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Kubala y el Hungaria, el equipo clandestino para escapar de la tiranía soviética

Tras ser sancionado por querer salir de Hungría, fundó, junto a su cuñado, el Hungaria, un equipo de exiliados soviéticos que triunfó en Europa.

Tras ser sancionado por querer salir de Hungría, fundó, junto a su cuñado, el Hungaria, un equipo de exiliados soviéticos que triunfó en Europa.
Foto del Hungaria, durante un partido en Mallorca. | Archivo

Ladislao Kubala ha sido, sin lugar a dudas, uno de los mejores futbolistas que ha pasado por la historia del fútbol español. Ídolo del Barcelona de los años 50, con el que ganó 4 ligas, 5 Copas, y 2 Copas de Ferias, es el tercer máximo anotador en la historia del conjunto azulgrana, y forma parte de la lista de los 50 Mejores Jugadores del Siglo XX elaborado por expertos e historiadores de FIFA.

Sin embargo, su llegada al fútbol español no fue, ni mucho menos, lo que se dice habitual. No es que llamara la atención en su país de origen –Hungría- y despertara el interés de los mejores de Barcelona o Real Madrid. Ni siquiera el acierto de un brillante ojeador. Para nada. Kubala llegó a España gracias a un equipo hecho para poder jugar, saltanto todas las normas, en la Europa occidental. Un equipo hecho para saltar del telón de acero, y huir del comunismo.

El Hungaria, un equipo inexistente pero legendario

Estamos en los años 40. Al otro lado del telón de acero, las cosas eran complicadas para aquellos futbolistas que tenían calidad para dar el salto a equipos de mayor calado. En países como Hungría, Yugoslavia o Checoslovaquia existían futbolistas cuyo nivel era superior al que podían mostrar en sus ligas. También, claro, la compensación económica. Pero mientras la URSS estaba en otro nivel, ellos eran oprimidos: no podían pasar al otro lado, no podían fichar por ningún equipo español, italiano o francés, y debían conformarse con lo poco que le daba la competición doméstica.

Entre estos futbolistas se encontraba un tal Laszlo Kubala. 'Prisionero' en su liga de Hungría. Un equipo italiano trató de hacerse con el futbolista, pero recibió la negativa de su Federación. Hizo caso omiso, él quería jugar fuera, pero entonces llegó una dura sanción por parte de la FIFA. Se les consideraba exiliados políticos, y ante la denuncia de sus clubes de origen, la FIFA le multó con un año sin poder jugar partidos oficiales.

Había que buscar una solución. Como él, se encontraban otros tantos futbolistas. Así que un día, estando junto a su cuñado Fernando Daucik –entonces entrenador de fútbol- se las ingenió para buscar una fórmula con la que poder jugar partidos en la Europa Occidental, sin romper la normativa. Fue así como entre los dos dieron lugar al Hungaria, un equipo clandestino, de contrabando, para buscarse la vida.

Era el verano de 1949, y a ellos se unieron varios futbolistas de gran calidad pero, para su desgracia, poca proyección. El guardameta Zvonko Monsider, quien terminaría jugando en Italia; Gyorgy Marik, que hizo carrera en Sudamérica; Bela Sarosi, quien también jugaría en Italia o España; o Nicolae Simotec, nacido en Rumanía, y que tras su paso por el Hungaria jugó en el Inter de Milán, el Brescia e incluso el Barcelona.

El Hungaria jugó partidos en Italia, Portugal, Francia o incluso Colombia. Pero donde más desplegaría su juego sería en España. Diversos partidos por la geografía española, desde Mallorca a Madrid pasando por Barcelona, para enfrentarse a equipos como el Real Madrid, el Espanyol, o incluso un combinado nacional.

Todo era a modo de exhibición, pero los futbolistas del Hungaria sabían que ahí estaba su escaparate para un futuro mejor. Prácticamente todos encontraron, ya a finales de 1950, acomodo en equipos europeos. Se les daba la nacionalidad para poder jugar en la liga, y de ese modo ya dejaban de ser húngaros o checoslovacos o yugoslavos y, por tanto, exiliados.

Kubala como bandera

El de más éxito, ya lo comentábamos, Laszlo Kubala. Tras un impresionante partido con el Hungaria ante el Espanyol, Barcelona y Real Madrid quisieron incorporarlo en sus filas. Pero fue José Samitier –jugador catalán con pasado madridista y entonces secretario técnico azulgrana- quien ganó la partida, ofreciéndole a Kubala un contrato de oro, además de un pasaporte español. El resto de la historia ya la saben.

Pero Kubala no llegó solo al Barcelona. Impuso como condición la llegada de su cuñado Fernando Daucik al banquillo. El entrenador checoslovaco construye en torno a Kubala un gran equipo, dando lugar a uno de los ciclos más exitosos del conjunto azulgrana.

Eran los retales del Hungaria, un equipo que duró solo una breve temporada, pero dejó páginas para la historia. Alcanzó una notoriedad inesperada, que posteriormente dio lugar a grandes satisfacciones para los héroes de aquella hazaña. Un equipo sin sede, sin estadio, sin trofeos, sin socios, que sólo existió en los terrenos de juego, y de manera no oficial, pero que ya forma parte de la historia más brillante del fútbol.

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