El día que Zidane se convirtió en villano
Era su último partido. Qué mejor escenario que la final de un Mundial. Sin embargo, Zidane perdió la cabeza, y se despidió de la peor manera posible.
"Prefiero a la puta de tu hermana". Esas fueron las palabras clave que terminaron con el Mundial, con la selección francesa, y con el mejor futbolista de la década, Zinedine Zidane. Esas fueron las palabras que le espetó Materazzi al astro francés, después de que éste le recriminara los continuos agarrones a los que le sometía el defensa italiano. "¿Quieres mi camiseta?", le había preguntado Zidane. Tras la respuesta de Materazzi, Zizou se giró y, como endemoniado, se fue hacia su rival, le golpeó con la cabeza, y acto seguido fue expulsado.
Toda Italia lo celebró. No por odio al futbolista –muy amado en la Juventus, de hecho- sino porque se acababa de borrar del partido el mejor jugador francés. En plena final. Un enorme favor para una selección azzurra que parecía hecha para ganar ese Mundial. Y lo ganó. Después de una tanda de penaltis, pero la ganó. Italia fue campeona del mundo por cuarta vez. Mientras, Zidane lloraba en el vestuario. Nunca más volvería a jugar al fútbol.
Polémica elección de la sede
La controversia surgió ya desde el momento en que Alemania fue la sede elegida. No por su capacidad de albergar un gran campeonato –de hecho ya lo había hecho sólo 32 años antes- sino por la votación en la que fue elegida. Era una final en la que Sudáfrica era la gran favorita. Sobre todo, después de que Marruecos –del mismo modo que Inglaterra- fuera eliminada en primera ronda. Porque todos querían que el Mundial se marchara a África por primera vez.
. "¡Hagamos historia! Llevemos el Mundial a África", había pronunciado nada menos que Joseph Blatter, presidente de la FIFA, momentos antes de la votación. En la última ronda, entre Alemania y Sudáfrica, se esperaba un empate a 12 votos, con la consiguiente decisión final de Blatter. Y todos sabían sus intenciones. Pero sorprendentemente el resultado fue de 12 a 11 a favor de Alemania. ¿Cómo? Charles Dempsey, representante neozelandés, decidió abstenerse en el último momento. Mucho se ha especulado sobre ese movimiento. Favores al fútbol neozelandés, sobornos, amiguismos…pero nunca nada se supo. Sea como fuere, el campeonato se marchó a Alemania. Aunque Sudáfrica no tardaría mucho en tener su Mundial.
Soberbio batacazo
No hubo ninguna sorpresa en la primera fase de grupos. Todos los grandes fueron pasando sin demasiados apuros. Tampoco España sufrió. Antes al contrario, fue campeona de grupo de manera brillante: 3 partidos, 3 victorias.
El campeonato comenzó con un contundente 4-0 ante Ucrania, con doblete de David Villa y sendos tantos de Xabi Alonso y Fernando Torres. Túnez sorprendió a los de Luis Arangonés en el arranque del segundo partido, pero Raúl y de nuevo Torres –ahora con un doblete- permitieron la remontada española, sellando el 3-1 definitivo. En la tercera jornada, con los españoles ya clasificados, un solitario tanto de Juanito significó el 1-0 ante Arabia Saudí.
Ese pleno, unido a la segunda posición de Francia en su grupo, por detrás de Suiza e incapaz de superar a Corea del Sur, hizo creer a los españoles que eran favoritos en el cruce de octavos de final ante los galos. Nada más lejos de la realidad.
Flaco favor hizo la prensa española, anunciando la victoria de los nuestros antes incluso de comenzar el partido. Eso picó a los franceses. Y un equipo donde juegan futbolistas de la talla de Zidane, Ribery, Vieira o Henry no se puede herir. Y mucho menos dar por muerto.
La realidad demostró que a pesar de que David Villa, de penalti, adelantó a España, los franceses fueron superiores durante todo el partido. Así, antes del descanso igualó Ribery. Y ya en la segunda mitad Vieira primero y Zidane después –a quien, por cierto, había que "jubilar"- sentenciaron a la selección española.
Fue una derrota que hizo mucho daño en el seno del equipo. Por cómo se produjo, en muchos sentidos. Ahí fue cuando Luis Aragonés decidió que era el momento de dar un golpe en la mesa y cambiar muchas cosas. Cambiar el estilo, cambiar las listas; cargarse a pesos pesados y dar cabida a savia nueva. Fue el momento en que España empezó a convertirse en la mejor selección de la historia del fútbol.
