Tras la derrotas en el clásico del Bernabéu (3-1) y en el Camp Nou ante el Celta (0-1), el FC Barcelona ha reaccionado positivamente. Lo ha hecho logrando seis victorias consecutivas y recibiendo sólo dos goles, que además uno no lo marcó un jugador contrario, sino que se lo hizo Jordi Alba en propia puerta ante el Sevilla. Desde el 1 de noviembre -derrota de los de Luis Enrique ante su exequipo-, los culés han ganado al Ajax (0-2) y al Apoel (0-4) en Champions, al Almería (1-2), Sevilla (5-1) y Valencia (0-1) en Liga y al Huesca (0-4) en Copa.
El equipo de Luis Enrique parece haber pasado un tramo complicado de la temporada con soltura. Ahora llega el derbi ante el Espanyol, la última jornada de Champions ante el PSG, en el Camp Nou, y partidos ante el Getafe y el Córdoba antes de que acabe el año. Salvo el duelo europeo, nada parece toparse en el camino azulgrana para llevarse un sobresalto.
La victoria en Mestalla ha dado un impulso bueno al vestuario. Cuentan que, de camino hacia la Ciudad Condal, el ambiente era de euforia completa. Ese gol en el minuto 93 permitió al equipo seguir en la lucha porque la distancia con el Real Madrid podría haber sido de cuatro o cinco puntos. El mantenerse con sólo dos de desventaja da moral porque consideran en el seno azulgrana que el mes de enero será fuerte para los blancos.
Luis Enrique optó en el partido de Copa en El Alcoraz en por dar minutos a los menos habituales, aunque el equipo se comportó de manera exquisita. 0-4 y eliminatoria sentenciada. El camino a cuartos (Valladolid o Elche sería el rival en octavos, y ninguno de los dos parece complejo para los culés) es casi llano y allí encontraría una eliminatoria, muy fuerte, con Real Madrid o Atlético.
El ambiente ha cambiado sensiblemente en el seno del club, aunque siempre con respeto hacia el Real Madrid. Todavía mandan los blancos en la tabla y hay que hacer el consiguiente esfuerzo de adelantarles en la clasificación, tarea que Luis Enrique, en sus círculos íntimos, no considera nada sencilla.