Por chocante que a una mentalidad occidental le pueda parecer, que en 2018 miles de mujeres iraníes, a cara descubierta, sin hiyab, maquilladas o con la bandera de su país pintada en las mejillas animen a su selección nacional durante el Mundial de fútbol es una noticia que se ha convertido en casi viral tras el reciente partido entre España e Irán en Rusia 2018. Algo que se pudo producir porque la selección persa disputó su partido ante los de Fernando Hierro en Kazán, a más de 3.000 kilómetros de la capital iraní, Teherán. Y es que cuando muchas de esas mujeres abandonaron las fronteras iraníes con destino a Rusia, pensaban, no sin razón, que de haberse celebrado el mismo partido a unos pocos kilómetros de su casa, habrían tenido prohibido su acceso al Estadio Azadí, como ha venido sucediendo desde la Revolución islamista que sacó del poder en 1979 al Sha Mohammad Reza Palevi, elevando al mismo tiempo al puesto de Jefe Supremo al Ayatolá Ruhollah Jomeini. Un cambio político en el que el pueblo buscaba liberarse de la dictadura de la dinastía de los Sha pero con el que se dieron de bruces con algo mucho peor que seguramente pocos esperaban, pero que perdura cuatro décadas después.
Desde entonces, en la hoy conocida como República Islámica de Irán impera la sharía, el código de conducta inspirado en el Corán dictado por autoridades religiosas y controlado por la llamada Policía de la Moral. Así, pese a que técnicamente no se podría considerar a Irán una dictadura, pues tiene elecciones presidenciales –las últimas en mayo de 2017 con reelección en el cargo de Hasán Rohaní–, el hecho indiscutible es que lo es, con el poder máximo residiendo en el clero, y la figura de Alí Jamenei como Líder Supremo desde 1989, cuando sucedió al fallecido Jomeini. La influencia del islamismo en la vida política es superior a la de los dirigentes parlamentarios. Una situación que ha llevado a uno de los países más evolucionados de Asia a finales de los 70 a quedarse anclado en el pasado en demasiados aspectos, en un proceso relatado magistralmente por Marjane Satrapi en el cómic del año 2000 Persépolis, publicado en España por Norma Editorial.
Tras la revolución llegó una cruenta guerra con Irak que ocupó casi toda la década de los 80. De ambos procesos, el integrismo sacó réditos para exacerbar su yugo sobre la sociedad civil, empobrecida y hastiada de tanta sangre. Así lo afirma a Libertad Digital Atbín Moayedi, periodista iraní afincado en Londres: "Después de la revolución todo se quedó fatal. Mi padre no pudo ir a la universidad porque se negó a aparentar que era musulmán, y le prohibieron matricularse. En Irán la decisión última sobre cualquier tema, el poder total, es para Jamenei y la gente que le rodea, no para el gobierno elegido en elecciones". De hecho, las imágenes de Jomeini y Jamenei se encuentran por doquier en un país en el que, según el informe de Amnistía Internacional de 2017, en ese año se produjeron centenares de ejecuciones tras juicios injustos, algunas de ellas en público, siendo confirmadas cuatro en menores de edad. La propia ONG afirma que en el país se sigue violando el derecho a cambiar o abjurar de religión, imponiéndose severas penas de prisión a cristianos conversos, en algunos casos de entre 10 y 15 años. Al mismo tiempo las personas musulmanas no chiíes no pueden presentarse a las elecciones presidenciales ni ocupar cargos políticos clave.
Sergio Sánchez, preparador físico español actualmente en los Liaoning Flying Leopards, campeones de la liga china de baloncesto, trabajó en la temporada 2013-14 en el Afra Khalij Fars de Teherán, y relata ahora para LD lo que es para un occidental vivir bajo la sharía. "Realmente las leyes son para todos, nacionales o no, pero la Policía de la Moral no vigila tan de cerca a los extranjeros. Obviamente cumples las normas, pero no tienes la misma preocupación que ellos en cuanto al uso del velo o el consumo de alcohol, por ejemplo". Recuerda una escena que suena a película, pero totalmente real: "En una cena en casa de un amigo llegó la policía a medianoche. Tiraron todo el alcohol por el váter, y a mí me transmitían que no me iba a pasar nada". Por otro lado, afirma, "la policía es sobornable, le dieron 50 dólares al cambio y no llegaron a entrar".
