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Bendito minuto 116

En el 2010, después de más de 80 años intentándolo, y cuando ya todos lo daban por imposible, España se proclamaba por fin campeona del mundo.

Momento en el que Andrés Iniesta convierte a España en campeona del mundo. | EFE

"Por fin". Esas fueron las palabras que salieron de mi padre nada más coger el teléfono. No dijo ‘toma’, ni ‘enhorabuena’, tan diplomático siempre él. Ni siquiera el tan español ‘vamos’. "Por fin" fue todo lo que acertó a decir. Y las lágrimas comenzaron a emanar a ambos lados del teléfono. Porque él, a punto de cumplir los 70 años entonces, sabía por todo lo que había pasado España. No como un adolescente que se había acostumbrado a ver a la selección quedarse a las puertas de algo grande; ni siquiera como un cuarentón que sabía que España siempre iba a los Mundiales, y puede que alguna vez sonara la flauta.

Los recuerdos de mi padre, y de todos los padres españoles, iban mucho más allá. De cuando clasificarse para el Mundial era ya un éxito. De cuando la liga fue creciendo, pero no así la selección. De cuando nos robaban goles que entraban, o nos anulaban tantos que sí valían; de cuando ya sabías de antemano que en cuartos se iba a caer, fuera quien fuera el rival, y fuera cual fuera la forma; de cuando, teniendo el mejor equipo con diferencia, no le dejaron jugar una final de una Eurocopa por cuestiones políticas; de cuando los balones se escurrían de entre los brazos cuando ya se rozaba la gloria… Por eso, mi padre sólo acertó a decir "por fin". Probablemente, el "por fin" más esperado de toda una vida deportiva. Y lágrimas. Qué lágrimas. Qué alegría...

Un Mundial planetario

El Mundial llegaba a Sudáfrica. Era el anhelo de Blatter, pero en realidad era el anhelo de la Copa del Mundo desde su creación: llegar a todo el planeta, incrustarse en todas las esquinas de los cinco continentes. Y así, en 2010, 80 años después de su creación, lo conseguía. La elegida era Sudáfrica. Qué mejor imagen que la de Nelson Mandela levantando el trofeo del Mundial.

España llegaba como una de las grandes favoritas. Era la vigente campeona de Europa, y de manera brillante, y estaba comandada por un conjunto que lo ganaba todo y enamoraba a todos, el Barça de Guardiola. Si a esa columna se le añadían futbolistas como Casillas, Sergio Ramos, Xabi Alonso, Villa o Torres, no había duda: se podía repetir el éxito de dos años atrás.

Pero un Mundial es un Mundial; y eso quedó claro en el primer partido de todos. Aunque no se jugó mal, Suiza dio la sorpresa con un gol de rebote de Gelson Fernandes. Pero un gol al fin y al cabo. España fue incapaz de remontar. Los palos al día siguiente fueron tremendos. Que si había que jugar más vertical, que si lo de la posesión aburría, que si había que quitar a un centrocampista, que si Busquets y Xabi Alonso no podían jugar juntos…

Entonces, Vicente del Bosque tomó una decisión complicada: seguir por el mismo camino. Confiar en lo que había llevado a España a ser la mejor selección de Europa. No sólo eso; salió en defensa de Busquets de la mejor manera posible: "si yo fuera jugador, me gustaría parecerme a Busquets". A partir de ahí el juego de Sergio creció, así como el de la selección. Victorias claras ante Honduras y Chile, con tres goles de Villa en dos partidos, y a octavos.

No pueden decir lo mismo dos grandes selecciones: Francia e Italia, protagonistas de las dos grandes decepciones. Eran los dos finalistas del último mundial, y los dos se pegaron sendos batacazos. Los galos, con enormes problemas internos y de disciplina, se marcharon de la cita con un solo punto, el empate ante México. En su grupo tampoco pasó Sudáfrica, la primera selección anfitriona en la historia que no logra pasar a la segunda fase; aunque eso fue anecdótico. Para batacazo, el que se pegó Italia. Llegaba al campeonato como vigente campeón del mundo, y se marchó a las primeras de cambio incapaz de ganar ningún partido, tras empatar con Paraguay y Nueva Zelanda, y caer derrotado ante Eslovaquia.