Europa manda en Europa
El resto de octavos de final no hizo sino confirmar la supremacía europea. Y es que de los ocho equipos clasificados, seis eran del viejo continente. Sólo Argentina –que se impuso a México con el que sin duda fue el mejor gol del campeonato- y Brasil, que se deshizo muy cómodamente de Ghana, aguantaron la embestida.
Antes, se habían clasificado Alemania, que batió sin problemas a Suecia; Ucrania, segunda del grupo de España, y que se impuso a Suiza en la tanda de penaltis; Inglaterra, que se impuso por la mínima a Ecuador con gol de David Beckham; Portugal, por idéntico resultado a Holanda; e Italia, que necesitó de un penalti injusto para imponerse a Australia.
Fue una controvertida decisión de Medina Cantalejo, que señaló como pena máxima una falta inexistente de Lucas Neill sobre Fabio Grosso en el último minuto del tiempo de añadido, lo que permitió a Italia pasar a cuartos. Porque Francesco Totti no desperdició semejante obsequio.
Pero fue en ese momento cuando Italia cambió el chip. Si sin hacer nada del otro mundo, ya nos hemos plantado en cuartos de final, ¿no podemos ser campeones dando un poco más? Algo así es lo que debieron pensar los de Marcelo Lippi, que a partir de ese mal partido ante Australia crecieron en juego y confianza, hasta convertirse en campeones del mundo.
El partido del mundial
Porque en cuartos de final pasó por encima de una Ucrania que ya había tenido suficiente con llegar tan lejos en su primera –y hasta el momento única- participación en un Mundial. 3-0, con un doblete de Luca Toni y otro tanto de Zambrotta, y a esperar rival en semifinales.
Un rival que sería Alemania, la anfitriona, que necesitó de una tanda de penaltis para superar a Argentina, tras acabar 1-1 el tiempo reglamentario. Era una Alemania que, de la mano de Klinsmann, también comenzaba su particular cambio de estilo; hacia un fútbol más de toque y menos físico. Un cambio que completaría poco más tarde Joachim Low.
Y en semifinales, Italia y Alemania, Alemania e Italia, nos iban a deparar el que fue sin duda el mejor partido del Mundial. Toda una batalla que terminó llevándose el más valiente. Italianos y alemanes demostraron que también hay belleza en un partido convertido en lucha, en un cero a cero. Porque ese fue el resultado con el que se llegó al final del tiempo reglamentario, a pesar de que las ocasiones, más por empuje que por lucidez, no escasearon.
En la prórroga Marcello Lippi se volvió loco. Eso pensaría cualquier italiano al menos. Desarmó su centro del campo, quitando a Perrotta y Camoranesi, y dio entrada a dos delanterios, Iaquinta y Del Piero. Insólito. Dejó a Gatusso como único gladiador. Y no le importó al bueno de Gennaro. Se bastó él solito.
Y cuando la prórroga agonizaba y todo parecía dirigirse a la tanda de penaltis, llegó el delirio italiano. Tres minutos de locura, los que van del 117 al 120. Primero con el gol de Fabio Grosso, que se consolidaba como gran héroe azzurro. Después, con la obra de arte convertida en gol de Alessandro del Piero, que culminó de manera brillante una magnífica contra iniciada por Cannavaro.
Todos se fueron a celebrarlo como poseídos al córner. No era para menos. Todos, menos uno. Gennaro Gattuso se fue andando, en un mar de lágrimas, a abrazar a Marcelo Lippi. Como un niño pequeño que abraza a su padre. Era la mejor representación posible al trabajo del obrero. Al arte de la guerra aplicado en el fútbol. Ese que también gana partidos. Y mundiales.
La decepción brasileña
La otra semifinal, completando unas semifinales íntegramente europeas, la disputarían Francia y Portugal. Los galos venían de dar la sorpresa ante Brasil. Más que sorpresa, por el nivel indudable de Francia, podríamos hablar de decepción. Porque Brasil llegaba a la cita con el que para muchos era el mejor combinado, en lo que a individualidades se refiere, de las últimas décadas. Futbolistas como Ronaldinho, Ronaldo, Kaká, Adriano o Roberto Carlos estaban considerados entre los mejores del planeta. Sin embargo, la eficiencia francesa y un único tanto de Thierry Henry bastó para tumbar a los brasileños.
