En el mes de diciembre de 2010, la votación de los miembros de la FIFA dio como ganador a Qatar para albergar el Mundial de Fútbol de 2022. El máximo organismo del fútbol europeo se saltaba su propia rutina y elegía sede doce años antes y no ocho como ha sucedido tradicionalmente. Desde entonces, las sospechas, acusaciones y polémicas siempre han rodeado a la elección del primer país musulmán en albergar un mundial.
Lo último ha sido la revelación por parte del diario británico The Sunday Times del soborno con unos 5 millones de dólares (3,7 millones de euros) a responsables de federaciones africanas por parte de un directivo de la FIFA para asegurarse la elección de Qatar. Mohamed Ben Hammam, exdirectivo del organismo y presidente de la Comisión Asiática de Fútbol durante nueve años, es el presunto corrupto que ha desatado una crisis de difícil solución para la FIFA.
La denuncia de los supuestos sobornos para asegurarse la votación es la última gota de un vaso que no ha dejado de llenarse desde aquel mes diciembre de 2010. El presidente de la FIFA, Joseph Blatter, ha llegado a admitir abiertamente que designar a Qatar ha sido un error de difícil solución. Las acusaciones no solo se centran en los sobornos, también han sido innumerables las denuncias de presiones políticas.
Qatar ha hecho una importante inversión que no solo se ha limitado a sus infraestructuras. Además, se ha convertido en patrocinador de equipos y eventos deportivos. Ha adquirido algunos equipos europeos como Manchester City, Paris Saint-Germain y Málaga, es el principal patrocinador del FC Barcelona y se ha "ganado" el apoyo de algunas figuras del fútbol mundial como Michel Platini, presidente de la UEFA, o Pep Guardiola. La apuesta es firme por hacer historia siendo el primer país musulmán que alberga el mayor evento mundial del fútbol, pero el camino para lograrlo lo ha emborronado.
Calor y precarias condiciones laborales
A los supuestos sobornos y presiones políticas se añaden otros dos hechos que ponen en cuestión el Mundial de Qatar 2022. Por un lado, diversas ONG han denunciado públicamente las precarias condiciones de los obreros que están participando en las obras de construcción de los nuevos estadios.
Más de 400 trabajadores nepalíes han muerto ya en las obras y la proyección podría llevar a 4.000 muertes para cuando se celebre la cita. Hacinados en condiciones insalubres, sin electricidad ni agua caliente, sometidos a las altas temperaturas del país, estos inmigrantes deben someterse al sistema de la kafala, por el que cada trabajador está vinculado a quien lo contrata, que debe "patrocinarle". Largas jornadas de trabajo bajo el sol y sin apenas agua se unen a los retrasos en el cobro de los salarios.
El calor es otra de las preocupaciones. Las altas temperaturas en verano hacen imposible la disputa de los partidos y el propio Blatter deslizó la posibilidad de que se disputase en invierno, un hecho que obligaría a modificar por completo todos los calendarios de Liga.
La última voz en hablar de la posibilidad de cambiar de sede ha sido Jim Boyce, vicepresidente de la FIFA. En declaraciones al diario británico The Times, ha admitido que existe la opción de celebrar una nueva votación. No obstante, todavía se desconoce si se podrán presentar nuevas candidaturas o en esa nueva votación concurrirán los candidatos que ya se presentaron: Australia, Corea del Sur, Estados Unidos, Japón y Qatar. Cualquier elección de otro país significaría volver a poner en marcha un plan de infraestructuras contra el reloj para empezar de nuevo un proyecto que ya se daba por olvidado.