El fútbol brasileño está en crisis. Ya hace varios días de la eliminación de Brasil de la Copa América y después de darle muchas vueltas a lo que viene sucediendo con la canarinha en los últimos años creo que es un buen momento para hacer balance del momento que se está viviendo tanto en Brasil como en la CBF.
Y es que el equipo ahora entrenado por Dunga no está a la altura de lo esperado desde hace unos años. La selección brasileña está pasando un momento de transición de jugadores, eso es obvio. Los Ronaldo, Ronaldinho, Kaká o Roberto Carlos han dado paso a una generación de futbolistas que están lejos del nivel de los mencionados. Pero, más allá de todo esto, las cualidades de los jugadores que llegan son suficientemente importantes como para dar otra imagen y, sobre todo, transmitir otro tipo de sensaciones.
El problema se inicia en la misma CBF. Decantarse por un resultadista como Scolari que no consigue resultados y, una vez probada esa legítima vía, reemplazarlo por otro resultadista como Dunga que además pasó con más pena que gloria en una anterior etapa como seleccionador es algo que llama poderosamente la atención. El equipo no ha ganado jugando rácano, sus jugadores están más cerca de ser obreros que arquitectos, su mejor futbolista pierde los papeles y, en general, el equipo carece de una identidad que ha perseguido y ha representado Brasil desde siempre: el jogo bonito.
Desde Pelé a Ronaldo pasando por Romario, Bebeto o Mauro Silva, Brasil siempre ha sido una referencia del juego preciosista. Si jugaba Brasil te sentabas delante del televisor y casi siempre ibas con ellos siempre y cuando no fuesen tus rivales. Porque los brasileños se divertían y divertían, siempre sonreían independientemente de la situación y daba la sensación de que, como realmente es en la esencia, esto del fútbol era un juego para ellos. Llegaban cantando y tocando instrumentos al estadio, haciendo malabares con el balón en los vestuarios y desplegando su fútbol en el césped para disfrute de todos.
Pero eso ya no es así. De unos años a esta parte Brasil ha perdido su identidad. Se puede ganar o perder pero no se puede renunciar a lo que eres. No se pueden contratar entrenadores tan lejos del perfil esperado. Se necesita que llegue alguien que les diga: 'Salgan y disfruten chavales, sonreíd'. Y es que con jugadores como Neymar, Coutinho, William, Óscar, Marcelo o Dani Alves, entre otros, hay mimbres suficientes como para que el equipo juegue bien y funcione. Hay que buscar y fabricar centrocampistas de un corte diferente y esperar a que vuelva a salir un '9' de primer nivel para mejorar en las promociones de fútbol de bet365, de eso no hay duda. Pero utilizar eso como excusa para desviarse de una manera tan vulgar de lo que siempre ha sido Brasil es, cuando menos, decepcionante.
En definitiva, aunque evidentemente es un rival temible, todos esperamos que Brasil vuelva a sonreír. Porque el fútbol es menos sin esa canarinha alegre, atrevida y descarada. El fútbol no es lo mismo sin la eterna sonrisa brasileña.