Alessandro Florenzi, delantero de 23 años formado en la cantera de la Roma, lograba en el minuto 13 el 2-0 para el equipo romanista en su partido ante el Cagliari. Y en ese momento, no se lo pensó.
En la grada había una persona muy especial: Aurora. Su abuela. Aún no había sido capaz de ir a verle ningún partido. Demasiado sufrimiento en el estadio; prefería sufrir en casa. Pero en esta ocasión la convencieron, y no pudo salir mejor.
En cuanto Florenzi marcó, arrancó una placentera carrera hacia la tribuna, y se fue directo a fundirse en un abrazo con ella. Las lágrimas en ambos florecieron.
"Era para ella. Se lo merece. Toda la vida sufriendo y haciendo todo lo posible para que yo pudiera jugar y ser feliz. Necesitaba compartirlo con ella. Con 82 años, era la primera vez que se atrevía a venir a verme. Y lo hizo con una condición: marca un gol y dedícamelo".
A su regreso al terreno de juego, obvio, el delantero romano fue amonestado. Sabía que eso no se podía hacer, y acarreaba tarjeta. Pero seguro que poco le importó. Y mucho menos a su abuela. Un abrazo y unas lágrimas que bien valían una amarilla. Y toda una vida.