La supervivencia del fútbol ucraniano al año más convulso en la historia reciente del país
La complicada situación en el país afecta de lleno al deporte y el nivel del fútbol ucraniano. Sin embargo, la selección sigue rindiendo a buen nivel.
Con Eslovaquia como líder invicto del grupo clasificatorio para la Eurocopa de Francia 2016, la selección española afronta este viernes un trascendental partido frente a su más directo rival junto a los eslovacos, el combinado de Ucrania. El equipo dirigido por Mykhaylo Fomenko, tras quedarse a las puertas del Mundial de Brasil 2014 después de ver cómo Francia les remontaba en la repesca, sigue siendo, pese a los enormes problemas que se suceden en su territorio, una selección de un más que digno nivel competitivo, en la permanente búsqueda por huir del drama social que se vive en su tierra.
Desde que a primeros de 2014 estallase el conflicto diplomático en la península de Crimea, Ucrania ha sido una fuente inagotable de teletipos que han copado día tras día los noticieros internacionales. Por supuesto, no pocas de esas noticias se han visto relacionados de una u otra forma con el deporte en general y con el fútbol en particular. Y es que no cabe duda de que no resulta nada sencillo mantener la estabilidad deportiva en un país inmerso en una guerra civil como lo está actualmente la antigua república soviética, entre aquellos ucranianos más afines a una apertura europea, y los más cercanos al entorno ruso.
Sin embargo, tanto su selección nacional como sus clubes de referencia han seguido compitiendo con enorme dignidad en el panorama europeo, pese a las constantes dificultades planteadas para ello por la complejísima situación de su nación, sumida en una incertidumbre permanente desde la caída del poder del prorruso Viktor Yanukovich, hecho que afectó como no podía ser de otra forma a todos los órdenes de la vida social ucraniana.
Desde el primer momento el conflicto entró de lleno en el mundo del deporte. El Valencia, en plena eliminatoria frente al Dínamo de Kiev, fue detenido prácticamente a última hora y en pleno aeropuerto cuando se disponía a viajar hasta la capital ucrania para disputar su partido de ida de los 1/16 de final de la Europa League. Finalmente, el duelo se jugó en Nicosia, a 1700 kilómetros de la sede del equipo más laureado del país llave para la entrada del gas ruso en la mayor parte del viejo continente.
Pero la situación no afectó sólo a la capital del país. Tras los disturbios en Kiev, y la declaración de anexión de Crimea a Rusia, el conflicto se recrudeció al este, donde se inició una guerra civil con uno de sus epicentros en Donetsk, la sede del Shakhtar, el equipo más poderoso del fútbol ucraniano en los últimos años, y que en esta edición de la Champions League se ha visto obligado también al exilio, jugando sus partidos en Lviv, localidad próxima a la frontera con Polonia, lejana del peligroso oriente del país. No fue la única vez que el Shakhtar protagonizó noticias relacionadas con el conflicto en el país, pues la fuga de seis de sus futbolistas por temor a lo que sucedía en Ucrania el pasado verano amenazó con debilitar sobremanera al club, aunque posteriormente se reincorporaron a la disciplina del equipo de Mircea Lucescu ante la amenaza de la entidad de que sufrirían graves sanciones económicas. De hecho, a día de hoy, sólo Facundo Ferreyra, en el Newcastle, y Dentinho, en el Besiktas, no siguen en el club de Donetsk de los seis fugados.
Equipos destino a Rusia
A todo esto, el insostenible momento del país obligaba a la suspensión del Eurobasket 2015 que se debía jugar en Ucrania, y que finalmente lo hará en Alemania, Croacia, Letonia, y Francia. Un reto organizativo para el país que se esfumaba debido a la inestabilidad reinante. La desconfianza internacional empezaba a llegar al mundo del deporte.
Una situación que provocó incluso que dos equipos bastante representativos del fútbol ucranio, el Tavriya Simferopol, primer campeón liguero en 1992, y el Sebastopol, hoy día ya no formen parte del fútbol del país, sino que se hayan trasladado durante esta temporada en curso a la liga rusa, donde compiten en la División 2. Ambos, claro, son equipos de la península de Crimea. Más dura podría ser aún la película para el nivel deportivo en el país si finalmente Donetsk terminara siguiendo un camino similar a Crimea.
Como tantos otros, el conflicto ucraniano surge de la irracionalidad y estupidez del ser humano en sus posiciones más extremas, capaz de enfrentar incluso a lazos familiares. No pocos ucranios tienen orígenes rusos, y también viceversa, como Serhiy Lishchuk, pívot de Valencia Basket las últimas seis temporadas, de madre rusa, y que en no pocas ocasiones ha declarado lo absurdo de una disputa generada en buena medida por el interés de unos pocos, y que ha tratado de usar al deporte y su influencia social como arma arrojadiza, con muestras de apoyo a uno u otro bando, que sólo unos pocos, como el futbolista internacional Oleksiy Gai, se atrevieron a contravenir al no vestir la camiseta de apoyo al ejército ucraniano durante un partido de liga.
Quien tampoco apoyó la causa nacionalista fue Edmar de Lacerda cuando el brasileño nacionalizado ucraniano, jugador del Metalist e internacional con la selección de su país de acogida, y de su esposa Tetiana, fue llamado a filas por el ejército para combatir la amenaza independentista afín a Rusia, propuesta de la que finalmente el jugador terminó librándose y aún hoy sigue disputando con su equipo la Premier League.
Los problemas no han sido ajenos tampoco a los españoles. Los entrenadores Juande Ramos, en mayo del pasado año, y más recientemente Óscar Garro, hubieron de abandonar sus trabajos como técnicos del Dnipro y el Karpaty respectivamente, una vez que sus familias así se lo solicitaron al no aguantar más la situación por la que estaban pasando. Así se lo reconocía el propio Garro este jueves a Vicente Azpitarte en Tiempo Extra, el programa deportivo en la medianoche de esRadio, al afirmar que "la vida deportiva en Ucrania gira alrededor del conflicto,y así hay que aceptarlo".
Posible boicot al Mundial ruso
Ante este escenario tan desagradable, seguramente lo peor de todo es la sensación de que la solución es lejana, y de que las repercusiones sociales y deportivas seguirán llegando próximamente. No en vano, en una reciente entrevista en el diario alemán `Bild´, el actual presidente, Petro Poroshenko, planteó la posibilidad de un boicot internacional a la próxima Copa del Mundo de 2018 en Rusia, "mientras las tropas rusas sigan en Ucrania". Aunque la petición del mandatario ucranio parece francamente remota, Rusia ya sabe lo que es un boicot a una competición de calado en su país, tras los Juegos Olímpicos de Moscú 1980.
Lo que queda claro es que, a día de hoy, la idea de recuperar una liga soviética, que hace no tanto estuvo cerca de ser un hecho, parece completamente inviable, cuanto menos con ucranianos y rusos compitiendo juntos. Sin embargo, el fútbol, como la vida, a veces da sorpresas, por lejanas que parezcan. La del Pizjuán no parece cercana, pero las dudas de España y la dignidad competitiva ucraniana pondrán a prueba una vez más tal hecho.
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