Mientras, Portugal se imponía en la tanda de penaltis a Inglaterra. Era la explosión de Cristiano Ronaldo, un joven y centelleante extremo, que resultó clave para que los lusos llegaran hasta semifinales. Algo que no sucedía desde 1966, desde la época de Eusebio. Claro que con Figo o Deco todo era más sencillo.
En semifinales, un penalti de Ricardo Carvalho sobre Thierry Henry que transformó Zinedine Zidane decidió un choque igualado y aburrido, en el que los franceses supieron hacer valer su mayor experiencia en este tipo de compromisos.
Demasiado genio
La final enfrentaba a los dos equipos que más habían crecido a lo largo del campeonato. Dos equipos que llegaban en su mejor momento. Y no pudo comenzar mejor el partido. En los primeros 20 minutos ya pasó de todo.
Primero, con un inocente penalti cometido por Materazzi sobre Malouda. Zidane lo transformó, a lo Panenka. "No lo hice por nada especial; simplemente tenía miedo de que Buffon me lo parara, y decidí tirarlo por en medio", declararía el francés. Sólo diez minutos más tarde el mismo Materazzi marcaba de cabeza la igualada.
Después, más miedo a perder que ambición por ganar, durante el partido y durante la prórroga. Y el capítulo aparte de Zinedine Zidane, a quien su gigantesco genio le traicionó en esta ocasión, mandándolo a la ducha antes de tiempo. Era su último partido.
El Mundial le debía una a Italia en forma de tanda de penaltis, después de la final de 1994. Y se la devolvió. Todos anotaron sus penaltis. Sólo hubo un error, curiosamente el de David Trezeguet, el hombre que con su gol de oro le dio a Francia la victoria en la final de la Euro 2000 ante Italia. Cosas del destino.
Y cosa del destino fue también que el penalti decisivo, el último, el que le dio el Mundial a Italia, lo marcó Fabio Grosso. El mismo futbolista que había provocado la falta que permitió a los azzurri ganar en el último minuto a Australia en los octavos de final. El mismo futbolista que había marcado el 0-1 en la prórroga ante Alemania en semifinales. Un lateral izquierdo que llegó al campeonato casi de rebote, y que terminó convirtiéndose en el gran héroe italiano.
Algo así como lo que le pasó a la selección italiana. Comenzó el campeonato con inmensas dudas; tuvo mucha suerte, en octavos de final; y se fue creciendo con el paso de los minutos, hasta proclamarse campeona del mundo. Aunque quizá, nunca se sabrá, sin el incomprensible gesto de Zidane la historia hubiera terminado de otra manera. Lo que está claro es que Zizou no merecía terminar su carrera de ese modo. Pero así fue, y así ha quedado para siempre. Un día en que el genio futbolista francés se convirtió en villano, y le dijo adiós al mundo del fútbol de la peor manera posible.
Ficha Técnica de la Final:
Italia, 1: Buffon; Zambrotta, Cannavaro, Materazzi, Grosso; Gattuso, Pirlo, Camoranesi (Del Piero, m.86), Perrotta (De Rossi, m.61); Totti (Iaquinta, m.61), Luca Toni. Entrenador: Marcello Lippi
Francia, 1: Barthez; Sagnol, Thuram, Gallas, Abidal; Vieira (Diarra, m.56), Makelele; Ribery (Trezeguet, m.100), Zidane, Malouda; Henry (Wiltord, m.107). Entrenador: Raymond Domenech
Árbitro: Horacio Elizondo. Amarillas a Zambrotta en Italia, y a Sagnol, Makelele y Malouda en Francia. Además, expulsó a Zidane con roja directa
Goles: 0-1, m.7: Zidane (p); 1-1, m.18: Materazzi
Tanda de penaltis: Pirlo, gol (1-0); Wiltord, gol (1-1); Materazzi, gol (2-1); Trezeguet, falla (2-1); De Rossi, gol (3-1); Abidal, gol (3-2); Del Piero, gol (4-2); Sagnol, gol (4-3); Grosso, gol (5-3)
9 de julio de 1006, Estadio Olímpico, Berlín, 69.000 espectadores
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