‘La guerra del fútbol‘ ha sido un término muy manido en la historia del periodismo deportivo futbolero. Para resaltar diferentes enfrentamientos, y no sólo en el terreno de juego. De hecho, en más de una ocasión se ha representado un partido como una batalla, con sus dos pequeños ejércitos que se enfrentan en el campo con el objetivo de imponerse al rival.
Pero más allá de la palabrería hubo una ocasión en que un partido de fútbol se convirtió en una verdadera guerra, en el sentido más estricto del término. Enfrentó a los países de El Salvador y Honduras, y en estas fechas se cumplen 50 años de la contienda.
El contexto político
La década de los años 60 fue muy complicada en toda Sudamérica y América Central, repleta de golpes de estado, dictaduras militares y duras reformas. El Salvador y Honduras no fueron una excepción. A pesar de ser naciones vecinas –o quizá por ello mismo-, las relaciones entre ambas no eran buenas.
Entonces apareció la inmigración como conflicto. Tras la instalación de la United Fruit Company estadounidense en El Salvador, el país se encuentra con un notable incremento en su población, y la tasa de paro aumenta considerablemente. Hasta 300.000 desocupados emigrarán del país rumbo a Honduras, y en cuanto las cosas comienzan a ir mal en el país hondureño se usa a la inmigración como cabeza de turco. Las mayores protestas provienen de los campesinos hondureños, y el gobierno decreta la expulsión de los inmigrantes.
El Salvador no acepta esta decisión, alegando que existe una convención sobre la inmigración firmada por ambos países y, por tanto, se está cometiendo un acto ilícito internacional.
A partir de este momento la prensa salvadoreña pone en marcha una campaña difamatoria contra sus vecinos, repleta de ataques y feroces insultos que llega pronto a los gobiernos y las embajadas.
Evidentemente, no fue la única causa. El actual embajador de El Salvador en Venezuela Domingo Santacruz afirma en Sputnkik que "la causa principal hay que referirla a la crisis estructural en El Salvador y Centroamérica".
El fútbol y el destino
Sea como fuere, lo cierto es que en esta situación de elevada tensión entre ambas naciones, las selecciones de fútbol de Honduras y El Salvador deberán medirse en las semifinales –a ida y vuelta- de la fase de clasificación para el Mundial de México 1970. El primer encuentro se disputa el 8 de junio de 1969 en Honduras, en el Estadio Nacional Francisco Morazán de Tegucigalpa. Para evitar problemas se decide que el combinado salvadoreño pasará tan solo una noche en tierras hondureñas, y el hotel donde lo harán es secreto.
Pero el secreto se descubre pronto, y en pocas horas llegan al hotel centenares de aficionados hondureños que apedrean las ventanas, encienden fuegos, y provocan un ruido infernal con ollas y bocinas durante toda la noche y hasta pasada la madrugada, sin que intervenga la policía.
En cualquier caso, el partido se disputa a la tarde, y es Honduras quien se impone por 1 a 0 con un gol en los instantes finales de Leonard Wells.
La primera batalla –metafórica aún- es para Honduras, pero la primera víctima –real- es salvadoreña. Amelia Bolaños se encontraba viendo el partido por televisión, y cuando Wells marca y el árbitro señala el final del partido corre hacia la habitación de su padre, coge una pistola del cajón, y se dispara en la cabeza. «La joven no ha soportado el dolor de ver a su patria de rodillas», escribe al día siguiente El Nacional, periódico de cabecera de El Salvador, y el gobierno decreta un funeral de Estado.
La vuelta infernal
Siete días después, el 15 de junio, debe disputarse el partido de vuelta en El Salvador, en el Estadio de la Flor Blanca. Ante el temor de que se desatara un conflicto, muchos de los hondureños que residían en El Salvador regresaron durante aquellos días a su país de origen.
El día antes del partido, los aficionados salvadoreños decidieron devolver la treta al equipo rival, visitando el hotel y lanzando contra las habitaciones ratones muertos, trapos malolientes, y huevos podridos. Al encuentro tuvieron que llegar los futbolistas de Honduras escoltados con tanques del ejército, mientras en los aledaños del estadio dos aficionados hondureños mueren degollados y otra decena resultan heridos.
El partido termina 3 a 0 para El Salvador, con goles de Juan Ramón Martínez por partida doble y Elmer Acevedo. Y menos mal, piensan los futbolistas hondureños, porque de haber ganado hubieran sido ellos los degollados.
Como quiera que aún no existía la regla de los goles totales, deberá disputarse un tercer encuentro, para desempatar. Con un clima de tensión creciendo a cada minuto, se decide que el partido se jugará en el Estadio Azteca de Ciudad de México, el 27 de junio. Un estadio que será custodiado por más de 5.000 policías, y que vivirá un encuentro frenético.
Al descanso se llega con el resultado de 1 a 2 para Honduras, pero en la segunda parte El Salvador logra el empate. Ya en la prórroga, un nuevo tanto salvadoreño establecerá el 3 a 2 definitivo, sellando así su billete para el Mundial, y dejando fuera a Honduras.
Explota la guerra
Nada más concluir el encuentro, los aficionados de ambas selecciones inician una batalla campal en las afueras del estadio. Horas después, el gobierno de Honduras, ante el tremendo caldo de cultivo generado, anuncia la ruptura de las relaciones diplomáticas con El Savador, apelando a los muertos y heridos en la visita de su selección unos días antes.
Tras dos semanas de acusaciones y declaraciones cruzadas, el 14 de julio de 1969 El Salvador bombardea "en legítima defensa" el ejército enemigo e invade Honduras. Para contrarrestar la ofensiva, Honduras bombardea El Salvador, desencadenando una absurda y austera guerra -ambos bandos utilizaron aviones de combate totalmente obsoletos- que dura cinco días, hasta el 18 de julio, cuando la Organización de Estados Americanos (OEA) consiguió un alto el fuego. El balance final: entre 4.000 y 6.000 muertos, según la fuente, y más de 15.000 heridos, así como un agravamiento de la situación social en ambos países.
El periodista polaco Ryszard Kapu´sci´nski, que se encontraba en Honduras en el momento del conflicto, fue el primero en denominarlo 'La guerra del fútbol‘, afirmando que "los dos gobiernos han quedado satisfechos con la guerra, porque durante algunos días Honduras y El Salvador han ocupado las portadas de los periódicos de todo el mundo, y suscitado el interés de la opinión pública internacional. Los pequeños estados del Tercer, del Cuarto, y de todos los demás mundos pueden esperar suscitar algún interés sólo cuando deciden repartir sangre. Extraño pero cierto".