Un gol de Ulises Dávila hizo llorar de tristeza a la afición de Las Palmas en la temporada 13/14 cuando ya se estaba celebrando el regreso a Primera División. La misma hinchada, un curso después, ha visto como Sergio Araújo les daba el ascenso tras remontar un 3-1 en contra en el partido de ida.
El fútbol y el deporte en general han demostrado muchas veces, no todas, que el que la sigue la consigue aunque tenga que sufrir mucho para lograrlo. Las Palmas ha tenido que hacerlo para ascender, pero no ha sido el único.
Casos en el fútbol
El deporte rey tiene claros ejemplos de lo que podría denominarse justicia divina. Equipos tan grandes como el Milan han vivido situaciones que han rozado la debacle como la remontada que sufrieron en Champions ante el Liverpool de Rafa Benítez. 3-0 se marcharon al descanso para después perder en penaltis. La vendetta italiana no tardó en llegar con la consecución de su séptima Copa de Europa ante el mismo rival y con sólo dos años de diferencia, del 2005 al 2007.
Algo parecido le pasó al Bayern de Múnich que perdió la famosa final del Camp Nou ante el Manchester United con dos goles ingleses en el descuento. El equipo alemán sólo tuvo que esperar dos años para recuperarse y ganar un nuevo entorchado europeo.
La Champions ha vivido más episodios como el famoso resbalón de Terry que tuvo en sus botas la primera Champions del Chelsea en 2008. El central esperó cuatro años para ver cómo su equipo lograba lo que tanto ansiaban y lo hizo también desde el punto de penalti.
Robben y su gafe en los grandes partidos, sólo hay que acordarse del Mundial ante España, se acabó en la final de Champions ante el Borussia Dortmund que se definió por un gol del atacante holandés.
Uno de los ejemplos más cercanos también está en Alemania con la generación germana que ganó el último Mundial tras esperar seis años a que España dejara el cetro en manos de alguien más. Y qué decir del gol de Andrés Iniesta que dio la gloria a España tras un año marcado por las lesiones y por la muerte de su amigo Jarque.
Waterpolo, Fórmula 1...
Las lágrimas de Roger Federer al perder ante Rafa Nadal en 2009 en el Open de Australia dieron la vuelta al mundo. Muchos hablan de él como el mejor jugador de la historia del tenis, pero no podía con Nadal ni tenía aún Roland Garros en su vitrinas. Meses después, sin el manacorí en la gran final de París, Federer repetía lágrimas aunque lo hacía en esta ocasión por conquistar su primer Roland Garros, el único título que le faltaba de Grand Slam.
Fernando Alonso vivió en sus carnes como el mismo escenario puede verse de diferente manera con el paso del tiempo. Brasil fue el lugar donde tuvo unos de sus primeros accidentes importantes en la Fórmula 1, fue en 2003 y tuvo que ser atendido sobre la pista. En 2005, mismo escenario y primer título del mundo para el piloto asturiano.
La plata de España en waterpolo en los JJOO de Barcelona en el 92 dejó paso a la de oro en las siguientes olimpiadas celebradas en Atlanta. Estos son sólo algunos ejemplos de lo que se podría llamar justicia divina en el deporte.