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El Mundial de Garrincha, el ángel de las piernas torcidas

Chile 62 fue el mundial 'maldito', por muchos motivos. Pero sobre todo fue el Mundial de Garrincha, el genio que siempre vivió a la sombra de Pelé.

El Mundial de 1958, el primero que ganó Brasil, fue el Mundial de Pelé. Por eso, todos se llevaron las manos a la cabeza cuando vieron que la estrella brasileña no iba a estar disponible para los partidos cruciales del Mundial de Chile. Una inoportuna y demoledora lesión se lo impidió. Pero entonces, un futbolista, un díscolo y travieso futbolista, decidió echarse a la selcción brasileña a sus espaldas.

Tenía una pierna más corta que la otra, la columna desviada, y los pies curvados hacia dentro. Poco importó. Todos sus defensores caían ante sus amagues, sus enganches, sus desbordes. De su mano, Brasil se proclamó campeona del mundo. Chile 62 fue el Mundial de Garrincha, el ángel de las piernas torcidas.

Un Mundial maldito

Chile 62 estuvo marcado, desde su gestación, por el dramático signo de la tragedia. Como entonces era habitual, media Europa torpedeó la designación de un país sudamericano como organizador del Mundial. Pero Chile trabajó durante seis años a destajo para organizar un gran Mundial. Nada ni nadie le arredró, ni siquiera el terrible terremoto que sacudió al país -el más potente registrado en la historia de la humanidad- el 21 de mayo de 1960.

Desde Europa se pidió el cambio de anfitrión. Carlos Dittborn, presidente de la Federación Chilena, convenció al mundo con estas palabras: "Tienen que dárnoslo porque no tenemos nada...". Un Carlos Dittborn que no sería capaz de ver su sueño de albergar un Mundial hecho realidad: moriría a los 38 años víctima de una pancreatitis aguda a 32 días de que se iniciara el campeonato. Chile 62 estaba marcada por la tragedia.

Escaso fútbol

En lo estrictamente deportivo, pese a que se había batido el récord de inscripciones (57 países), las cosas tampoco iban a rodar demasiado bien. Se recordará esta fase final como una de las de menor nivel. Al menos, hasta las semifinales.

Brasil era la gran favorita. Más teniendo en cuenta que se presentaba con nueve de los once jugadores que habían sido titulares en la conquista del Mundial sólo cuatro años antes. La URSS, aún con Yashin, Checoslovaquia, con el genial Masopust, e Inglaterra, única representante británica, formaban la terna de favoritos secundarios.

Los soviéticos no tuvieron ningún problema en ser campeones de su grupo; Yugoslavia, que sorprendió a la bicampeona Uruguay, fue segunda. El Grupo B fue el de la polémica. Chile, anfitriona, se jugaba el pase a cuartos con Italia, siempre detrás de Alemania, campeona de grupo. Y los sudamericanos lograron la victoria (2-0) en un partido enrarecido ya antes de jugarse por ciertos comentarios de la prensa italiana desplazada a Santiago. Después de que Chile se empleara con excesiva dureza, Mr Astón, el árbitro, acabó expulsando a Ferrini, futbolista italiano. Ferrini, perplejo, no quiso abandonar el campo, y la policía tardó diez minutos en mandarlos a los vestarios. Posteriormente, hubo de todo: puñetazo de Sánchez a Devidad, que queda tendido en el suelo y en cuanto se levanta es expulsado. Chile aprovechó el jugar contra nueve futbolistas para marcar dos goles -Toro y Ramires-, y lograr su pase a semifinales.

En el Grupo D se produjo otro controvertido enfrentamiento. Entre Argentina e Inglaterra. También por un pase a cuartos. Los británicos se llevaron un duro duelo, gracias a la superioridad de Bobby Chartlon sobre todos los demás. Empataron a puntos, pero Inglaterra pasó por haber marcado un gol más.

La mala suerte de España

España volvió a pasar por un camponanto del mundo sin pena ni gloria. Las cosas ya no habían empezado demasiado bien: semanas antes de comenzar la competición, había cambiado de cuerpo técnico. Helenio Herrera sería el entrenador sustituyendo a Pedro Escartín. En la preparación se lesionó Di Stéfano, sin duda el mejor futbolista del equipo. Viajó, pero no pudo jugar. Y el sorteo fue aún más severo: además de México, España debía medirse a Brasil y Checoslovaquia. Días más tarde, serían los dos finalistas del Mundial.

Así las cosas, el primer partido ya terminó en derrota. España plantó cara a Checoslovaquia, pero un desafortunado tanto de Stibranyi en la recta final supuso el 1-0 definitivo. La prensa chilena tachó a nuestros futbolistas de "camorristas y criminales de guerra" por la entrada de Carmelo al portero checo Scheiff que calentó a futbolistas y aficionados.

