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Heleno de Freitas, el Pelé de los años 40 que sucumbió a los excesos

Heleno fue el mejor futbolista brasileño de los años 40. Pero sus adicciones le superaron. Falleció solo y demente a los 39 años.

Heleno fue el mejor futbolista brasileño de los años 40. Pero sus adicciones le superaron. Falleció solo y demente a los 39 años.
Heleno de Freitas, durante su etapa en el Botafogo. | Wikipedia

Hace 60 años, el 8 de noviembre de 1959, fallecía en Minas Gerais, Brasil, Heleno de Freitas. Lo hacía en soledad, en una celda, completamente demente. Apenas tenía 39 años. Nadie hubiera dicho en ese momento que sólo unos años atrás, se trataba del futbolista más brillante de Brasil. Uno de los futbolistas sudamericanos más talentosos de la primera mitad del Siglo XX. El Pelé de los años 40, como sería rebautizado mucho más tarde.

El problema es que a Heleno de Freitas nunca le gustó el fútbol. Siempre le interesaron otros menesteres mucho más perjudiciales, que terminaron arrebatándole el fútbol primero y la vida después…

Futbolista por casualidad

Heleno de Freitas nacía el 12 de diciembre de 1920 en San Juan Nepomuceno, población de Minas Gerais, Brasil. Era el quinto de ocho hermanos. Muy pronto vio cómo su padre fallecía, por lo que la familia se mudó a Rio de Janeiro. Fue ahí donde descubriría el fútbol, y donde le descubrirían a él.

Tras pasar por el Mangueira Futebol Clube y el Madureira Esporte Clube, fue Botafogo quien lo contrató cuando aún era juvenil. Asegura el entrenador de aquel equipo que no sabía ni que Heleno jugaba al fútbol; simplemente le vio dando toques a un balón en la playa, y quedó prendado.

Con el Fogao vivió sus mejores tardes. Con 18 años debutó en el primer equipo, y desde el primer momento llamó la atención por su calidad, su esbelta figura y, cuentan las crónicas, su belleza. También por su temperamento, a pesar de su juventud.

Nueve temporadas estaría en el Botafogo. Nueve temporadas en las que brilló con luz propia, siendo la referencia del equipo, marcando 209 goles en 235 partidos y convirtiéndose en un fijo de la selección brasileña. Era considerado por todos como el mejor futbolista de un país que, si bien aún no había logrado ningún título importante, sí se posicionaba ya como uno de los más potentes del planeta.

Pero nueve temporadas en las que también destacó fuera de la cancha. Bebía demasiado –y no era la única adicción que tenía-, le gustaba mucho apostar y, sobre todo, estaba siempre acompañado de mujeres. Demasiadas mujeres. Muchas de ellas prostitutas. De ese modo, no es de extrañar que terminara contrayendo sífilis, de la que nunca quiso tratarse.

Tras una evolución en la que sus correrías nocturnas pasaron por delante de su talento en el terreno de juego -aunque éste fuera indudable-, el fagao decidiría prescindir de sus servicios. Heleno se quejaba de que sus compañeros no estaban a la altura, y que por eso nunca conseguía el título de liga (quedarían segundos hasta en cuatro ocasiones), pero el tiempo dio la razón a su presidente cuando pensó que quizá el problema era el propio Heleno. Al año siguiente de su marcha, el Botafogo se proclamaba por fin campeón de liga.

Un peligroso periplo

Tras su salida de Río de Janeiro puso rumbo a Boca Juniors. Por el club argentino pasó con más pena que gloria. No llegó al año de contrato, y una vez más fue más conocido por sus actividades fuera del fútbol que por su rendimiento en el campo. Mucho más cuando apareció el rumor –supuestamente confirmado por su biógrafo- de que compartía cama nada menos que con Eva Perón.

Con el club xeneize comenzó un deambular por diferentes equipos en los que, con suerte, aguantaba una temporada. Porque a Heleno no le gustaba el fútbol. Es más, odiaba el fútbol. Odiaba a los entrenadores. A los directivos. A los árbitros. Incluso a los aficionados. Y fuera del cobijo de su Botafogo, y con una sífilis de cada vez más acuciante, se vio desbordado.

El Vasco de Gama, de regreso a Brasil, fue su siguiente equipo. Y aunque consiguió reencontrase con su fútbol y con sus goles (19 tantos en 24 encuentros) no tardó en ser despedido del equipo tras protagonizar un sonado capítulo en un entrenamiento. Tras ser enviado a las duchas antes de tiempo por una discusión con un compañero, regresó del vestuario al campo con una pistola. Apuntó a su entrenador, y disparó. Aunque el arma no estaba cargada…

Pocos sabían de los efectos devastadores que la sífilis le estaba ya provocando, tanto física como, sobre todo, psicológicamente. Probablemente ni él mismo, que seguía tratando de jugar al fútbol. En 1950 probó fortuna en Colombia, en el Junior de Barranquilla. Otra vez unos pocos partidos, quince; algunos goles, nueve; y grandes incidentes. Terminó peleado con todos. Los aficionados le amaban más de lo que lo hacían sus propios compañeros de equipo.

En 1951 regresó a Brasil, para jugar en el Santos. Pero Heleno ya era un exfutbolista. Antes incluso de debutar fue expulsado del equipo tras agredir a su entrenador. El América fue el último club que le dio una oportunidad, pero tan solo llegaría a disputar un encuentro.

Unos meses después era ingresado en un sanatorio mental.

La seleçao tampoco acompañó

Heleno de Freitas fue el mejor futbolista de Brasil en los años 40. Lo demostró en el Botafogo, y también en la selección. Brillaría especialmente en los dos Campeonatos de Sudamérica del 45 –en el que fue el máximo goleador- y del 46, pero en ambos Brasil terminaría segunda. En 1947 Brasil decidió no participar. Y en 1949 Brasil se proclamó por fin campeona... pero ya sin Heleno. En total, lograría 16 tantos en 18 partidos oficiales con la seleçao.

El sueño de jugar un Mundial tampoco pudo cumplirse. En dos ocasiones, 1942 y 1946, porque, evidentemente, no hubo campeonato por causa de la Guerra Mundial. Y en 1950, ya con Heleno envuelto en una espiral muy peligrosa, no fue citado en la convocatoria definitiva.

Los siguientes campeonatos del mundo Heleno de Freitas los vería desde el hospital para enfermos psiquiátricos de Barbacena.

Consumido por la sífilis y la demencia, sus últimos años los pasó siendo una sombra de lo que fue. Una persona ausente. Cuentan incluso que recogía recortes de prensa de su época como gran futbolista que una enfermera había colgado con mimo en su habitación, y se los comía.

Eduardo Galeano, en su libro ‘El fútbol a sol y sombra’, escribiría sobre Heleno de Freitas con su habitual romanticismo "tenía estampa de gitano, cara de Rodolfo Valentino y un humor de perro rabioso. En las canchas, resplandecía. Una noche perdió todo su dinero en el casino. Otra noche perdió no se sabe dónde todas sus ganas de vivir. Y en la última noche murió, delirando, en un hospicio".

Su última noche fue el 8 de noviembre de 1959. El considerado como el futbolista más bello de Brasil, aquel que durante años encandiló al país con su talento, el Pelé de los años 40, pesaba entonces poco más de 30 kilos, y apenas le quedaba un diente. Fallecería con tan solo 39 años, sin saber siquiera que su selección se había proclamado campeona del mundo por primera vez un año antes.

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