Aítor Karanka cumple su segunda temporada al frente del Middlesbrough inglés. En su primera experiencia como máximo responsable técnico -tras su etapa como ayudante de José Mourinho en el Real Madrid-, el vasco condujo al mítico Boro a las puertas de la Premier -perdieron la final del playoff de ascenso ante el Norwich-. Karanka cogió un equipo en plena reconstrucción, y gracias a un enorme trabajo técnico y de motivación, estuvo a punto de ascender a una escuadra que había sido diseñada para no pasar apuros.
El proyecto deportivo a largo plazo, ser uno de las mejores semilleros de toda Inglaterra -la cantera del Middlesbrough es una fuente inagotable de talento- y el fichaje como director deportivo de un español -
Además de los malos resultados, el ambiente en el Riverside Stadium se enrarecía.
Karanka empezó a tener una serie de desencuentros con el propietario del club, Steve Gibson. El dirigente estaba molesto tanto por los malos resultados del equipo como por la suplencia en las últimas semanas de su estrella, Jordan Rhodes -fichado a golpe de talonario en el mercado invernal por 14 millones de euros, cuando el ex del Madrid prefería al escocés Ross McCormack, del Fulham-, y de su ojito derecho, un Stewart Downing que, a sus 31 años, regresó en julio de 2015 al equipo de su vida.
Drástica decisión en busca de la reacción
Cierto sector del vestuario, encabezado por Stewart Downing, había aprovechado la crisis del equipo para promover una corriente en contra del entrenador. No querían que las críticas vertidas por Karanka les estallaran en la cara. ¿Qué hizo entonces el que fuera jugador del Real Madrid y Athletic de Bilbao? En una decisión sin precedentes, Aitor Karanka dio un puñetazo en la mesa. Furioso, propuso algo insólito. Tras reunirse con el club, lanzó el órdago. Si él era el problema, se apartaba. Quemado, quiso probar a sus jugadores.
El siguiente partido, este pasado fin de semana, era contra el Charlton. "¿No necesitáis a vuestro entrenador? Muy bien, demostrad que yo soy el problema", les dijo en el vestuario.
¡Karanka no viajó con el equipo y se quedó en casa! Un míster que no ha sido despedido y que, sin estar sancionado, no da órdenes desde la banda. Lo nunca visto. Ante una situación límite, viendo que el barco se le hundía, quiso probar si realmente él era el cusante del atasco futbolístico que sufría su equipo. Buscó un punto de inflexión.
La arriesgada jugada le salió a la perfección. Antes, durante y después del partido, la afición del Boro dictó sentencia: apoyo incondicional al entrenador con constantes cánticos de alabanza. Su equipo perdió por 2-0 y las sensaciones fueron nefastas. En 48 horas, Karanka logró cambiar el enfado de la directiva, a la que no le convencía esta medida de emergencia, por un apoyo total. En cuanto a los jugadores, éstos se dieron cuenta de que sin su líder el ascenso era una quimera. Habían quedado retratados.
El lunes, en un comunicado oficial, Karanka era ratificado. Los problemas extradeportivos se apartarán, al menos, hasta final de temporada. Una vez más, equipo, directiva y entrenador volverán a luchar todos a una. Juntos, el ascenso -el Middlesbrouh aún es segundo y juega cuatro de los próximos cinco partidos en su propio estadio- parece más cercano. El osado movimiento de Aitor Karanka puede terminar convirtiéndose en una jugada maestra. ¿Conseguirá el Boro su objetivo final y regresará al fin a la Premier después de seis temporadas en el infierno de la segunda división inglesa?