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La tragedia de Árpád Weisz, el 'mago del fútbol' que murió en Auschwitz

Hoy, en el Día internacional por las víctimas del Holocausto, recordamos la historia del futbolista y entrenador Árpád Weisz, asesinado en Auschwitz.

Hoy, en el Día internacional por las víctimas del Holocausto, recordamos la historia del futbolista y entrenador Árpád Weisz, asesinado en Auschwitz.
Árpád Weisz falleció con 45 en el complejo Auschwitz. | Wikipedia

Era uno de los mejores entrenadores del mundo del fútbol. Joven, talentoso, innovador, había llevado al Bologna a un doblete histórico, y se había convertido con el Inter de Milán en el técnico más joven en ganar una liga. Aún nadie le ha superado.

Se podría decir que revolucionó el fútbol con sus nuevas metodologías, que le llevaron a ser una celebridad en el país transalpino. Pero ni aquello le salvó del Holocausto. De morir en Auchswitz. Porque claro, Árpád Weisz era judío. Y aquello era impermisible.

Hoy, 27 de enero, es el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto. El mundo entero recuerda las atrocidades cometidas durante aquel genocidio. Las más de 15 millones de víctimas, de las que seis millones eran judíos. Recordar para que no vuelva a suceder.

Y en Libertad Digital recordamos la historia de Árpád Weisz, el 'mago del fútbol' -como sería conocido en Italia por sus éxitos y sus innovaciones, mucho antes de Helenio Herrera-, que fallecería en Auschwitz con 45 años.

Fruto del fútbol magiar

Nacido el 16 de abril de 1896 en Solt, Imperio Austro-Húngaro, en el seno de una familia judía, Árpád Weisz brilló sobremanera desde bien pequeño con el balón en los pies. Halló en el fútbol la manera de exprimir su disciplina con sus habilidades físicas, a lo que añadiría una inusitada inteligencia táctica.

No tardaría en debutar con los mayores del Törekvés, y en ser convocado por la selección de fútbol de Hungría. No hay que olvidar que en aquellos años Hungría era una de las mayores potencias del fútbol mundial. Si no la mayor.

Con el conjunto magiar acudiría a los Juegos Olímpicos de 1924, con un equipo dirigido ya por Hugo Meisl y precursor del inolvidable Wunderteam, aunque no llegaría a disputar ningún partido.

Ese mismo año de 1924 sería el de su llegada al fútbol italiano, aunque anteriormente tuvo un breve –y poco conocido- paso por el fútbol español. En junio de 1923 disputaría un partido amistoso con el Futbol Club Barcelona, entonces entrenado por el también húngaro Pozsonyi. Y unos días después ficharía por el UD Gerona, donde jugaría por un periodo de seis meses, tal y como apunta Fernando Arrechea en Cuadernos de Fútbol.

Un entrenador avanzado a su tiempo

Así que en 1924 llega a Italia, al Inter de Milán. Y ahí se convertirá en leyenda. Pero no lo hará como futbolista –a los dos años una lesión le obligará a retirarse-, sino como entrenador. Nada más colgar las botas pasó a dirigir desde el banquillo al conjunto interista.

Sin duda influenciado por su seleccionador Hugo Meisl, uno de los padres del hoy denominado 'fútbol total', Árpád Weisz se caracterizó por ser un entrenador rompedor, que cambiaría muchos conceptos para siempre. Por ello se le conocería como ‘El mago’.

Comenzando por su influencia. En una época en que los entrenadores dirigían desde el centro del campo o desde la banda, sin apenas moverse, y siempre bien vestidos, Weisz escogió ponerse un chándal y mezclarse con sus propios futbolistas. Así, afirmaba, se podían transmitir mejor los conceptos que quería enseñar. Modernizó, de ese modo, la profesión.

Pero no sólo eso. Fue el primero en aplicar métodos científicos al fútbol. En hablar de "fútbol ilustrado", en su libro ‘Il giuoco del calcio’, durante mucho tiempo una auténtica biblia para los amantes del fútbol. En prestar atención a detalles como las dietas de sus jugadores, el estado del césped, o las concentraciones previas a los partidos. Y trasladó a Italia la revolucionaria táctica WM, que Herbert Chapman acababa de instaurar en el Arsenal.

Además, también ha quedado para el recuerdo como el verdadero descubridor y valedor de Giuseppe Meazza, para muchos el mejor futbolista italiano de todos los tiempos. Desde su llegada al primer equipo del Inter se centró en él, buscando su desarrollo individual, apostando por su enorme calidad. Le hizo ganar peso a base de filetes; le hizo mejorar su pierna no dominante insistiendo en que disparara continuamente con ella; le inculcó una disciplina táctica de la que hasta entonces el joven italiano carecía… Poco después Meazza era el líder de la selección italiana doble campeona del mundo de fútbol (34 y 38). Con un Vittorio Pozzo de entrenador, por cierto, que siempre se declaró admirador de Weisz.

No sólo de revoluciones y descubrimientos vivió Árpád Weisz. También de resultados. En 1930 conquistó el título de Liga italiano con el Inter (que durante aquellos años había cambiado su nombre al de Società Sportiva Ambrosiana porque aquello de Internazionale no le sonaba demasiado bien a Mussolini). Todavía hoy Weisz sigue siendo el entrenador más joven en ganar un Scudetto.

