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Bruno, el portero asesino

Era el ídolo del Flamengo, hasta que se descubrió la verdad: Bruno había asesinado a una amante por tener un hijo suyo. La trama fue una barbarie.

Bruno Fernandes, después de su juicio. | EFE

8 de julio de 2010. Bruno Fernandes es un ídolo en el Flamengo. Portero ágil, seguro, sereno, con un gran presente y mejor futuro, llegó al conjunto de Río de Janeiro en 2007 cedido por el Corinthians, y ya no querría marcharse nunca más. Desde el primer momento, el idilio futbolista-afición fue mayúsculo. A sus 26 años había alcanzado la madurez como guardamenta, consolidando unas cualidades que desde joven –debutó en Primera División con 20 años- se le presumían y aún no había mostrado.

Era el Flamengo quien podía disfrutar ahora de ese gran portero, y Bruno quien disfrutaba en una de las porterías más complicadas, pero a la vez más agradecidas, del fútbol brasileño. Sólo unos meses antes había conquistado el Brasileirao, la máximo competición futbolística del país. Era su séptimo título como mengao. Él era el capitán.

Pero de repente todo cambió. Nadie podía creerse lo que ese 8 de julio de 2010 estaba saliendo en toda la prensa del país, y en el extranjero. Bruno Fernandes había sido arrestado por la policía, acusado de asesinato. No sólo eso; también de rapto, esconder el cuerpo, formar parte de una banda criminal organizada... toda una barbarie. Se acaba el portero. Había nacido el asesino.

Demasiados lujos

Todo había empezado unas semanas atrás. Pese a que Bruno era un ejemplo como futbolista, su vida pública dejaba bastante que desear. Conocido por sus fiestas, era sobre todo en la relación con su mujer donde más escándolos acumulaba. Continuamente aparecían rumores de su infidelidad. Eran muchas las chicas brasileñas que afirmaban haber vivido una aventura con el portero.

Eliza Silva Samudio sólo era la última en aparecer. Modelo y actriz porno, se conocieron en una fiesta. La cosa terminó como tenía que terminar: con Bruno acostándose con Eliza.

Los problemas, al menos para el portero, comenzaron unas semanas más tarde. La joven brasileña acudió a confesarle que se había quedado embarazada, y que el padre era él, aunque nunca lo reconocería.

Él quería abortar. Ella no. Para Bruno era un problema más con su mujer, pero sin duda el mayor de todos. Ya no podría convencerla. Para Eliza, una ilusión; o una renta asegurada. Sea como fuere, y a pesar de los intentos del futbolista, en febrero de 2010 nacía el bebé. De nombre, Bruno. El mensaje era claro.

Bruno, el portero, no soportó la presión de Eliza, y decidió recurrir a su primo Sergio Rosa, miembro de una banda criminal. Este incluyó a su fiel amigo Macarrao. El plan era simple: acabar con la vida de Eliza.

Bruno le dijo que tenían que hablar, para ponerse de acuerdo. Le dijó que un amigo suyo, Macarrao, pasaría a buscarla con su coche para encontrarse y así poder charlar. Y cuando ella se subió en el asiento de copiloto, de detrás emergió la figura de Sergio Rosa apuntándole con una pistola. En cuanto comenzó a gritar la golpeó con la culata, dejando un reguero de sangre que semanas más tarde resultaría crucial.

Con el coche llevaron a Eliza hasta la finca de otro compañero de la banda, Neném. Allí la ataron, la golpearon, la estrangularon hasta su muerte, cortaron el cuerpo en pedazos, y lo limpiaron todo. La casa quedó impoluta. El cadáver, repartido entre un bosque, donde fueron enterradas algunas partes, mientras otras fueran echadas a una manada de rottweilers.

El 8 de julio de 2010, aproximadamente un mes después de todo el suceso, Bruno Fernandes da Souza fue arrestado. Se le acusaba de asesinato, rapto, esconder el cuerpo, formar parte de una banda criminal, y otros delitos menores. De inmediato entró en prisión. Más tarde, sería condenado a 22 años de cárcel, 17 en régimen interno, tras ser declarado asesino intelectual de Eliza Silva.

Eso sí, en marzo de 2014, por buena conducta, se le rebajó la pena de una prisión de máxima seguridad a una de menor rigurosidad en Montes Claros, lo que le permitió fichar por el equipo de la ciudad, de la Tercera División del Campeonato Mineiro, y volver a jugar a fútbol en sus permisos de salida.

A Macarrao le cayeron 15 años de prisión tras confesar su participación en el crimen; su mujer, Dayanne Souza, a quien se acusó de complicidad fue absuelta; sí que fue condenada a cinco años Fernanda de Castro, una de las amantes del futbolista, quien conocía la historia y cuidó al bebé de Eliza durante varios días; y a Neném, el autor material, le cayó la mayor sanción, 23 años.

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