"Los resultados de los exámenes son más bien preocupantes". Esta simple frase puede hacer tambalear los cimientos del fútbol tal y como lo conocemos hoy. Fue pronunciada por el exfutbolista inglés Alan Shearer, después de que se le realizara un estudio en el hospital tras sufrir algunos problemas cerebrales, especialmente relacionados con la pérdida de la memoria.
El temor a que estos daños cerebrales sean a causa de los constantes remates de cabeza que llevó a cabo durante su carrera se ha multiplicado. Más tras conocerse que el año pasado dos estudios paralelos realizados por el University College London Hospital y por el Hospital británico de neurología y neurocirugía por un lado, y por la universidad escocesa de Stirling por el otro, afirmaran el juego de cabeza en el fútbol podía tener un impacto significativo en las funciones de memoria y del cerebro.
Hasta ahora, afirma el propio Shearer,"las autoridades se muestran reticentes a buscar respuestas". Y el caso nos lleva ineludiblemente al de Justin Strzelczyk, la estrella de los Pittsburgh Steelers de la Liga de Fútbol Americano durante los años 90. El 30 de septiembre de 2004 falleció en un accidente de tráfico cuando estaba "huyendo del diablo".
Pese a que se dijo que todo era a causa de los efectos de las drogas, o a una posible depresión tras su retirada, lo cierto es que la autopsia reveló que había sufrido daños cerebrales de origen desconocido. Había sufrido encefalopatía traumática crónica, o CTE por sus siglas en inglés (Chronic traumatic encephalopathy, Concussion).
El neurólogo forense nigeriano afincado en Estados Unidos Bennet Omalu decidió estudiar el caso, dadas las incongruencias del mismo. Y pese a las múltiples trabas que se encontró desde diferentes organismos –y que se puede ver perfectamente en la película La verdad duele–, su resolución fue muy clara: durante sus 15 años de carrera en la NFL había recibido impactos en la cabeza que equivalían a 25.000 accidentes de tráfico leves. Ese era el motivo de su demencia. Ese era el motivo de su muerte.
Tras, no sin muchos problema de nuevo, darse por válido su estudio, se detectó que el caso de Justin Strzelczyk era exactamente el mismo que habían padecido otros exjugadores de la NFL como Terry Long, André Waters, Tom McHale, Dave Duerson o Junior Seau, entre otros. Todos presentaban el mismo cuadro: encefalopatía traumática crónica a causa de los golpes en la cabeza que se habían producido durante sus carreras.
No sin reticencias, la competición tomó desde ese momento algunas medidas de seguridad, como limitar los golpes en la cabeza, o mejorar los diseños de los cascos para ofrecer mayor protección. El fútbol americano seguiría jugándose, no podía ser de otra manera, pero ahora lo hace sabiendo que incluso la NFL admite que el juego representa un riesgo para la salud. El último estudio publicado este mismo verano por el Journal of American Medical Association ha encontrado lesiones cerebrales en 110 de 111 cerebros donados por exjugadores de la NFL.
Volviendo al drama de Shearer
Por eso es inevitable pensar en estos sucesos cuando se repara en el caso de Shearer, el primero que se ha dado a conocer abiertamente. "Cuando uno se convierte en profesional, ya espera que a la larga tendrá problemas de rodilla, de espalda o de tobillo. Pero nunca pensé que el fútbol estaría ligado también a enfermedades cerebrales", afirma el exdelantero inglés, que añade: "El fútbol es un deporte duro y brillante, pero hay que estar seguros de que no sea también un juego mortal".
Cualquiera que recuerde al magnífico delantero que fue Alan Shearer, de los mejores que ha dado jamás el fútbol británico, encontrará de inmediato los paralelismos. Entre sus múltiples cualidades, sobre todo dentro del área, hubo una en la que destacaba sobremanera: el remate de cabeza.
Aproximadamente un tercio de los 260 goles que marcó durante su carrera –hasta la fecha de hoy el máximo goleador histórico del fútbol inglés– fueron con la cabeza. "Por cada uno que marqué, había marcado mil más igual en los entrenamientos", comenta ahora Shearer, quien añade que "sin duda eso me pone en riesgo si es que existe un vínculo entre ambos factores".
