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Abdón Porte, la muerte en el campo de fútbol

En un fútbol muy distinto al de ahora, el ídolo de Nacional prefirió quitarse la vida a dejar de ser importante en su club amado.

Bandera con el lema ‘por la sangre de Abdón’ que portan los aficionados de Nacional en el Estadio Gran Parque Central. | Facebook

El fútbol que le tocó vivir a Abdón Porte poco o nada tenía que ver con el de ahora. En su época, a principios del siglo pasado, no se jugaba por dinero, ni por medallas. Se hacía por pasión, por amor a un deporte, por amor a unos colores.

Por aquel entonces no había espectaculares retransmisiones televisivas. Ni siquiera había partidos en directo por la radio. Pero el fútbol iba adquiriendo gran popularidad y despertando enorme fervor mediante el boca a boca. Es decir, mediante los aficionados.

Era habitual que los futbolistas se pasaran toda su carrera en un mismo equipo, convirtiéndose en leyendas para el club y para su afición. También lo hizo Abdón Porte, siempre fiel a Nacional. Para ellos, el club de su ciudad era mucho más que eso. Era su fe. Era su vida. Lo daban todo en todo momento por ese equipo. Hasta llegar a situaciones límite. Como la de Abdón.

El capitán de Nacional

Abdón Porte había nacido en el barrio Libertad, de la capital del departamento de Durazno, Uruguay, en la década de 1880 (hay diversas versiones sobre su fecha exacta de nacimiento). Colón fue su primer club, para luego pasar un año en el extinto Libertad. Y de allí emigró al Club Nacional de Football, el Nacional, su club de toda la vida, donde debutó el 12 de marzo de 1911.

Desde el primer partido, ante Dublin, se granjeó el cariño de la hinchada por su carácter aguerrido, su capacidad de sacrificio defensivo, y su gran juego aéreo. Su fútbol le hizo apoderarse del centro del campo; y su carácter le hizo capitán. Era el perfecto exponente de la garra charrúa. Un talento indomable. Siempre muy respetado por sus contrarios, y admirado por sus compañeros y aficionados.

Nacional y Porte fueron creciendo de la mano. Y juntos dominaron el fútbol uruguayo durante toda la década, conquistando nada menos que cuatro ligas de Uruguay, 5 Copas de Honor y 4 Copa Competencia, y hasta 6 Copas de Argentina y Uruguay (conviene recalcar que entonces no existía la Copa Libertadores, creada de manera oficiosa en 1948).

Él era el líder, el estandarte de aquel equipo, y también de la selección de Uruguay que se llevó la victoria en la Copa América de 1917, en lo que significaba el gran despegue del fútbol charrúa.

La caída del ídolo

Pero, a partir de ese gran éxito con la selección nacional, todo cambió. Porte sufrió una grave lesión durante el partido de la Copa Albion ante Belveder. Entonces no había cambios, y lo habitual cuando un futbolista se lesionaba era que abandonara el campo, dejando a su equipo con uno menos. Pero Porte no era como los demás, y decidió continuar sobre el césped. Aquello, obviamente, hizo que se agravara su lesión, teniendo que pasar después un largo periodo alejado de los terrenos de juego.

Quizá por aquella lesión, quizá por el paso inexorable del tiempo, quizá por las ansias de Nacional de renovarse para seguir siendo un club dominador, en 1918 contrató a otro enorme futbolista, Alfredo Sibecki, que jugaba en la misma posición que Abdón. Porte dejó de ser el jugador clave que había sido hasta la fecha.

En aquella época no había entrenadores, sino que eran los propios directivos quienes apuntaban el once en la pizarra, sabiendo todos los futbolistas que los que eran titulares eran titulares, y los suplentes debían resignarse a ser suplentes. Así le sucedió a Porte, que con su suplencia comenzó el ocaso de su carrera.

Pero la caída no fue fácil. Pasar de ser un futbolista vital, el ídolo de todos, a un jugador prescindible era difícil de encajar. Abdón Porte sentía que dejaba de ser importante en lo que él amaba.

La trágica decisión

En la noche del 5 de marzo de 1918 la plantilla de Nacional se reúne para cenar después de vencer a Charly en partido amistoso. Al finalizar la cena, Porte se marcha, y se dirige en tranvía hasta el Parque Central, el estadio de Nacional, donde tanto había brillado. Llegado al estadio, camina sólo y a oscuras hasta el centro del campo –por donde solía desempeñarse–, y se quita la vida de un disparo en el corazón.

Al día siguiente encontraron el cadáver en el centro del campo. Junto a él, el revólver con el que se había quitado la vida, y una carta. Un mensaje de despedida en el que pedía ayuda para su madre y su novia, y a su vez recordaba su amor eterno para con Nacional.

"Querido Doctor José María Delgado.

Le pido a usted y demás compañeros de Comisión que hagan por mí como yo hice por ustedes: hagan por mi familia y por mi querida madre.

Adiós querido amigo de la vida.

Nacional aunque en polvo convertido y en polvo siempre amante,

no olvidaré un instante lo mucho que te he querido.

Adiós para siempre.

¡Viva el Club Nacional!".

Un gesto que conmovió al fútbol uruguayo, y por el cual Abdón Porte se convirtió en una leyenda en todo el país. Se han escrito cuentos sobre su historia, como el célebre Juan Polti del escritor uruguayo Horacio Quiroga; o Eduardo Galeano, con su relato Muerte en la cancha. Nacional denominó Abdón Porte a la grada oeste del Gran Parque Central, y en ella se puede ver en cada partido una bandera que reza "Por la sangre de Abdón", junto al rostro del ídolo desaparecido.

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