Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón (Proverbios 28:13). Yo, Sergio Valentín Bravo, he pecado. He dudado, cuestionado e incluso maldecido de alguien que solo se merece mi respeto. He sido injusto con esa misma persona. Lo he sido con alguien que me ha dado mucho y nunca me ha fallado. Lo confieso, aquí y ahora, porque solo así encontraré el perdón. Os pido disculpas a vosotros, queridos lectores de Libertad Digital y oyentes de esRadio, porque he vuelto a caer en el mismo error del pasado: dejé de creer en Zidane. ¿Ha vuelto o es que este mago nunca llegó a irse?
Soy consciente de que no soy el único que ha abandonado el zidanismo en los últimos meses. No miréis a los demás, buscando en ellos a esos muchos madridistas que habían dejado de tener fe en su entrenador y en los apóstoles que él había escogido. Admite tu error, como estoy haciendo yo, acepta que desde hace no mucho tiempo ya veías los partidos sin ninguna esperanza o, peor aun, no veías alguno de sus partidos. Sí, todos, en algún momento hemos dado la espalda al zidanismo porque "nos aburría", "porque no iban a ganar nada" o "porque teníamos un plan mejor". Dimos la espalda a quien logró tres Champions League consecutivas, a quien venía de ganar la última Liga sin Cristiano, un feligrés que, aunque nunca lo admitirá, se arrepiente de haber abandonado y menospreciado el zidanismo. Aceptemos todos nuestro error.
Y es que es común pensar que otros "pueden obrar los mismos milagros" porque hay "mejores" que él. El simeonismo, pese a que promete y ofrece menos satisfacciones, es incuestionable por sus devotos, pase lo que pase. El guardiolismo ha convencido a los grandes gurús, pero tiene trampa ya que exige mucho dinero y sin garantías de éxito. Y en los últimos años se ha ganado su hueco, obrando milagros, primero en Alemania y luego en Inglaterra, el rock and roll de Jürgen Klopp, un líder con mucho carisma pero que también tiene debilidades, las que destapó Zidane. Klopp: el estadio Di Stéfano no es un "campo de entrenamiento", sino un estadio con las mismas medidas que el Santiago Bernabéu y superiores a las de Anfield. Y Klopp, lo siento, pero el árbitro no tenía "nada personal" contra ti.
Este Real Madrid no tenía opciones de ganar ningún título, no tenía un equipo competitivo y sin Hazard, no tenía cracks ni un goleador. Y quizá no levante ningún trofeo pero al Liverpool le dio un baño. Como se los dio al Bayern de Múnich, Juventus, Manchester City, Atlético de Madrid o PSG en años anteriores. Todos suelen decepcionar, casualmente, cuando llega Zidane y su Real Madrid. Pasaba cuando la plantilla estaba plagada de seres superiores y ha pasado esta temporada, con futbolistas repudiados, como Militao o Vinicius.
El decálogo del zidanismo tiene como primer mandamiento "creer" en su entrenador, aunque no entiendas el porqué de sus decisiones. ¿Se acuerdan de cuántos dudaron de la renovación de Toni Kroos en el 2019 porque ya estaba acabado? Su dedo, con el que dibuja pases imposibles, también marca el camino. El alemán es un devoto del zidanismo. Está ahí dentro, en el día a día, y tiene información privilegiada. Otros líderes parecen superdotados, aparentan tener unos conocimientos extraordinarios o te engatusan con un discurso elocuente. No hay mayor muestra de talento que no hacer alarde de él. Eso también es el zidanismo y pase lo que pase este sábado o el próximo miércoles, no volveré a dudar.