¿Es de recibo que en una fase de ascenso a la Liga Adelante termine arbitrando como asistente un colegiado que se encuentra en la grada viendo el partido como un aficionado más?
La UD Logroñés se acerca a la siguiente ronda en su intento por recuperar la categoría de plata. Gana 0-1 en Torrent al Huracán Valencia haciendo bueno el empate de la ida (1-1). Alrededor del minuto 70 y con 0-1 a favor del conjunto riojano, el árbitro del encuentro -el grancanario Juan Luis Pulido Santana- se lesiona.
Llega el esperpento. Como no había cuarto árbitro -¿en qué piensa la Federación Española?-, el partido se interrumpe. ¿Suspendido? No, porque un aficionado que estaba viendo el partido en la grada, árbitro de Tercera, se ofrece a ayudar. Después de 15 minutos de parón, el duelo se reanuda con 20 minutos por delante y con un marcador favorable a la UDL.
Desde que se reanuda el partido, el Logroñés sufre un penalti en contra por una mano muy rigurosa y dos expulsiones. El partido finaliza con la victoria del Huracán por 2-1 y su pase a la siguiente ronda de la fase de ascenso.
Por cierto, ¿casualidad que este mismo trencilla se lesionara hace dos temporadas en una fase de ascenso entre Leganés y Lleida -entrenaba Toni Seligrat, actual técnico del Huracán Valencia-.?
Tras el encuentro, Carlos Pouso, entrenador de la U.D. Logroñés, estallaba y hablaba de atraco a mano armada.
Todo el esfuerzo de un equipo y una ciudad durante más de 8 meses, tirados a la basura por 20 minutos surrealistas a los mandos de un árbitro asistente que acudió como aficionado a ver un partido.
Este es el fútbol que tenemos en España, amparados por una federación que permite esta clase de esperpentos.