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La Liga Terezín, el fútbol en el gueto nazi

Considerada "la antesala de la muerte", en Terezín se disputaron verdaderas competiciones de fútbol, con sus clasificaciones, premios, crónicas...

Considerada "la antesala de la muerte", en Terezín se disputaron verdaderas competiciones de fútbol, con sus clasificaciones, premios, crónicas...
Imagen del documental 'Liga Terezín' | Youtube

En Junio de 1940 la población checoslovaca de Theresienstadt, a unos 60 kilómetros de Praga, se convertía en una prisión de la Gestapo y una base militar de la Wehrmacht. Y en octubre de 1941, pasó a ser un campo de tránsito para los judíos checos que debían ser enviados a otros guetos o campos de concentración.

Fue así como nació el gheto amurallado de Terezín, en cuyo interior eran recluidos centenares de miles de judíos provenientes de la propia Checoslovaquia, Alemania, Austria, Holanda o Dinamarca. Es decir, no era un campo de concentración al uso, aunque su único fin era el mismo: el exterminio. Y las condiciones de vida de los reclusos eran tan espantosas, que uno de cada cuatro moría.

De hecho, según el Instituto internacional para la memoria de la Shoah Yad Vashem, en su interior fallecieron más de 35.000 judíos. Y los que no fallecían ahí mismo, eran enviados a otros campos de concentración. Y fueron muchos. Casi a diario partía un tren cargado de personas de cualquier edad. En Terezín nadie sabía hacia donde iba realmente aquel tren; lo que sí sabían era que se trataba de un viaje sólo de ida.

Un gueto camuflado

No obstante, los nazis siempre trataron de ocultar lo que realmente sucedía en el gueto. Es más, proyectaban al exterior la ficción de que aquello era una colonia judía modelo, en la que todos los judíos eran felices, cantaban, bailaban, comían y se amaban, mientras los pobres soldados alemanes morían por la patria.

Y el fútbol formaba parte de ese engaño. Se llegó a crear una competición organizada, una liga, dirigida por un comité y con sus propias normas. Los partidos se organizaban de manera profesional, y los equipos se hacían según el trabajo de los jugadores o según su procedencia: cocineros, carniceros, quienes trabajaban en un almacén; los vieneses, los praguenses…

Generalmente, el equipo lo formaba una o dos personas con las que se contactaba previamente para que así lo hicieran. Es el caso, por ejemplo, de Dobry, que trabajaba en una carnicería. Aunque él no lo hizo como los demás. Al gozar los carniceros del privilegio de comer algo más que los demás, lo que hizo Dobry fue contactar con algunos jugadores profesionales que conocía, y convencerles de jugar en su equipo a cambio de trabajar con él en la carnicería; esto es, poder comer buenas sopas, caldos de ternera… "Era como su salario", relataría Dobry.

En cualquier caso, por norma general a todos los futbolistas que participaban en la competición se les permitía comer algo más –aunque fuera una porción de queso o una salchicha–, porque de lo contrario corrían el serio riesgo de caer desfallecidos.

Por tanto, dentro de aquella terrible situación, se podría decir que todos salían ganando. Los nazis, por supuesto, porque significaba una maniobra de propaganda perfecta para mostrar al mundo las supuestas buenas condiciones en las que vivía la población judía que tenían cautiva. Y para los futbolistas, porque podían vivir algo mejor que el resto, por poco que fuera, y porque la sensación de pertenencia a un equipo, a una liga, les permitía la sensación de algo de libertad en su mente.

Y también para los que estaban en el gueto. Para los aficionados. Porque centenares de espectadores se congregaban en cada partido para distraerse un poco de su cruda realidad; del hambre, de la enfermedad, de la muerte… Poder ver a esos jugadores amateurs significaba para todos un soplo de aire fresco.

Las crónicas del gueto

Durante aquellos encuentros pudieron verse en Terezín varios jugadores de cierto nivel. Como Aule Mahrer, quizá el mejor de todos ellos, y que había sido futbolista profesional. Fredy Hirsch, quien trató de incorporar otras disciplinas deportivas al gueto. Jirka Taussig, que también había sido profesional como portero. Peter Erben, que en Checoslovaquia había jugado a hockey sobre hielo. O Honza Burka, a quien las crónicas del gueto lo reconocían como el mejor jugador de todos los participantes.

