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José Antonio Santamaría, el futbolista que asesinó ETA

Tras siete años en la Real Sociedad y una gran carrera empresarial, murió de un tiro en la nuca siendo declarado inocente tiempo después.

Tras siete años en la Real Sociedad y una gran carrera empresarial, murió de un tiro en la nuca siendo declarado inocente tiempo después.
José Antonio Santamaria, durante su época como futbolista.

Tal día como hoy, hace 22 años, fallecía José Antonio Santamaría Vaqueriza. Lo hacía en San Sebastián, poco antes de que se iniciara la Tamborrada, víctima de un tiro en la nuca. A quemarropa. Marca de la casa de la banda terrorista ETA.

Atrás quedaban una mujer y tres hijos. Poco le importó a Juan Antonio Olarra, su asesino. Ni tampoco que hubiera estado casi siete temporadas defendiendo la camiseta de la Real Sociedad, entregando todo -si por algo destacó como futbolista fue por su entrega y pundonor- por el escudo donostiarra. Qué va. Qué poco le importó a ETA. Se lo cargaron sin dudarlo.

Una carrera trabajada

José Antonio Santamaría Vaqueriza nacía en San Sebastián el 16 de marzo de 1946. Su infancia transcurrió entre el muelle pesquero de la ciudad, donde trabajaban sus padres, y los campos de fútbol. A los 14 años se enroló al juvenil del Eibar, y a los 17 ya formaba parte de la primera plantilla, entonces en Tercera División.

Su fama como central contundente pero a la vez elegante comenzaba a hacerle conocido en el País Vasco, y fue la Real Sociedad quien se hizo con sus servicios en el verano de 1964. Sus primeros tres años fueron en el filial, el Sanse, que también jugaba en Tercera. Y en 1967, pasa a formar parte del primer equipo. Precisamente, el año en que la Real Sociedad regresaba a la Primera División.

Le costó a Santamaría hacerse con minutos, puesto que la pareja de centrales formada por Ormaetxea y Gaztelu estaba consolidada. Pero no se vino abajo. Siguió trabajando cada día, dando siempre el máximo, sabedor de que tarde o temprano la oportunidad iba a llegar. La primera de ellas, fue en la Copa del Rey, ante el Espanyol. En la siguiente temporada ya era un habitual en las alineaciones.

En el primer equipo donostiarra vivió cuatro temporadas, del 67 al 71, disputando 48 partidos, la mayoría de ellos en la tercera y cuarta temporada, y marcando dos goles. Fue entonces cuando se convirtió en internacional sub23, e incluso llegó a ser citado con la selección absoluta, sin llegar a debutar. Y justo en ese momento, cuando mejor estaba como jugador de la Real, llegó su traspaso al Hércules.

Era un movimiento en el que, supuestamente, todos salían beneficiados: la Real porque sacaba una importante cantidad por un futbolista que no era indiscutible; el Hércules porque se hacía con los servicios de un magnífico central para abordar el ascenso a Primera División; y el propio Santamaría porque, a pesar de descender una categoría, pasa casi a duplicar su ficha, y confiaba en regresar en un año a Primera.

Pero las cosas no salieron como se esperaban, y aunque siempre fue titular, el conjunto alicantino no consiguió el ascenso, y Santamaría sufrió una importante lesión en la tercera temporada. Apenas jugaría aquella liga 73/74, al año siguiente recalaría en el Sabadell, y un año más tarde decidía colgar las botas.

Éxito empresarial

Si su carrera como futbolista no fue todo lo prolífica que cabía esperar, sí lo fue, sin ningún atisbo de duda, su carrera empresarial. Con sólo 28 años abandonó la práctica deportiva, pero de inmediato otros proyectos ocuparon su cabeza. Concretamente, la hostelería.

La Cafetería Basque, en el centro de la ciudad, y la Discoteca Ku, que comenzó como un local en San Sebastián, y tras un gran éxito terminó siendo una de las discotecas más importantes de Ibiza de los años ochenta (hoy conocida como Privilege) fueron sus dos grandes baluartes.

Asesinado a sangre fría

Con el éxito empresarial llegaron los problemas para Santamaría. Su nombre comenzó a ser vinculado con tráfico de drogas primero, con lucha antiterrorista después, y con colaboraciones con el cuartel de Intxaurrondo en el soborno de Guardias Civiles, sólo tres días antes de su asesinato. Ningún juicio pudo probarlo. Nunca.

Al parecer, todo fue perpetrado a través de la prensa, con Egin al frente, que llevó a cabo un juicio paralelo. Fue Egin, junto con Diario 16, quien filtró el conocido como Informe Navajas, un informe de origen judicial en el que se le acusaba de conexiones con guardias civiles adscritos a la lucha antiterrorista del cuartel de Intxaurrondo de San Sebastián.

Pese a que en un primer juicio salió absuelto, poco pudo hacer Santamaría para evitar que su nombre se siguiera relacionando con el narcotráfico, contrabando, tratos con los grupos antiterroristas de la Guardia Civil, tramas de corrupción policial… por parte de la prensa. Todo ello, aderezado con amistades con destacados dirigentes del PSE-PSOE, lo que, de inmediato, le convirtió en objetivo potencial de ETA.

Santamaría, no obstante, no se escondió. Continuó con su actividad, afirmando siempre –y como corroborarían los juicios- que nada tenía que ver con todas las noticias que seguían apareciendo. No abandonó el País Vasco, ni tampoco dispuso de medidas de seguridad especiales.

El 19 de enero, durante la cena de la Tamborrada, fiesta multitudinaria - la más importante del calendario festivo donostiarra- tres miembros del Comando Donosti de la banda terrorista ETA entraban en la conocida sociedad gastronómica Gaztelupe aprovechando el alboroto, y le pegaron un tiro en la nuca, que le produjo la muerte casi instantánea.

Juan Antonio Olarra Guridi, el autor del disparo, no fue condenado hasta 2007. 28 años de prisión. Valentín Lasarte Oliden, fue condenado en 1997. Y el tercer terrorista que perpetró el asesinato, José María Iguerategui Gillisagasti, no llegó a ser condenado al morir sólo un año después del atentado.

En abril de 1994 se llevó a cabo el juicio por todas las acusaciones vertidas sobre Santamaría, en la Audiencia Provincial de San Sebastián. Fue absuelto. El juez Luis Blázquez criticó en su sentencia "la escasa prueba acusatoria" aportada por el Ministerio Fiscal, impidiendo dar por válidas sus conclusiones, y no condenando al futbolista.

Las irregularidades denunciadas en el Informe Navajas también fueron archivadas. Pero hacía ya un año y tres meses que José Antonio Santamaría había muerto. Asesinado. De un tiro en la nuca.

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