En el segundo choque se venció a México agónicamente con gol de Peiró en el último minuto a pase de Gento. Frente a Brasil, el combinado español cuajó un gran partido, pero, pese a que se adelantó en el marcador con gol de Adelardo, terminó cayendo por 2-1 tras un doblete de Amarildo también en la recta final. De ese modo, España se marchó de la competición como última de su grupo, y con un saco. En sentido literal. El saco de café que les regalaron los futbolistas brasileños como obsequio después de haberles vencido.

La irrupción de Garrincha

Aunque sin duda lo más destacado de ese grupo se produjo durante el choque entre Brasil y Checoslovaquia. Mediada la segunda mitad, y con 0-0 en el marcador, Pelé sufría una fisura muscular. Como entonces no había sustituciones, debió permanecer en el partido cojo y desprotegido y, pese a que los checos jugaron limpio para evitarle un agravamiento de su lesión, O Rei ya no pudo jugar ni un partido más en el Mundial.

Como quiera que Pelé había comandado a Brasil a proclamarse campeona del mundo cuatro años antes, todos, prensa, aficionados y futbolistas brasileños, se temieron lo peor. Sin su estrella, no podrían repetir éxito. No contaban con la irrupción de un futbolista, Garrincha, que demostró estar al nivel del que muchos consideran mejor futbolista de todos los tiempos.

Manoel Francisco dos Santos, quien siempre había vivido a la sombra de Pelé, vio ahí su oportunidad de erigirse en estrella mundial. Y de qué manera la aprovechó. La primera, en los cuartos de final ante la favorita Inglaterra. Dos goles y una exhibición para superar a los británicos.

Mientras tanto, Checoslovaquia se imponía a Hungría por la mínima, mismo resultado que cosechaba la sorprendente Yugoslavia ante Alemania Federal, y Chile daba la gran sorpresa, al imponerse a la otra gran favorita: la Unión Soviética. 2 a 1, y los chilenos que se plantaban en las semifinales por primera y única vez en su historia. Tan cerca de la gloria...

Garrincha termina con el sueño chileno

En el flamante estadio de Santiago terminaría la fantasía chilena. Garrincha se encargaría de ello. Dos goles en la primera mitad y dos asistencias en la segunda, para silenciar a los cerca de 75000 espectadores que se habían dado cita para soñar con los suyos. Brasil 4 – Chile 2, y los brasileños de nuevo en una final de un Mundial gracias a los cuatro tantos en dos encuentros de Garrincha.

La otra semifinal fue vibrante. Se medían Checoslovaquia, un equipo que, guiado por el maravilloso Masopust, era implacable, y Yugoslavia, quien sin hacer ruido se había cargado días antes a dos campeonas del mundo: Uruguay y Alemania. La victoria fue para los checos, 3-1, pero no fue hasta los últimos cinco minutos cuando Scherer, con un doblete, deshizo la igualdad que imperaba en el marcador.

Brasil repite éxito

Así, la final la iban a disputar Brasil y Checoslovaquia. Sin duda, las dos mejores selecciones. El 17 de junio de 1962. Una magnífica final, habría que señalar. Fueron los checos quienes se adelantaron, con un precioso tanto de Masopust. Pero antes del descanso Amarildo, el verdugo de España, igualó el marcador tras un error garrafal del magnífico guardameta Schroiff.

Ya en la segunda mitad Zito primero y Vavá después establecieron el 3-1 definitivo, que permitía a Brasil volver a conquistar la Copa del Mundo sólo cuatro años después.

Y si el Mundial de Suiza había sido el Mundial de Pelé, éste fue, sin duda, el Mundial de Garrincha. Por su genialidad en la banda, por sus goles decisivos, y por ser el único capaz de tomar las riendas tras la lesión del astro brasileño.

"A treinta centímetros de la banda, nadie podía detenerle", comentaba sobre él Didí, compañero de equipo. Su increíble habilidad para el regate le valió más de una patada -y de la época, no como las de ahora- pero cuanto más le cazaban, más se animaba el brasileño. Su venganza consistía en burlarse de sus rivales.

En la final, llegó a tener hasta tres futbolistas checoslovacos marcándole encima. Daba igual. Nadie era capaz de arrebatarle la magia. Ése fue el Mundial de Garrincha, un futbolista que, pese a vivir siempre a la sombra de Pelé dada su coetaneidad, fue capaz de conseguir un hueco en la historia del fútbol brasileño. Su inmensa calidad, a pesar de todo, lo permitió.

Ficha Técnica:

Brasil, 3: Gilmar; Djalma Santos, Mauro Ramos, Zozimo; Nilton Santos, Zito; Didi, Garrincha, Vavá, Amarildo, Zagallo. Entrenador: Aymore Moreira
Checoslovaquia, 1: Schrojf; Popluhar, Novak, Tichy; Pluskal, Masopust; Kvasnak, Scherer, Jelinek, Pospichal, Kadraba. Entrenador: Rudolf Vytlacil

Goles: 0-1, m.13: Masopust; 1-1, m.18: Amarildo; 2-1, m.69: Zito; 3-1, m.78: Vavá
Árbitro: Nikolaj Latychev (Ruso)
17 junio 1962 Estadio Nacional de Santiago, Santiago, Chile. 70.000 espectadores

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