El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, ha instado este viernes a una reforma del calendario internacional a partir de 2024, asegurando que se parte de "una hoja en blanco" en este tema que suele ser fuente de conflictos entre los diversos actores del fútbol mundial. "El punto de salida no es 'el calendario está lleno y por eso nada cambia'", ha advertido el dirigente al comienzo del 71º Congreso de la FIFA, que se celebra online a causa de la pandemia del coronavirus.
"El punto de partida es exactamente el contrario. Partimos de una hoja en blanco y estamos abiertos a todos los puntos de vista y opiniones para mejorar el calendario internacional", añadía Infantino.
El dirigente ha evitado defender posiciones personales en este terreno minado, contentándose de reiterar su intención de "encontrar una fecha" para su Mundial de Clubes ampliado a 24 equipos, pese a las reticencias que provoca este torneo.
Pero sí ha defendido que la FIFA debe jugar un papel clave en la reforma del calendario, en tanto que es el "único organismo que genera y redistribuye" sus ingresos "en el mundo entero", a diferencia de las ligas y de las confederaciones continentales.
Desde hace semanas, el máximo organismo del fútbol defiende la idea de un Mundial cada dos años, una idea atractiva para los difusores televisivos, pero que amenaza con enojar a los campeonatos nacionales, a las confederaciones y a todos los clubes que constatan el agotamiento de los jugadores.
Resucitando un viejo proyecto nunca realizado, el francés Arsène Wenger, antiguo entrenador del Arsenal durante 22 años (1996-2018) y actualmente director de desarrollo de la FIFA desde noviembre de 2019, defendió el pasado 3 de marzo en una entrevista al diario Le Parisien la organización "cada dos años" de la Copa del Mundo, la Eurocopa y los otros campeonatos continentales "y acabar con el resto" de torneos.
Semejante reforma supondría el final de los lucrativos partidos amistosos, reorganizaría las fases de clasificación, atrasaría los torneos continentales programados dos años después del Mundial e impondría a los clubes la liberación de sus internacionales cada verano, con lo que se retrasaría su incorporación a sus equipos y aumentaría los riesgos de lesiones.