Ferenc Puskas: diez años sin la 'escopeta' húngara
Este jueves 17 de noviembre se cumple una década de la muerte de Pancho Puskas, uno de los mejores futbolistas de la historia.
Érase un futbolista con una clase descomunal, un cañón en la pierna izquierda y un regate eléctrico. Érase un genio del balón. Érase el sexto mejor jugador del siglo XX, según la clasificación de la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS, por sus siglas en inglés). Ferenc Puskas (Budapest, 2 de abril de 1927 - Budapest, 17 de noviembre de 2006) marcó una época en el Real Madrid, donde formó una delantera de leyenda junto a Di Stéfano, Gento, Kopa y Rial, tras haber liderado dos auténticos equipazos: el Honved húngaro y la selección magiar.
Más conocido en España como Cañoncito o Pancho, Puskas ha sido uno de los mejores goleadores de la historia del fútbol, la gran estrella mundial durante más de una década. No sólo era un futbolista extraordinario, sino también "una bellísima persona", como decía de él Celia Castelló, una mujer valenciana que fue su asistente durante muchos años en España, según se recoge en un artículo publicado por Jot Down en diciembre de 2012.
"Tenía ángel, era cálido y acogedor. Una bellísima persona. Su comportamiento era muy puro, muy sano en todo momento. Era como un niño grande", relata Celia.
"Todos me decían que Puskas era una de las personas más entrañables que han conocido jamás. Casi nadie lo ve sólo como un jugador. Esto me sorprendió. Alfredo Di Stéfano me dijo que como futbolista era un diez, pero también como persona", comentaba, por su parte, el periodista húngaro György Szöllosi, autor del libro Puskas y actual director de comunicación de la Academia que lleva el nombre del genial exjugador magiar.
Lo cierto es que el comandante galopante –así también era conocido Ferenc antes de su llegada a España en 1958– acabaría dejando huella en el Real Madrid, club con el que lo ganó todo durante las ocho temporadas en las que vistió la camiseta blanca, pese a que pocos creían en su fichaje por estar fuera de forma, con bastantes kilos de más. Pero Don Santiago Bernabéu sí lo hizo y, entre él y el entrenador Luis Carniglia, consiguieron para que Puskas volviera a ser la estrella de antaño.
Pancho no tardó en ganarse la simpatía y el respeto de todos. De los compañeros y de los rivales. Cuando el Real Madrid jugó su séptima final de Copa de Europa en 1964, ante el Inter de Milán, Sandro Mazzola tenía pensado cambiar su camiseta con la de Alfredo Di Stéfano. Pero, antes de llegar a La Saeta Rubia, al goleador italiano, que acababa de marcar el definitivo 3-1 que sentenciaba a los blancos en el Praterstadion de Viena, se le cruzó Puskas y le dijo: "Disfruta de este momento, chaval. Para gloria tuya y orgullo de tu padre, Valentino Mazzola, esté en donde esté". Dicho y hecho: Mazzola cambió su camiseta con Pancho, en una clara muestra de admiración hacia el húngaro.
Fútbol en las venas
Ferenc Puskas, cuyo nombre real era el de Ferenc Purczeld Bíró, nació en Budapest y se crió en Kispest, hoy un barrio al sureste de la ciudad histórica de Pest y por aquel entonces un pueblo lindante con la capital húngara. Desde niño empezó a jugar al fútbol, un deporte que le venía de familia, pues su padre, que también se llamaba Ferenc –era un suabo del Danubio de origen étnico alemán– fue un famoso jugador húngaro de los años 20 y 30. Aunque su hijo le acabaría superando con creces.
El pequeño Ferenc utilizó al principio el nombre de Miklós Kovács para eludir las normas de la edad mínima antes de firmar oficialmente por el Kispest a los 12 años. Ya con 16 despuntaba en la Primera división húngara con el Kispest, club en el que comenzó siendo recogepelotas. Allí fue donde recibió el apodo de Öcsi, que significa 'hermano' en húngaro.
