinales, Noruega caería ante Italia –que terminaría por proclamarse campeona del torneo– por 2 a 1 en la prórroga. En la batalla por el tercer y cuarto puesto, por la medalla de bronce, los noruegos se impondrían a Polonia (3-2), con un triplete de Arne Brustad. Es, hasta la fecha, la única ocasión en que la selección de Noruega ha conseguido una medalla en un gran torneo de fútbol masculino.
Un final prematuro
Con 25 años, y tras la gesta de Berlín y la participación de Noruega en el Mundial del 38 (donde caería derrotada nuevamente ante Italia y nuevamente en la prórroga), Odd Frantzen se encontraba en su mejor momento. Sin embargo, la invasión de Noruega por parte de Alemania supuso el final de su carrera.
Tras su retirada, trabajó como operador portuario. Hasta que en 1961 sufrió un terrible accidente laboral que le obligaría a la amputación de su pierna derecha. Aquella que tanto había hecho soñar y vibrar al fútbol noruego.
No pudo continuar trabajando, y entró en una espiral sin salida, comandada por el alcohol. Poco después su mujer, con la que se había casado en 1941, le abandonaría, harta de su comportamiento y su temperamento. Frantzen cayó en una profunda depresión, con la bebida como único sustento, viviendo solo y alejado de todos.
Y solo fue hallado su cuerpo sin vida el 2 de octubre de 1977. La noche anterior un indigente había entrado en su casa junto a su pareja en busca de alcohol. Forcejearon, y Frantzen fue pateado hasta la muerte por el joven intruso, que llevaba zuecos reforzados de acero. El hombre, de 25 años, fue condenado a 5 años de prisión por homicidio involuntario; la mujer, a un año de prisión por cómplice.
Una triste muerte para el protagonista de la mayor gesta futbolística de Noruega en toda su historia. Protagonista, no obstante, que cayó en el olvido durante décadas. Hasta que Sølve Rydland realizó un brillante documental para la radiotelevisión pública noruega NRK repasando toda su carrera.
Una carrera que pasa indefectiblemente por aquellos Juegos Olímpicos del 36. Por aquella victoria de Noruega, comandada por el brillante Frantzen, en el Poststadion ante 25.000 espectadores. Ante la ira de Adolf Hitler, incapaz de soportar la humillación a la que estaba siendo sometido su país a través del fútbol. A través de las botas de Odd Frantzen.