A todos nos encanta ganar. ¿Quién quiere perder? Nadie. Ni a las chapas. Ni siquiera en un debate. A todos nos cuesta aceptar la derrota y sin embargo, cuando esto se produce, es cuando más aprendemos. Las auténticas lecciones, en el deporte y en la vida, no suelen llegar tras una victoria. Sin embargo, me atrevería a generalizar y afirmar que la mayoría de nosotros no sacamos todo el rédito posible a esas derrotas. La serie Losers intenta demostrar todo lo que te puede aportar cada fracaso. Con la perspectiva idónea, es una oportunidad idónea para obtener o aprender algo que te resultara valioso en el futuro. Solo hay que saber buscar.
Losers, perdedores en español, es una serie-documental de ocho capítulos que pueden ver en Netflix y que es de este mismo 2019. Son ocho historias, de ocho deportistas totalmente distintos pero que tienen un punto en común: todos son o han sido unos fracasados. En líneas generales, son capítulos maravillosamente absurdos porque son historias absurdas pero impactantes y, aquí radica su brillantez, enfocadas desde una perspectiva única. Algunos son más sosegados y otros más trascendentales.
Tenemos a Michael Benett, campeón mundial de boxeo. Un club de fútbol de Inglaterra que está a punto de desaparecer, el Torquay United. La patinadora Surya Bonaly. Un jugador de Curling, Pat Ryan. Un atleta de carreras extremas, Mauro Prosperi. Aliy Zirkle, que participa en carreras de trineo tirados por perros. Jack Ryan, jugador de baloncesto callejero y el golfista Jean Van de Velde, que perdió un Abierto Británico en el último hoyo. Solo he dado un detalle sobre el último capítulo para que afronten esta serie en blanco ya que las historias, su desarrollo, consecuencias y moralejas, son inesperadas.
La gracia de Losers es que por primera vez se fijan en los derrotados y no en los que vencen. Han sido capaces de haber encontrado grandes historias con interés humano. Sus protagonistas, ya sean más o menos conocidos, tienen mucho que contar y se les coge cariño a todos con mucha facilidad. Todos, pese a sus fracasos, han conseguido ser felices y eso, para mí, es el objeto final de la vida. Por lo tanto, es una oportunidad para aprender a ver la parte buena y ser positivos, que a veces cuesta y mucho.