Le bastaron sólo dos temporadas en este equipo para debutar con la selección húngara. Tenía 18 años. Fue entonces, en 1945, cuando Ferenc decide cambiarse el apellido Purczeld al de Puskas –que es un diminutivo de la palabra vadászpuska, 'escopeta' en húngaro–.
También su club se cambió de nombre y, en 1949, el Kispest pasa a llamarse Honved –la palabra húngara honvéd significa literalmente 'el defensor de la patria'–. El club, que también contaba en sus filas con József Bozsik y más tarde se reforzaría con otras dos estrellas húngaras como Zoltán Czibor y Sándor Kocsis, no tardaría en convertirse en el equipo del Ejército de Hungría.
La Hungría 'de oro' y el Honved, dos equipos de leyenda
Con Puskas como capitán y líder del equipo, el Honved conquista cinco títulos de liga casi consecutivos entre 1949 y 1955 mientras Puskas se erigía en uno de los grandes goleadores del campeonato magiar. No en vano, en la temporada 1947/48 fue el máximo artillero con la nada desdeñable cifra de 50 goles. El Honved causaba furor en Europa y, a su vez, la selección húngara –conocida como El equipo de Oro, con futbolistas de la talla de Puskas, Czibor, Kocsis, Hidegkuti, Szusza, Bozsik y Grosics, entre otros– era un auténtico rodillo a finales de la década de los 40 y principios de los 50, encadenando una impresionante marca de 13 años sin perder.
Hungría ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Helsinki'52, derrotando en la final a la Yugoslavia de Vujadin Boskov por 2-0, y maravillaba cada vez más al mundo con su juego.
Sin embargo, una de las mejores exhibiciones de aquel Equipo de Oro fue el histórico encuentro frente a Inglaterra en Wembley en diciembre de 1953. El choque finalizó con 3-6 favorable al cuadro magiar y con la sensación de haber sido uno de los mejores partidos que se habían podido ver hasta entonces. Como máximo exponente de aquellos húngaros mágicos, Puskas fue elegido como mejor jugador del mundo por toda la crítica y los aficionados.
Pero aún faltaba el plato fuerte, el Mundial de Suiza'54. Hungría se planta en la gran final contra Alemania Federal, en un partido que pasaría a la historia con el sobrenombre de El Milagro de Berna. Los magiares empezaron francamente bien, ganando por 0-2 a los ocho minutos con los goles de Puskas y Czibor, pero los germanos, capitaneados por Fritz Walter, terminaron remontando con los tantos de Max Morlock y Helmut Rahn (2). Alemania se hizo con el título, pero Hungría había maravillado en aquel mundial suizo con sus exhibiciones futbolísticas. Y, de todos aquellos astros, quien más brillaba era un Ferenc Puskas que acabaría consiguiendo nada menos que 84 goles en 85 partidos con la selección magiar.
El destierro
Pero el ocaso de aquel equipo de ensueño llegaría con la Revolución húngara de 1956. El 4 de noviembre de aquel año, el jugador viaja con el Honved a Bilbao para disputar un partido de Copa de Europa frente al Athletic Club y allí se entera de que su ciudad, Budapest, está siendo invadida por las tropas soviéticas. Puskas decide desertar y durante un tiempo incluso se le da por muerto. Fue juzgado en ausencia acusado de "traidor a la patria" por el régimen comunista y tardaría un cuarto de siglo en regresar a su país.
Como ya le había ocurrido años atrás a otro mítico futbolista húngaro como Ladislao Kubala –que en 1949 fundó el equipo Hungaria junto a su cuñado Fernando Daucik–, Puskas también tuvo que buscarse la vida fuera de su país, así que entre finales de 1956 y principios de 1957 trató de fichar por el Milan y por la Juventus de Turín, pero sus deseos se vieron frustrados debido a la inhabilitación de dos años que le había impuesto la FIFA por negarse a volver a Budapest.
