Roman Zozulya, todos lo saben, es un futbolista del Betis que en el cierre del mercado invernal fue cedido al Rayo Vallecano para ayudar al conjunto madrileño a salvar la categoría en el tramo final de la competición. Pero a quien la afición rayista, con un marcado acento de izquierdas, ha impedido siquiera debutar con el equipo. No le quieren, según ellos por su ideología manifiesta de derechas.
Sea como fuere, el futbolista ucraniano ha sido amenazado, vejado e insultado, ha tenido que abandonar Madrid y regresar a Sevilla, y ahora mismo se enfrenta a una situación muy incómoda: no tiene equipo, y no podrá tener equipo hasta el próximo verano.
No es el primer caso que sucede algo así. Le pasó a Meunier, le pasó a Zubikarai, e incluso le pasó a Sergi Guardiola. Pero quizá el más exagerado de todos fue el que le pasó a Zaur Sadayev, futbolista ruso de origen checheno, en el Beitar Jerusalem
Unos ultras demasiado ultras
Habría que comenzar señalando que los ultras del Beitar Jerusalem están considerados unos de los más racistas del continente. Pese a ser el equipo más popular de Israel, y contar con una afición de las más acérrimas –similar a la del Maccabi Tel Aviv en baloncesto- sus ultras, apodados La Familia, son famosos por su odio hacia los árabes y musulmanes.
Se da la circunstancia de que La Familia es uno de los pocos casos en que un grupo de ultras es oficialmente reconocido por el propio club que, por decirlo de alguna manera, lo justifica de este modo. Un grupo de ultras con continuas canciones marcadamente racistas, anti árabes, anti palestinas… "Muerte a los árabes" o "Mahoma es homosexual", se les puede escuchar.
En el año 2005 el Beitar Jerusalem fue adquirido por el oligarca ruso de origen israelí Arcadi Gaydamak, conocido traficante de armas y amigo del controvertido presidente checheno Kadyrov, acusado de violación de los derechos humanos. A su vez, Kadyrov era el presidente del Terek Grozny, equipo de la capital chechena.
Como es evidente, la relación entre ambos conjuntos se intensificó, jugando diversos partidos amistosos. Tras uno de ellos, en 2013, el Beitar regresó de Grozni con dos nuevos futbolistas cedidos: el defensa Dzhabrail Kadiyev, y el delantero Zaur Sadayev.
En principio, parecían dos buenos refuerzos para apuntalar el equipo, salvo por un pequeño detalle, que fue el que desencadenó el escándalo: los dos futbolistas eran de religión musulmana. Es decir, intolerables para la afición del Beitar.
El gol más bochornoso
Desde su llegada al Beitar, ambos jugadores fueron recibidos con insultos, escupitajos y cánticos racistas. En cada entrenamiento. Hasta el punto de obligar al club a ponerles una protección las 24 horas del día. Para protegerles, es curioso, de sus propios aficionados.
Pronto los cánticos y las pintadas se dirigieron hacia el club, criticando que permitieran que dos futbolistas de religión musulmana se mantuvieran en la plantilla. Incluso muchos de los aficionados dejaron de acudir al estadio. A finales de febrero varios ultras fueron arrestados y condenados por la exhibición de símbolos de pureza racial, y acto seguido es incendiada la sede del club, provocando daños y quemando documentos, camisetas, objetos de recuerdo…
Mientras tanto, la vida de Sadayev y Kadiyev transcurre extraña, llena de incerteza para dos jóvenes que tan solo tenían la ilusión de jugar al fútbol. Hasta que el 3 de marzo del 2013 se produce el bochornoso episodio.
En un partido en el que el Beitar Jerusalem se enfrenta al Maccabi Netanya, Zaur Sadayev anota su primer tanto. Pero no pudo correr hacia el fondo para celebrarlo. Qué va. Estos habían empezado a silbar, a escupir, y a tirar objetos al campo.
Una parte del estadio comenzó a reprochar aquella actitud, dándole mayor importancia al gol que a cualquier otra cosa, momento en que los ultras del Beitar comenzaron a abandonar la grada, dedicando gestos desagradables a Sadayev, una persona impura a pesar de haber marcado el gol de su equipo.
Sadayev y Kadiyev no soportaron más aquella triste situación, y en cuanto terminó la temporada abandonaron Jerusalén. Y si continuaron en el Beitar hasta junio fue porque ya no podían jugar con ningún otro equipo –lo que le puede pasar ahora a Zozulya.
Tras ellos, toda la directiva, Gaydamak incluido, dejó el Beitar. La Familia, por su parte, fue creciendo en influencia y en peso en las gestiones del club. Hasta el pasado verano, cuando la Policía israelí detuvo a casi 80 miembros del grupo radical, en lo que podría ser el comienzo de su declive.
Un declive necesario en un época en la que el fútbol se está comprometiendo más que nunca –y debe hacerlo- contra el racismo, la violencia, las barreras sociales… para poder disfrutar de lo que realmente debe ser el fútbol: diversión, pasión, alegría.