Porque sí. Por increíble que parezca, hubo crónicas de aquellas competiciones. En el hogar de niños, el bloque Q 609, se editaba la revista Kamarad, que incluía las crónicas deportivas clandestinas. Los niños y jóvenes que se sentaban en las gradas lo recogían todo en aquel diario. "Tenían la sensación, como si fueran adultos, de que debían documentarlo todo para el futuro, porque algo muy malo estaba ocurriendo allí", declararía al respecto en el documental Liga Terezín, uno de los futbolistas que estuvieron en Terezin, Pavel Breda.

De este modo, pueden encontrarse comentarios sobre los partidos disputados en el gueto como "el partido terminó 4-3. Los dos equipos jugaron muy bien: fue un partido hermoso". También comentarios referidos a los árbitros: "El árbitro Kende fue pésimo y perjudicó a ambas partes". Incluso cómo se invalidaban tantos: "En el minuto uno del segundo tiempo, hay un gol a favor del AZ, pero como el portero todavía no se ha incorporado, el árbitro lo anula".

Son crónicas que se pueden encontrar aún hoy en la web Liga Terezin.

Normas de competición

Como toda competición que se precie, las ligas de Terezín también tuvieron sus propias normas. Los partidos se disputaban normalmente el domingo al mediodía, y cada equipo contaba con siete futbolistas, dadas las dimensiones del terreno de juego. Usaban botines, y los porteros tenían guantes. Cada equipo tenía una indumentaria representativa, y en cada liga había entre 10 y 12 equipos, que continuamente quedaban mermados por los trenes que salían hacia Auchwitz.

Las faltas duras estaban prohibidas, básicamente porque el suelo era realmente duro, y era fácil hacerse daño e incluso, dada la fragilidad de salud de quienes jugaban, corrían el riesgo de morir.

Y también un registro de los resultados y clasificaciones de cada liga. Así, sabemos que el equipo de cuidadores de niños ganó la liga de 1942; al año siguiente el ganador fue el equipo de los lavaderos de ropa; y en 1944 el campeón fue el SK Sparta, formado íntegramente por judíos de Praga. Además, en aquel mismo año se disputó también una Copa, a eliminación directa, que terminó por llevarse el equipo de carniceros.

El último campeonato que se disputó en Terezin fue en la primavera de 1944, cuando se jugó la segunda Copa. En esta ocasión el vencedor fue el equipo de cuidadores de niños, que se impuso en la final a los electricistas.

El engaño se multiplica

Tras el anuncio de una visita a comienzos de 1944 de la Cruz Roja danesa, que quería comprobar las condiciones de vida de los 500 hebreos daneses reportados a Terezin a mediados del 43, la simulación y engaño perpetrados por los nazis en el gueto se intensificó. En primer lugar, se enviaron casi 10.000 judíos considerados "impresentables" (que estaban enfermos o presentaban mal aspecto) a las cámaras de gas de Auschwitz, para despoblar un gueto abarrotado.

A continuación se asfaltaron las calles principales, arreglaron los jardines, permitieron algo más de comida a los prisioneros, les dieron ropa nueva… todo con el objetivo de demostrar a la comunidad internacional que las crecientes voces sobre el exterminio eran falsas.

Además, los nazis organizaron también conciertos, representaciones teatrales, conferencias… aunque apenas les prestaban atención. No participaban en ello. Estas actividades eran parte del engaño al mundo y una forma de mantener alejadas las ideas de rebelión y frustración que podían conducir a huidas o disturbios.

Incluso se llegó a rodar una película en el gueto, con el único objetivo de presentar a Terezín como una ciudad en la que los judíos vivían con dignidad, trabajaban y celebraban el tiempo libre.

El fútbol tuvo un papel muy importante en aquella grabación, principalmente con imágenes de los partidos de la Copa que se disputó en la primavera del 44.

Pero, tras la marcha de la Cruz Roja, se recrudecieron aún más las condiciones de vida de Terezín. Los trenes que partían hacia una muerte segura aumentaron considerablemente. Ya no sólo a Auschwitz, sino también a otros campos de concentración. Terezín era como una antesala de la muerte.

En mayo de 1945 el campo de concentración y gueto de Terezín fue liberado y absorbido por la Cruz Roja Internacional. En total, se calcula que la cifra de judíos fallecidos en Terezín entre 1941 y 1945 se acerca a los 155.000. De ellos, 35.000 murieron en el propio gheto, y 88.000 fueron deportados a otros campos de concentración para ser eliminados.

Hoy, en el lugar se conserva el Museo del Gueto de Terezín, inaugurado en octubre de 1991, y en el que podemos encontrar buena parte de la producción artística y cultural que nutre el patrimonio del Holocausto. Entre ellos, el Kamarad y sus crónicas futbolísticas.

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