El comandante galopante estuvo cerca de fichar por el Manchester United a comienzos del año 1958, después del desastre aéreo de Múnich que había devastado la plantilla –en el accidente aéreo registrado el 6 de febrero fallecieron 23 personas, entre ellos ocho futbolistas de los Red Devils, además de dos directivos y el entrenador Tom Curry–, pero todo se acabaría paralizando debido a las estrictas reglas de la Federación Inglesa (FA) y al desconocimiento del jugador del idioma inglés.
Bernabéu, contra viento y marea
Puskas estuvo durante un buen tiempo alternando viajes entre la Riviera italiana y América, descuidando de forma alarmante su forma física. Y fue entonces cuando apareció en escena Don Santiago Bernabéu. El presidente del Real Madrid, apoyado por su mano derecha Antonio Calderón –gerente del club–, quiso fichar al jugador húngaro pese a la fuerte oposición de la afición e incluso de la mayoría de pesos pesados del club, encabezados por el secretario técnico José Samitier. Y es que no entendían los deseos del presidente de hacerse con los servicios de un futbolista absolutamente fuera de forma.
"Sólo estábamos los dos, Bernabéu y yo, pero yo no hablaba español y él tampoco hablaba húngaro. Pero conseguí explicarle que llevaba 18 kilos de más en la barriga. Él me miró, me entregó 5.000 dólares y me dijo: 'Ése es tu problema'. Luego me sancionó porque mi mujer pidió una cerveza en una comida creyendo que era para mí", dijo Puskas en una ocasión.
Lo cierto es que, el 11 de agosto de 1958, Bernabéu cierra el fichaje de Puskas. No era precisamente cuando desembarcó en el fútbol español, pues contaba ya con 31 años. El húngaro llegaba a un Real Madrid plagado de astros –Di Stéfano, Gento, Kopa, Rial, Marquitos, Santamaría...– y que venía de conquistar las tres primeras ediciones de la Copas de Europa. A Ferenc le pusieron un plan específico para estar en forma, diseñado por el mismísimo Santiago Bernabéu y cumplido a rajatabla por el entrenador Luis Antonio Carniglia, y el jugador respondió de manera totalmente profesional.
Su primer año no fue todo lo bueno que se esperaba por las circunstancias de su llegada, por la inactividad o por el idioma, pero el vestuario blanco, con Di Stéfano a la cabeza, tuvo mucha paciencia con Puskas, que en su segundo año ya sí consiguió brillar con luz propia. Aquel húngaro no tardó en ganarse el cariño de la afición y de sus compañeros, que le pusieron los motes de Cañoncito Pum y Pancho, respectivamente.
Un Puskas que, más allá de sus brillantes actuaciones en los terrenos de juego, también deslumbraba por su caballerosidad y simpatía.
Un palmarés envidiable
Pancho vivió ocho temporadas mágicas con la camiseta blanca en las que se hinchó a meter goles, con un total de 242 en 262 partidos oficiales, siendo el quinto máximo goleador en la historia del Real Madrid tras Cristiano Ronaldo (371), Raúl González (324), Alfredo Di Stéfano (307) y Carlos Alonso Santillana (290). Incluyendo los amistosos, disputó un total de 372 encuentros en los que firmó 324 goles, antes de colgar las botas en 1966, cuando el Madrid ye-yé logró la sexta Copa de Europa en Heysel.
Sin olvidar que también lo ganó todo con la camiseta madridista, consiguiendo un palmarés excepcional: tres Copas de Europa, cinco ligas y una Copa del Generalísimo, además de haber sido pichichi en cuatro ocasiones (1960, 1961, 1963 y 1964).
Un encuentro que quedó grabado en la retina a Puskas fue el de final de la Copa de Europa contra el Eintracht de Fráncfort el 18 de mayo de 1960 en el Hampden Park de Glasgow, donde el Real Madrid se impuso por 7-3 para conquistar la quinta Orejona de su historia. Un partido, considerado uno de los mejores de la historia del fútbol, en el que Pancho marcó cuatro de los siete goles de su equipo, mientras que los otros tres fueron obra de Di Stéfano.