Sin embargo, y pese al radicalismo en no pocas ocasiones de sus dirigentes, en la gran mayoría de iraníes de a pie, muy especialmente en las ciudades, existen todo tipo de dudas con su actual régimen. "Ellos reniegan del mundo árabe, son persas y presumen de ello. Al contrario, sienten incluso animadversión por lo árabe, especialmente por Arabia Saudí e Irak", atestigua Sánchez. Añade Moayedi que "la filosofía y cultura persa es muy diferente a la árabe, totalmente en cuanto a creencias. Lo islámico y lo persa no es compatible. Sencillamente, no nos representan". No en vano, una buena parte de la población, orgullosa de su origen persa, es atea. "Nuestra religión mayoritaria es el zoroastrismo, pero lo realmente importante para nosotros es la cultura persa, no la religión. Por eso no es compatible el gobierno con la sociedad", apunta el periodista. Por ello, no resulta extraña esa casi liberación de muchos de ellos cuando abandonan sus fronteras hacia el extranjero, añorando una modernidad de la que paradójicamente gozaban hace 40 años, aún bajo una dictadura, y ahora no. O sencillamente, cuando atraviesan el umbral de sus domicilios y se ocultan de la vista de la policía de la moral. Ahí su vida cambia, leen libros censurados, escuchan música prohibida, disfrutan de los canales internacionales con sus parabólicas (las hay por doquier), o se conectan a un servidor extranjero para usar sus redes sociales, a priori prohibidas por el régimen.
Para los iraníes, "todo esto es difícil, nos duele ver los problemas que tenemos en nuestro propio país, la falta de libertades, especialmente en las mujeres. En nuestra sociedad las mujeres están más consideradas que los hombres, tienen más derechos, al igual que los niños y otras personas vulnerables, aunque desafortunadamente para nosotros desde 1979 todo cambió y se nos ve como radicales desde el exterior. Por eso es tan importante que la comunidad internacional sepa estas cosas", exhorta Moayedi. Progresivamente, además, algunos empiezan a mostrarse en la calle con corbata, asociada con el régimen al Sha y al imperialismo, o maquilladas en el caso de ellas, que se recogen el pelo en un moño para taparlo con el velo y que la cara y el flequillo puedan quedar descubiertos. Para las más conservadoras, el chador es la elección, dejando también al descubierto la cara al completo. No existen burkas en Irán, en otra forma de alejarse de "lo árabe".
En ese sentido, remarca el preparador madrileño que "el Irán de las ciudades es muy distinto al rural. La gente es muy occidental. Cumplen las normas fuera, pero cuando llegan a casa todo el mundo viste como le da la gana, las mujeres no usan velo y critican las políticas del gobierno. De hecho, recuerdo que en esas reuniones siempre había una habitación en la que entraban las chicas a cambiarse y vestirse como occidentales una vez que ya no había peligro para ellas". Aunque, eso sí, el ojo vigilante del estado siempre podría aparecer. En mayo de 2016, ocho personas fueron detenidas por la publicación en Instagram de fotos "no islámicas". Por ese mismo motivo, dado lo poco apropiado de su cabello para los preceptos islamistas radicales que marca la sharía, se prohibió a Carles Puyol aparecer en la televisión iraní en el análisis postpartido del reciente duelo mundialista, contra España, una vez que el ex jugador del Barcelona ya se encontraba en Teherán.
A nivel deportivo, Irán es sin duda una de las grandes potencias asiáticas, muy especialmente en los deportes colectivos. Sus equipos masculinos de baloncesto, fútbol, balonmano, fútbol sala y voleibol son elite continental, y en el caso de este último deporte, incluso mundial. Su mayor poderío físico respecto a otros países asiáticos, así como su carácter eminentemente competitivo, les ha permitido durante años marcar tendencia en el deporte continental. Empero, no resulta sorprendente entender que a nivel femenino las cosas no son nada boyantes en el país de los Ayatolás, como tampoco en la vida diaria de las persas. Por ejemplo, las mujeres tienen limitado su acceso a métodos anticonceptivos modernos y asequibles. Además, aquellas que muestren mechones de cabello sobresaliendo del hiyab o lleven mucho maquillaje o ropa ceñida pueden ser legalmente hostigadas o detenidas por la policía o fuerzas paramilitares. Y por supuesto, no han podido acceder desde 1979 a un estadio para ver como espectadoras un partido de fútbol masculino, hecho que ha dado lugar a situaciones tan rocambolescas como que el pasado mes de abril cinco aficionadas del Persépolis, el más poderoso club iraní, se disfrazaran de hombres para acceder al Estadio Azadí y vivir la victoria de su equipo por 3-0 ante el Sepidrood que además dio a los de Teherán su decimoprimer título liguero. Sin embargo, no es un problema sólo del fútbol, ya que en el reciente Mundial de vóley playa, o en los partidos de la Liga Mundial de voleibol que la selección iraní celebra como local, y pese a los mensajes por parte del gobierno de Rohaní acerca de la próxima eliminación de esta norma, las mujeres tampoco pudieron ver deporte masculino en directo, por considerarse inmoral para los ojos femeninos la imagen de un hombre en pantalones cortos. Una muestra más de que el poder en Irán hoy día sigue residiendo en el clero por encima del parlamento, otorgando una evidente superioridad legal al hombre sobre la mujer. Muestra de ello fue la ausencia de Niloufar Ardalan, capitana de la selección persa de fútbol sala en la Copa de Asia de 2015, celebrada en Malasia, tras serle requisado su pasaporte por su marido, acto legal en Irán.
