El fuera de juego es sin duda una de las acciones más habituales, y a su vez más polémicas, en un partido de fútbol. A veces, intrascendente; a veces, determinante. Casi siempre, se acierte o no, bajo protestas. Generalmente, con muchas dudas, dependiendo del color con que se mire. Hoy, pieza indispensable de nuestro fútbol, con verdaderos artistas a la hora de lanzarlo, o a la hora de saltarlo.
Pero no siempre fue así. En los comienzos del fútbol no existía. Aquello dio lugar a pintorescas situaciones, así que se decidió crear una norma que podría asemejarse a lo que es hoy día el fuera de juego. Pero fue entonces cuando un futbolista, Billy McCracken, fue más inteligente que todos los demás, y convirtió una regla que en principio perjudicaba a los defensas, en una ventaja para su equipo. Tanto, que obligó a la FIFA a reunirse y dar lugar a lo que hoy conocemos como el fuera de juego.
Un defensa brillante
Billy McCracken era un futbolista nacido en Belfast en 1883. En 1904 firma por el Newcastle United, un equipo que llevaba desde los inicios del campeonato inglés discurriendo sin pena ni gloria. Hasta que al futbolista norirlandés se le ocurrió una idea brillante.
Hay que recordar que en sus comienzos, en el fútbol el fuera de juego se producía únicamente cuando un delantero era el último futbolista –exceptuando al portero- cuando recibía el balón. Lo único que se pretendía es que no hubiera lo que se ha denominado siempre un palomero. Pero como los ataques –con el fútbol aún muy influenciado por el rugby- eran de ocho o nueve futbolistas en línea, se decidió cambiar la normativa.
Así, desde finales del siglo XIX, la norma del fuera de juego indicaba que "un jugador está en fuera de juego si en el momento en el que recibe el balón o éste llega a su altura, entre él y la portería contraria hay menos de tres jugadores de equipo". Es decir, dos defensas y el portero. En aquellos momentos, la táctica más extendida en Inglaterra era el 2-3-5, aunque había equipos que jugaban con tres zagueros.
Al bueno de McCracken, que formaba siempre pareja con Frank Hudsperth, se le ocurrió que si para que el atacante adversario cayera en fuera de juego bastaba con que sólo se quedara un defensa atrasado, lo suyo era dar siempre unos pasos adelante. Una idea tan brillante como sencilla; pero a nadie se le había ocurrido antes.
Así que comenzó a ser una constante en el Newcastle que, ante los ataques del equipo rival, McCracken avisara a su compañero de defensa, y se situara por delante de él, y por detrás del delantero de turno. De manera arcaica, lo que hoy se denomina "tirar el fuera de juego". Y siempre les salía bien. Tanto, que a partir de esa estrategia el Newcastle ganó tres ligas entre 1905 y 1909, además de una FA Cup –entonces casi tan importante como la liga- en 1910.
McCracken desesperaba enormemente a los atacantes rivales, que continuamente caían en la trampa, situándose en fuera de juego. En el peor de los casos, si la jugada del Newcastle salía mal, el delantero aún tenía que encarar a un defensa antes del portero. Era una maniobra perfecta.
Perfecta, pero aburrida. Los equipos no encontraban la manera de resolverla, y el público se impacientaba ante tanta interrupción. Tal era la situación, que los conjuntos rivales, lejos de buscar cómo solucionar el entramado, decidieron copiarlo. Y así, pocos años después de la genial idea de McCracken, toda Inglaterra jugaba igual. El aburrimiento era descomunal.
Tanto, que después de años de deliberación, se aprovechó la retirada de Billy McCracken de los terrenos de juego, en 1925, para cambiar la normativa de nuevo a una casi idéntica a la actual: "un jugador se halla en fuera de juego si se encuentra más cerca de la línea opuesta que el balón y el penúltimo adversario".
Es decir, ahora en lugar de tres, debía haber menos de dos defensas entre el delantero y la línea de gol para que existiera fuera de juego. El objetivo era claro: que la estrategia de lanzar el fuera de juego fuera mucho más arriesgada, puesto que desde ese momento, un error del defensor podía dejar solo al delantero delante del portero.
Todo, por culpa de McCracken. Un McCracken que siempre tendrá el honor, al alcance de muy pocos futbolistas en la historia, de haber provocado un cambio en las normas con sus acciones. Aunque la polémica siempre seguirá vigente.