La infancia de Franck Ribéry marcó su personalidad. Dos hechos cambiaron su vida para siempre. Sus padres biológicos lo abandonaron en un convento cuando era un recién nacido. Meses después, sufrió un accidente de tráfico. Su cara se estampó contra el parabrisas del coche en el que viajaba. Se salvó de milagro. Recibió 100 puntos de sutura y la cicatriz lo acompaña desde entonces.
Cuando era pequeño, Franck lo pasó realmente mal. "La gente me señalaba, me llamaban feo y se metían conmigo. A cualquier sitio al que iba la gente siempre se fijaba en mi cicatriz". Sin embargo, fue precisamente su cicatriz la que le hizo más fuerte: "La cicatriz me dio el carácter y la fuerza para superar los problemas".
La cicatriz fue lo que forjó la fuerte personalidad del galo, pero también la que le originó mucho sufrimiento. Tanto a él como a su familia: "La forma en la que las personas me miraban, las críticas... Mi familia sufrió, pero yo nunca lloré por ello. Sufrí porque era joven y me molestaba la reacción de la gente, pero jamás me fui a la esquina a llorar".
Ribery, que reconoce que su mujer, Wahiba Belhami,ha tenido un papel esencial en su exitosa carrera, ha marcado una época en el fútbol alemán.
Tras iniciar su carrera en el US Bologne, en medio de problemas y peleas en Francia, y llamar la atención del mundo en el Metz de la Ligue 1, el fichaje por el Galatasaray fue el primer gran salto del extremo en el fútbol mundial. Poco después regresó al Olympique de Marsella para cambiar Francia por Alemania y hacer historia en el Bayern de Múnich.