Ferenc Puskas consiguió la nacionalidad española en 1961, gracias a la mediación de Santiago Bernabéu, y dejó de ser un apátrida. Y ahí comenzó su breve paso por la selección española, que entonces dirigía Pedro Escartín. Pancho sólo jugó cuatro encuentros con el equipo nacional español –junto a los Di Stéfano, Gento, Luis Suárez, Zoco, Adelardo o Del Sol, entre otros–, aunque no consiguió gol alguno. Debutó contra Marruecos en noviembre de 1961 y luego jugó los otros tres encuentros en el Mundial de Chile’62, ya a las órdenes de Pablo Hernández.
Mejor los goles que las salchichas
Más allá de su brillante carrera como futbolista, Pancho Puskas también disfrutaba de una placentera vida en Madrid, donde los inviernos hace medio siglo eran menos duros que en Budapest. Cañoncito, que tenía fijada su residencia frente al Parque del Retiro –en la plaza de los Reyes Magos–, quiso hacer sus pinitos en el mundo empresarial y creó un negocio de importación de salchichas vienesas llamado Salchichas Puskas –la sede social estaba en la calle Antonio Toledano, a unos 20 minutos andando de su domicilio–, pero sin demasiada suerte. Hasta allí acudía casi todas las tardes Ferenc junto a su mujer, Erzsébet –con la que se había casado en 1950–, y con su hija Anke, a la que llamaban Anuki. Tampoco le fue demasiado bien con otro negocio, la cafetería Pancho, que estableció cerca del estadio Santiago Bernabéu.
En vista de que lo suyo era el fútbol y no los negocios, Pancho decidió seguir ligado al deporte rey como entrenador. Tras entrenar al Deportivo Alavés en España y, después de un breve paso por Estados Unidos y Canadá, en 1971 se convirtió en el técnico del Panathinaikos griego, al que condujo a la final de la Copa de Europa, perdiendo contra el Ajax de Johan Cruyff en Wembley. Durante su período de cuatro años en Atenas, Puskas ayudó al equipo a conquistar un campeonato griego en 1972.
Pancho volvió a nuestro país para dirigir al Real Murcia y luego tuvo experiencias en Sudamérica –Chile y Paraguay–, la selección de Arabia Saudí y regresó a Grecia para dirigir al AEK de Atenas. Su último éxito como técnico le llegó en el South Melbourne Hellas, con el que ganó el título de la National Soccer League australiana en 1991.
Regreso a la patria
Puskas había regresado por primera vez a Hungría en 1981, 25 años después de su exilio, y no fue hasta 1992 cuando fijó definitivamente su residencia en ese país con la caída del comunismo. Un año después, en 1993, la Federación Húngara anunció la contratación del mítico exjugador como seleccionador nacional, dirigiendo al combinado magiar en cuatro partidos, incluyendo una victoria por 2-4 en un amistoso frente a la República de Irlanda en Dublín, después de que el cuadro visitante empezara perdiendo por 2-0.
En octubre de 2000, con 73 años, Pancho Puskas acudió a un chequeo médico a la clínica Kutvolgyi de de Budapest y allí se detectó una arterioesclerosis cerebral, quedando ingresado en ese centro y que sólo abandonaba puntualmente para asistir a algún homenaje. Desde ese mismo año también padecía Alzheimer.
Puskas vivió sus últimos años junto a su mujer en la capital húngara hasta fallecer el 17 de noviembre de 2006, con 79 años de edad. Ese mismo año, meses antes de su muerte, la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol le había elegido como sexto mejor jughador del siglo XX, con una puntuación de 810, tras Pelé (1.705), Johan Cruyff (1.303), Franz Beckenbauer (1.228), Alfredo Di Stéfano (1.215) y Diego Armando Maradona (1.214).
Además del imborrable legado que ha dejado en el madridismo y todo el fútbol mundial, Ferenc Puskas es el futbolista que, desde 2009, da nombre al premio de la FIFA al mejor gol del año.
Sin duda alguna un genio del balón, referencia de este deporte, que será recordado por siempre.
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