El día de Llorente

En Octavos de final España se medía a Portugal. Pese al buen arranque de los de Del Bosque, los lusos, comandados por Cristiano Ronaldo, se fueron creciendo poco a poco, hasta llegar a encerrar a su rival. Varias ocasiones de gol provocaron los nervios de los españoles, hasta que Llorente entró en el campo. Fue el gran revulsivo. El 9 fijó a los centrales, y España comenzó a crecer de nuevo en su juego. Y tras una formidable asistencia de Andrés Iniesta, David Villa marcó el primer y único tanto del partido. 1-0, y a cuartos.

Por lo demás, pocas sorpresas en octavos: Alemania, Argentina y Brasil ganaron cómodamente a sus respectivos rivales, Inglaterra, México y Chile. Holanda tampoco encontró demasiada oposición en Eslovaquia. Y Paraguay y Uruguay confirmaron una tendencia: en Sudáfrica, eran los combinados sudamericanos los que predominaban. Pero sólo hasta cuartos, claro.

La profecía errónea de Maradona

Porque ahí, un europeo goleó a un sudamericano, en uno de los mejores partidos del Mundial. Alemania, la nueva Alemania de Joachim Low, pasó por encima de la Argentina de Maradona. Venía bien la albiceleste, pero lo de los germanos fue un vendaval de buen fútbol y goles. "A mis 50 años, esto es lo más duro que me tocó vivir", confesaría Diego Armando Maradona después del 4-0 final.

De nada sirvió la convocatoria a última hora del técnico celeste al Chino Ariel Garcé, futbolista de Colón de 31 años que apenas había jugado minutos con la selección. Todo, afirman, porque Maradona soñó la noche antes de dar la lista con la cara de Garcé dando la vuelta olímpica con la copa de campeones del mundo.

Y Holanda sorprendió Brasil, una de las grandes favoritas. Nadie lo esperaba, y menos cuando los sudamericanos se adelantaron en el marcador ya en el minuto 9, por medio de Robinho. Pero en la segunda mitad un error de Julio César propició la igualada holandesa, y un remate de cabeza de Wesley Sneijder confirmó la gesta oranje.

El penalty del Mundial

Pero el partido más memorable del campeonato lo protagonizaron sin duda Ghana y Uruguay. Eran las dos revelaciones del campeonato, y una de las dos iba a estar en semifinales. Lo cierto es que el partido fue bien bonito. Sulley Muntari, al filo del descanso, adelantó a los africanos, y Diego Forlán, de falta directa, igualó ya en la segunda mitad.

En la prórroga Ghana fue claramente superior, y mereció el gol de la victoria. Lo evitó el delantero Luis Suárez, con una mano sobre su línea. Fue expulsión y pena máxima, claro. Era el minuto 120… y Gyan falló. Dramático. El choque se marchó a la tanda de penaltis, y ahí terminó imponiéndose Uruguay. El paradón de Luis Suárez había valido la pena.

Otra vez David Villa

España también estaba en cuartos de final, claro. Y ahí esperaba Paraguay, que venía de eliminar a Japón. Ya no existía el temor a los cuartos, una barrera que se había superado en la Eurocopa de dos años antes. Para siempre. Pero el juego aéreo de los guaraníes era el gran temor. Precisamente en un saque de esquina llegó el penalti tan inocente como claro de Gerard Piqué. Y, ahora sí, apareció la mejor versión de Iker. La que ya se iba a quedar hasta el final. Como siempre, demostrando que tiene estrella. Su estrella.

Sólo un minuto después, la suerte cambiaba de bando. De área. Era España ahora quien iba a disponer de una pena máxima. La transformó Xabi Alonso, pero al colegiado le dio la gana que se repitiera. Obviamente, las dudas crecieron en el tolosarra, que ahora sí lo iba a fallar. Bravo lo detuvo.