Así las cosas, hasta en los gimnasios se establece una diferenciación tajante entre sexos. La mayoría son exclusivamente masculinos, aunque también existen los femeninos. La opción menos radical es en aquellos que son para mujeres por la mañana y para hombres en horario vespertino. Recuerda Sergio Sánchez que la excepción a esta norma son "las mujeres periodistas, y en algunos casos, no siempre, las esposas de los jugadores extranjeros, que en ciudades como Isfahán pueden acceder al pabellón, no así en Teherán". Por supuesto, no hay mujeres trabajando en cuerpos técnicos de equipos masculinos, entrenadoras, fisioterapeutas o delegadas. Profundiza el español en un caso aún más extremo vivido en primera persona: "En nuestro club había un equipo femenino que entrenaba antes que nosotros, y estaba totalmente prohibido que nadie pudiera verlas entrenar. Había que esperar dentro del vestuario a que todas abandonaran la pista para poder entrar. Y en sus partidos, el público era exclusivamente femenino, totalmente estricto, ni periodistas, ni entrenadores hombres. Juegan por supuesto con todo el cuerpo tapado y usan velo y pantalón largo o malla".
Pero cada vez empiezan a surgir más voces críticas a esta situación. Desde su exilio neoyorquino, la periodista Masih Alinejad mantiene una potente campaña internacional sobre la libertad en el uso del hiyab. Y recientemente, también pesos pesados del deporte han sido capaces de posicionarse contra el régimen desde el extranjero. Es el caso de los futbolistas Masoud Shojaei, ex jugador de Osasuna y Las Palmas, y el también internacional Ehsan Haji Safi. La pasada temporada, en las filas del Panionios, ambos disputaron un partido de la Europe League contra el Maccabi de Tel Aviv. Por ello, fueron inicialmente apartados del equipo nacional que dirige Carlos Queiroz, aunque finalmente ambos están en la lista iraní de Rusia. Peor suerte corrió el luchador Erfan Aeini, obligado a fingir una lesión en los Mundiales juveniles de lucha libre de Hungría en 2016 para no enfrentarse al israelí Daniel Popov. Su llanto ante las explicaciones de su entrenador demostraba su incapacidad para comprender la situación. Y es que para el gobierno de Teherán, participar en una cita deportiva contra atletas israelíes equivale a reconocer el Estado de Israel y, por consiguiente, abandonar la causa palestina. Y entonces, la amenaza opresora aparecería de inmediato: "La diferencia entre Masoud y Erfan Aeini es que éste vive en Irán. Haber competido no habría sido un problema solo para él, sino también para su familia seguramente. El gobierno de Irán está formado por gente muy capaz de hacer daño a su propia gente".
El otro gran enemigo político de Irán es, claro, Estados Unidos. Cada 4 de noviembre se celebra la toma de rehenes en la Embajada americana en Teherán, llevada al cine en 2012 por Ben Affleck en Argo. Ese día se queman banderas americanas, y se lanzan proclamas contra Israel y los norteamericanos. Atbín Moayedi califica estos actos como de "propaganda del gobierno. La gente que vemos en las fotos suelen ser ciudadanos con pocos recursos y un nivel de estudios bajo, muchas veces pagados por el gobierno para hacer este tipo de acciones. Es la gente que sostiene al régimen, pero la mayoría de iraníes con formación, que son muchísimos, no piensan así. Cada día más y más entienden que este no es el camino". La experiencia de Sergio Sánchez sobre el terreno confirma que "el ciudadano de a pie no tiene problemas con Estados Unidos, las famosas quemas de banderas están orquestadas por el gobierno, ya que, de hecho, la mayoría de iraníes lo que quiere es irse a Estados Unidos, Canadá o Europa a vivir mientras llegue el momento del cambio. Realmente además son muy hospitalarios con el extranjero, en cuanto detectan que lo eres te agasajan". Ciertamente, uno de los preceptos de la cultura persa es su calurosa hospitalidad. No es inhabitual que a los visitantes se les invite a comida en las calles, e incluso llegado el caso, a los propios domicilios de los lugareños. El conflicto con americanos e israelíes es más de altas esferas que del día a día en las calles de Irán. Aun así, nadie obvia que el triunfo en el Mundial de Francia ante los americanos por 1-2 es el momento cumbre del balompié persa hasta la fecha, aunque podría ser superado con una clasificación para los cruces en Rusia. Moayedi atestigua que, debido al peso específico estadounidense en Oriente Medio, y su papel clave en la guerra contra Irak, "aquel partido fue muy importante, no sólo por ganar, sino también un poco por simbolizar que podemos ser amigos. De hecho, poco después, en el año 2000 jugamos un partido amistoso en Estados Unidos. Es importante que el deporte sea capaz de estar por encima de la política".