Se le ve atemorizado a Shearer mientras pronuncia estas palabras, en el documental de investigación Football, Dementia and me que recientemente ha emitido la cadena británica BBC. ¿Existe una relación directa entre rematar miles de veces de cabeza y sufrir un deterioro de la capacidad mental en la vejez? Es la pregunta que se plantean.
Y el caso, nuevamente, nos lleva al de Justin Strzelczyk. Shearer afirma que, tras las pruebas realizadas, ha llamado a todas las puertas de los organismos futbolísticos británicos exigiendo mejores explicaciones, pero sigue sin encontrar claridad. Lo único que evidencia es que él tiene algunos problemas, que se trata de un tema no resuelto, y que necesita de una aclaración. Más cuando salen a la palestra otros casos. Como el de Jeff Astler, exfutbolista del West Brom que murió hace 15 años con diversos daños cerebrales. Le diagnosticaron "cerebro de boxeador". En el mismo reportaje, la mujer del exjugador Matt Tees asegura que puede nombrar ocho futbolistas que jugaron con su marido que sufren demencia o Alzheimer.
La situación, como ya sucediera cuando se descubrió el drama en la NFL, choca de momento con los altos estamentos. La Federación inglesa, que en los últimos días ha mostrado su disponibilidad para llegar hasta el final del caso, lamenta el poco interés mostrado por la FIFA en buscar respuestas. De momento, en Estados Unidos ya se ha prohibido cabecear a los niños hasta que no tengan 11 años.
Pero también es cierto que hay un dato y una voz que llaman a la calma: John Terry, mítico capitán del Chelsea y actualmente en el Aston Villa, prestigioso cabeceador tanto en ataque como, sobre todo, en defensa, manifiesta en el mismo documental de la BBC que "con todos los cabezazos que he dado en mi vida, ahora creo que en los entrenamientos no le doy ni una sola vez de cabeza. Y es que el fútbol ha evolucionado en ese sentido. Antes, venía el balón del portero y mi misión era devolverlo lo más lejos posible de cabeza. Ahora, el balón está el 99% del tiempo del césped. Además de que los balones han cambiado mucho, ahora son mucho más livianos".
Una explicación que no resuelve el problema. Lo más, lo puede trasladar a algunas décadas atrás. Por eso, futbolistas de los 80, como Gary Lineker, manifiestan su preocupación. "Es un tema interesante, a la vez que preocupante". E incluso Peter Crouch, el futbolista en activo que ha marcado más goles de cabeza en la Premier. Tras ver el documental de la BBC ha admitido que "Shearer me hizo pensar sobre lo que parece ser un problema a tener en cuenta. Mentiría si dijera que no estoy preocupado por el efecto que puede provocar golpear el balón tantas veces durante tanto tiempo. Yo lo hago como veinte veces en cada partido, y llevo más de 500 partidos".
"Decididamente –continúa Crouch– debo hacerme un escáner de CTE para ver si todos esos golpeos me han dejado alguna marca. Porque está claro que cada vez que golpeas el balón con la cabeza, tu cerebro se sacude. ¿Quién no ha sentido alguna vez un tremendo dolor cuando no has cabeceado bien el balón? Eso es tu cerebro sacudiéndose. Seamos honestos, eso no puede ser muy bueno para la salud, ¿verdad?", escribe Crouch en el Daily Mail, añadiendo que "la FA o la PFA deben hacer más, conducir un estudio sobre todos estos efectos".
Es difícil que el caso alcance la magnitud que alcanzó en el fútbol americano. Si bien es cierto que, como hemos comentado aquí, las similitudes en ambos casos son varias, no es menos cierto que también son muchas, y muy grandes, las diferencias, sobre todo en lo que refiere a los golpeos. Lo que está claro es que Shearer, mediante su documental, ha conseguido abrir una discusión más que necesaria sobre una faceta habitual en el mundo del fútbol, y que indudablemente, como apuntan tanto él como Crouch, requiere de un estudio más a fondo.