Tras el Inter el técnico húngaro pasaría por el Bari, el Novara, y finalmente el Bolonia, donde volvería a triunfar. Dos ligas con el conjunto rossoblù, las conseguidas en el 36 y el 37. Aunque especialmente gloriosa fue la victoria lograda en 1937 durante la Exposición Universal de París. Un torneo que podría considerarse la antesala de la Copa de Europa, y en el que el Bolonia se impuso al Sochaux primero, al Slavia de Praga después, y al Chelsea en la final. 4 a 1 ganaron los italianos, resultado que terminó con la altanería futbolística británica.

El mundo lo cambia todo

Pero de repente, todo cambió. Ya no sólo para Weisz. Ya no sólo para los judíos. Para el mundo entero.

Se podría ir a muchos antecedentes, buscar muchas otras ilógicas explicaciones, pero en este caso concreto nos centraremos en el punto en que comenzó todo a ir cuesta abajo para nuestro protagonista: la publicación –y aplicación- en 1938 de las Leyes Raciales Italianas, que tenían como gran objetivo –aunque no exclusivamente- las personas de religión judía. Mussolini pretendía con ellas dar pábulo a Adolf Hitler y las leyes raciales de Nuremberg, a pesar de que desde su llegada al poder italiano –mucho antes que su homólogo alemán- jamás había insinuado algo similar.

Así que Árpád Weisz, como tantos otros, estaba en peligro. Ni siquiera su éxito y reconocimiento podría salvarle. Su familia es perseguida. Atacada. Apenas puede seguir entrenando. A sus hijos se les prohíbe acudir a la escuela. Tras una victoria por 2-0 ante la Lazio, Weisz es destituido como técnico del Bolonia. A los pocos días huye de Italia junto a su mujer Elena y a sus hijos Roberto y Clara.

Se instalan en París, donde no terminan de encontrarse cómodos, y vuelven a mudarse, ahora a un lugar mucho más cordial con los judíos: Holanda. Concretamente, en Dordrecht, donde le ofrecen trabajo como entrenador. Ahí también se convertirá en un ídolo, al salvar al modesto equipo del descenso en su primera temporada, y llevarlo hasta la quinta plaza en la siguiente.

Pero en mayo de 1940 los nazis invaden Países Bajos.

Poco después prohíben que los judíos puedan acceder a los colegios, a las tiendas, a los bares, al transporte público… La familia de Árpád vuelve a vivir una pesadilla. El técnico se ve de nuevo obligado a renunciar a su gran pasión, el fútbol. Con 45 años, y tanto por seguir enseñando.

No obstante, esa no es la mayor preocupación de Weisz y su familia. De hecho, sólo tienen una: sobrevivir. Lo van logrando a escondidas gracias a la ayuda del presidente del Dordrecht. Pero en agosto del 42 son capturados por las SS tras un soplo de un colaborador holandés.

La muerte en solitario

El campo de Westerbork, el mismo en el que estuviera Anna Frank, será el primer destino de la familia Weisz. Posteriormente son trasladados a Cosel, en Polonia. Pero ahí sólo se quedará Árpád. Su forma física le permite pasar el corte y quedarse en el campo para trabajar. Su mujer y sus hijos son subidos de nuevo a otro tren. No sabría nunca más de ellos.

Elena, Roberto y Clara fallecerían el 5 de octubre del 42 en las cámaras de gas de Auschwitz II-Birkenau.

Un Auschwitz al que llegaría también Árpád Weisz meses más tarde, después de ser masacrado en el infierno de Cosel. No resistió en el campo en el que más de un millón de judíos ya habían muerto antes que él. Incluida su familia. Sería hallado sin vida en la mañana del 31 de enero de 1944. Muerto por el hambre y el frío.

Y su historia desapareció con él. Y con su familia. Como tantos otros, su leyenda fue arrinconada. Nadie quería recordarle. Y a punto estuvo de ser así para los tiempos de no ser por el periodista italiano Matteo Marani, quien recuperó su proeza en 2007 con ‘Dallo scudetto ad Auschwitz".

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Reciente homenaje a Árpád Weisz entre Inter y Bolonia. | EFE

Y resulta que desde entonces, al llegar su historia hasta nuestros días, el Bologna le ha dedicado una placa en su estadio Renato Dall'Ara; el Inter le ha dedicado otra placa en San Siro; también en el estadio del Novara, así como en Bari, donde exista una calle con su nombre cerca del estadio San Nicola. Inter y Bologna han vestido camisetas conmemorativas en varias ocasiones, e incluso se ha planteado la posibilidad de que cada pretemporada ambos equipos se enfrenten en un Trofeo Árpád Weisz.

Todo, para seguir recordando la figura de uno de los técnicos más trascendentes del fútbol italiano y europeo. Todo, para seguir recordando su salida de los banquillos y su huida para salvar la vida, con apenas 45 años; con tanto aún por ofrecer. Todo, por recordar una de las 15 millones de víctimas del Holocausto. Como cada 27 de enero.

Por todas ellas.

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