Pero pese a todo este escenario marcado por el radicalismo político, lo cierto es que empiezan a verse posibilidades de ese giro. Desde la llegada al país en 2005 de Katayoun Khosrowyar, iraní nacida en Estados Unidos, el balompié femenino ha crecido exponencialmente, iniciándose la gran revolución del fútbol iraní. La actual seleccionadora persa sub 17 y sub 19 declaraba recientemente a Sky Sports que "mi trabajo ha sido ser entrenadora, pero también un ejemplo a seguir. Ahora hay muchas mujeres apretando de forma legal a las federaciones, al gobierno y otros sectores para lograr el cambio (…). La gente solía vernos como a ninjas (por jugar tapadas), pero ahora ya nadie lo hace de esa manera".
Por ello, se puede afirmar que, cuatro décadas después del inicio de la revolución, todo podría estar empezando a virar, siquiera muy lentamente. En el partido ante España las mujeres, al fin, pudieron acceder al Estadio Azadí para ver el duelo en pantallas gigantes, no así en el previo ante Marruecos. Algo que se espera, aunque nadie lo asegura, que se repita este lunes, en el cierre de la primera fase del Mundial ante Portugal, donde una victoria persa les metería en 1/8 de final.
UNPRECEDENTED: Iranian women at Azadi stadium to watch (televised) #IRNESP at #worldcup pic.twitter.com/oKnRmFSURx
— Sobhan Hassanvand (@Hassanvand) June 20, 2018
Afirma Atbín Moayedi desde Londres que "hoy ya no se finge que eres religioso, esto ha cambiado. El gobierno sabe que la gente, con un 25% de paro juvenil entre los menores de 30 años, está frustrada". Más aún en un país que ostenta, según datos de Forbes en 2015, el tercer mayor número de graduados universitarios en carreras de ciencia, tecnología, ingeniería, o matemáticas, sólo por detrás de Rusia y Estados Unidos. Por ello, "la juventud no quiere tener nada que ver con la religión, está cansada de mentiras. No hay conexión con el gobierno y cada vez hay más protestas en las calles sobre los derechos, el uso del hiyab, etc., porque todo eso no es nada persa", asevera el cronista. En 2013 hubo esperanza con las promesas reformistas de Rohaní, sucesor del ultraconservador Ahmadineyad, pero la realidad es que cinco años más tarde el desencanto ha vuelto a la vida diaria iraní. Justo antes del Mundial, la presión popular obligó a cambiar una campaña publicitaria de apoyo a la selección persa en la que sólo se veían hombres. Finalmente, hoy en las calles de la capital iraní se ve también la imagen de mujeres animando a los de Queiroz. "Por eso, las imágenes del Azadí con tantas féminas viendo el partido ante España son excelentes para nuestro país, porque representan que el gobierno está empezando a tener miedo a la gente, y si no empiezan a dar cosas, cada vez habrá más y más protestas", confirma Moayedi, que encuentra un símil a la situación iraní en la popular serie Juego de Tronos: "Nuestro gobierno es un poco como los Lannister de la serie, sólo tiene poder a través de infundir miedo a la gente. Pero ese poder a través del miedo es frágil", declara.
Son los pequeños pasos que está dando un país con enorme potencial económico debido a sus reservas de petróleo, y que no necesita reinventarse, simplemente volver a ser el que fue, zafándose de las ataduras impuestas por aquellos a los que parece gustarles vivir en la edad media en no pocos aspectos. Pero paradójicamente, el 65% de la población iraní tiene hoy día un Smartphone y la capacidad de conectarse a una VPN (red privada virtual) extranjera para poder usar libremente sus redes sociales, censuradas en la red local. Siempre en casa, eso sí, en su reducto de esperanza hacia el país que una mayoría desea. "En Irán por suerte la información no está controlada, sólo en los medios públicos. Y casi todo el mundo tiene familia en el extranjero y una parabólica en casa. Es por ello que yo tengo grandes esperanzas ahora de que nuestra generación, quizá no mañana, pero sí en 5, 10 o 20 años, comenzará a lograr el cambio de verdad", asevera esperanzado Atbín Moayedi. Esa, sin duda, sería la mejor de las noticias para una cultura milenaria, gigantesca, que espera impaciente el momento de tumbar un régimen antediluviano del que ni por supuesto presume ni, sencillamente, le representa. "El islam es la religión del país, pero no de la gente", sentencia el periodista.
Rusia 2018 ha supuesto un momento histórico en los derechos de las mujeres persas. Falta por ver si será una raya en el agua o una consolidación real hacia un Irán verdaderamente moderno.