Pero poco importó, porque a siete minutos del final, y tras una brillante jugada colectiva comandada por Iniesta, llegó el gol de David Villa. Tuvo que ser después de un rechace del palo tras disparo de Pedro, pero gol al fin y al cabo. 1-0, y a semis.

La osadía de Puyol

Tocaba medirse a Alemania, la misma víctima de dos años antes en Viena. Algo había cambiado desde entonces. Ahora eran los alemanes quienes miraban con respeto –casi miedo- a los españoles, y no al revés, como había pasado durante toda la historia.

España se mostró superior. Fue, quizá, su mejor partido del Mundial. Pero no era capaz de rebasar a Neuer. En ocasiones el portero germano, en ocasiones la mala fortuna, no había manera de desequilibrar el 0-0. Hasta que en el 73 Puyol tomó la mejor decisión de su vida. Subió a rematar un córner, y le dijo a Xavi que lo botara como habían practicado en ocasiones con el Barcelona. Que estaba seguro de que iba a poder rematar. Y vaya si lo hizo. Puyi se colgó del cielo para soltar un inapelable testarazo. Por primera vez, España iba a estar en la final de un Mundial.

El rival iba a ser Holanda, que se impuso a Uruguay por 3-2 en otro partido vibrante. Empezó con el que fue sin duda el mejor gol del campeonato. Continuó con otro buen tanto de Forlán, mejor jugador del torneo, para igualar. Holanda llegó a poner el 3-1, pero Uruguay lo intentó hasta el final, acortó distancias, y a punto estuvo de lograr el empate.

Y tocamos el cielo

Holanda, pues, iba a ser el rival en la final. Una Holanda que practicaba un fútbol agresivo, en ocasiones violento, impropio de lo que nos había mostrado durante toda su historia. Con Van Bommel como capitán general. Era su arma. El arma para superar a una selección que sabían era superior.

Y el partido fue transcurriendo así, con muchas, demasiadas interrupciones; con España controlando el balón, pero Holanda amenazando a la contra. Precisamente en un contraataque llegó el gran susto. El gran momento de Iker. Robben se plantó solo ante Casillas y, cuando parecía que el balón ya se dirigía a portería, apareció la punta del dedo del meta madridista para evitar el 0-1. Fue la parada del siglo del fútbol español.

Se llegó a la prórroga. Y Heitinga se fue a la calle. Después de 109 minutos pegando, Holanda se quedaba con uno menos. Pero todo se iba encaminando hacia los penaltis. No podía ser. España era superior, se estaba mostrando superior. No podía llegar a los penaltis… y con esas, llegamos al minuto 116 de partido. Bendito minuto 116.

Puyol roba un balón dentro del área, y lanza la contra por la banda. Navas corre, y corre, y corre, hasta que se la da a Iniesta. Iniesta de tacón para Fàbregas. El balón le llega a Torres. Pase imposible para Fàbregas que corta Van der Vaart. Pero el balón queda en el área, la vuelve a recoger Fàbregas, la eleva por encima de la defensa holandesa, le llega a Iniesta y… por fin.

Ficha técnica de la final:

Holanda, 0: Stekelenburg; Van der Wiel, Heitinga, Mathijsen, Van Bronckhorst (Braafheid, m.105); Van Bommel, De Jong (Van der Vaart, m.99); Robben, Sneijder, Kuyt (Elia, m.71); y Van Persie
España, 1: Iker Casillas; Sergio Ramos, Piqué, Puyol, Capdevila; Busquets, Xabi Alonso (Cesc, m.87), Xavi, Iniesta, Pedro (Navas, m.60); y Villa (Fernando Torres, m.105)

Goles: 0-1, m.116: Iniesta
Árbitro: Howard Webb (Inglés). Expulsó por doble amonestación a Heitinga (m.109). Amarillas a Van Persie, Van Bommel, De Jong, Van Bronckhorst, Robben, Van der Wiel y Mathijsen en Holanda; y a Puyol, Sergio Ramos, Capdevila y Xavi en España
11 de julio de 2010, Estadio Soccer City, Johannesburgo, Sudáfrica, 84.490 espectadores

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