Quién no recuerda la película La lista de Schindler. Aquella en la que un empresario alemán salvaba del Holocausto a más de mil judíos polacos durante la Segunda Guerra Mundial empleándolos como trabajadores de sus fábricas. Está considerada como una de las más bellas, emotivas y revitalizadoras de la historia del cine.
En el mundo del fútbol, hubo una historia igual de bella, e igual de transcendente. La protagonizaron los futbolistas húngaros Géza Kertész e István Tóth-Potya.
El auge del fútbol húngaro
Géza Kertész e István Tóth-Potya fueron dos claros exponentes del fútbol magiar que, no olvidemos, en la primera mitad del siglo XX se mostró como uno de los grandes dominadores de Europa.
A pesar de iniciarse por caminos diferentes, no tardarían en encontrarse en las filas del entonces potente conjunto húngaro del BTC Budapesti.
Eran dos futbolistas muy diferentes. István Tóth-Potya era bajo, de una velocidad endiablada, y una capacidad de regate poco común en la época. Géza Kertész, por el contrario, era alto, lento, pero dotado de una técnica y de una inteligencia para moverse en el campo que le permitían dominar el juego. Perfecto exponente del fútbol talentoso que emanaba del país.
Ambos futbolistas coincidirán también en la selección húngara. De hecho, es ahí donde se conocerán, en una convocatoria en 1914, poco antes de que estalle la Primera Guerra ;undial. Será un encuentro decisivo, pues ahí nacerá una amistad que marcará el resto de sus vidas, y también su muerte.
Otra faceta que compartirían ambos futbolistas será su paso por el fútbol italiano.
Kertész, un técnico innovador
Géza Kertész se marchó a Italia a disputar su último año como futbolista. Lo haría en Lo Spezia, donde pronto se convertiría en entrenador-jugador. A partir de ahí comenzaría un largo periplo por los banquillos del fútbol italiano. Carrarese, Viareggio, Salernitana, Catanzaro, Catania… serán algunos de sus equipos, conquistando varios títulos de la Serie B y, por tanto, ascensos a la máxima categoría del fútbol italiano.
Sus métodos innovadores, basados en la gimnasia sueca y en las concentraciones, llaman la atención, y pronto desembarcará en equipos más importantes como el Atalanta, la Lazio o la Roma. Aunque si algo llamó especialmente la atención fue su fijación por el trabajo individual de sus futbolistas. Era la primera vez que se hacía incidencia en el potencial de cada jugador.
Tóth, un técnico exitoso
En lo que respecta a István Tóth-Potya, unos años más joven, prolongó más su carrera como futbolista en Hungría, donde tendría tiempo de conquistar dos ligas y dos copas con el Ferencvaros. Sería en el conjunto magiar donde comenzaría su carrera como entrenador, conquistado 4 ligas más y una Copa Mitropa (la precursora de la Copa de Europa).
Su desembarco en Italia llegaría en 1930, en la Triestina, para pasar poco después al Ambrosiana Inter, lo que hoy se conoce como el Inter de Milán. Durante la década de los años 30 y comienzos de los 40 fue considerado como uno de los entrenadores más preparados de Europa, usando una metodología muy similar a la de su amigo Kertész.
No hay duda pues de que estamos hablando de dos de los mejores entrenadores de Italia y de Europa en los años 30, que contribuyeron al auge del fútbol húngaro primero, y también al del fútbol italiano, incorporando facetas nuevas llegadas desde una gran potencia futbolística.
El Grupo Melodia
Para finales de la década el clima en Italia comenzó a tornarse en insoportable. En 1938 se aprueban las leyes raciales, que se intensificarán a partir de 1940. Entonces, quedarse en el país no es una buena decisión, y ambos técnicos deciden regresar a Hungría. Tóth-Potya vuelve a entrenar al Ferencvaros, y Kertész al Ujpest.
Pero las cosas en casa no estaban mucho mejor. Hungría, que se había declarado oficialmente como neutral, fue invadida en 1944 por las tropas nazis. En pocos días todo cambiará de manera radical, especialmente para la comunidad judía del país, que es encerrada en guetos y diezmada día a día.
Es entonces cuando Tóth-Potya y Kertész deciden crear el Grupo Melodia, una red clandestina con la intención de salvar a judíos y a opositores políticos del gueto de Budapest.
Se las arreglaron para crear salvoconductos para judíos y otra gente perseguida en el Ministerio de Defensa. Ayudándose de su perfecto lenguaje alemán, e incluso vistiéndose en ocasiones con el uniforme de las SS, conseguían moverse libremente por el gueto y ayudar a los prisioneros a escapar con documentos falsos. El grupo también trató de obstruir a los Nazis destruyendo puentes en Budapest.
Se pueden contar a centenares aquellos a los que Tóth-Potya y Kertész consiguen ocultar en una red de casas y monasterios con la que contaban. Algunos de ellos famosos, como la actriz Hilda Gobbi. Y fueron muchos los que lograron huir del país gracias al Grupo.
La organización de Kertész y Tóth-Potya alcanzó tal eficiencia que llegó a crear sólidas relaciones con la resistencia húngara y muy importantes contactos con los servicios secretos de los Estados Unidos. Al objetivo de salvar al máximo número posible de judíos del holocausto se añadía el de garantizar el futuro del país.
La traición involuntaria
La obra que estaban realizando, los esfuerzos por salvar la vida de cientos de judíos, suponía un gran peligro para sus vidas. Ambos lo sabían. Pero lo que no se esperaban era caer en ese momento, y mucho menos de ese modo.
Porque cuando más cerca estaban de ver la luz al final del túnel, cuando ya había noticias de la entrada de los aliados a las puertas de Budapest, un infortunio terminó por descubrir al Grupo Melodía, que fue denunciado a la Gestapo acusado de esconder judíos en sus casas.
Todo vino por un integrante del Grupo, Pál Kovács, quien durante una fiesta y envalentonado por el alcohol habló de más ante dos chicas a las que quería impresionar. Contó todo lo que refería al Grupo; a sus compañeros. Aquello selló su fatídico destino.
El 6 de febrero de 1945 István Toth y Géza Kertész, junto a otros cinco miembros del Grupo Melodía, eran fusilados.
Una historia casi olvidada
Tan solo una semana después de su ejecución, el 13 de febrero, Budapest fue liberada. Y de inmediato ambos exfutbolistas y exentrenadores fueron reconocidos "mártires de la patria". Se oficiaron grandes funerales en su honor.
Pero lo cierto es que los vertiginosos acontecimientos que sucedieron al país tras la Guerra hicieron que pronto su historia cayera en el olvido. En su liberación, Hungría quedó bajo un régimen comunista filosoviético que no perdonaría las relaciones de Kertész y Tóth-Potya con los servicios secretos estadounidense. Así que su historia, su gesta, fue arrinconada. Apartada.
No ha sido hasta estos últimos años (especialmente con el libro ‘Due eroi in panchina’ de Roberto Quartarone) cuando se han recuperado sus hechos y vivencias. Su contribución a que tantos y tantos judíos salvaran sus vidas. Por cada una de ellas, la historia de valentía y humanidad de Istvàn Tóth-Potya y Géza Kertész merece ser contada. No olvidada. Y quizá también merezca una película. Como la de Oskar Schindler.