Quién le iba a decir a aquel menudo chaval de Cáceres que con el paso del tiempo se iba a convertir en leyenda rojiblanca, en sinónimo de gol en la Ribera del Manzanares. Manuel Sánchez Delgado (17 de enero de 1965), Manolo, es sin duda uno de los delanteros más importantes de la historia del Atlético de Madrid.
De pequeño ya vivía pegado a una pelota. Sus primeros pinitos futbolísticos fueron en el Colegio Diocesano y de ahí pasó al Club Polideportivo Cacereño, su primer club profesional, antes de recalar en el Sabadell y en el Murcia, con el que se estrenó en Primera División en 1986. Fue ante el Real Madrid, en La Condomina, y quien le marcaba era un tal José Antonio Camacho. El conjunto pimentonero perdió (1-3), pero al menos él marcó el gol de los suyos. En el día en el que debutaba en la categoría de oro del fútbol español.
Se empezaba a dar a conocer Manolo, que meses después llamaría la atención de Jesús Gil. El Atlético lo fichó por 100 millones de pesetas en verano de 1988 y el delantero acabaría convirtiéndose en un ídolo del conjunto rojiblanco, donde permaneció durante siete temporadas junto a jugadores como Futre, Baltazar, Schuster, Tomás, Vizcaíno, Juanma López, Abel... Tardes de gloria vivió el delantero extremeño en el Atleti, con el que conquistó dos Copas del Rey consecutivas -la segunda (1992), ante el Madrid en el Bernabeú- y se proclamó pichichi aquella misma temporada con 27 goles.
También dejó su impronta en la selección española (nueve goles en 28 partidos), con la que llegó a disputar el Mundial de Italia'90, aunque sólo jugó en el debut contra Uruguay y acabaría perdiendo el puesto en favor de Julio Salinas.
Tras siete años llenos de grandes recuerdos en el Atlético, Manolo fichó por el Mérida en 1995, aunque ni siquiera llegó a debutar oficialmente al sufrir una grave lesión en el segundo partido de pretemporada. Estuvo dos años y medio tratando de recuperarse del pie derecho, pero no lo consiguió. Colgaba en 1998 las botas aquel delantero habilidoso, oportunista, gran rematador, pero empezaba a su vez una prometedora carrera como entrenador.
Además de pasar por algunos banquillos, Manuel Sánchez también fue ayudante de Futre en la dirección deportiva del Atlético y hace dos años y medio (agosto de 2011) regresó a la entidad rojiblanca para hacerse cargo de la dirección técnica de la Fundación en sustitución de Milinko Pantic, uno de los grandes héroes del doblete. "Formamos deportistas y, sobre todo, excelentes personas", dice un Manolo orgulloso de su trabajo.
El otrora magnífico delantero reparte ahora su jornada laboral entre los despachos del Vicente Calderón y los campos del Cerro del Espino. Allí, en Majadahonda, recibe con una sonrisa a los dos redactores de Libertad Digital. Es una fría tarde de enero, con el sol cayendo, y el exjugador aparta momentáneamente sus quehaceres para atender a las preguntas de este periódico y repasar los mejores momentos de su dilatada carrera futbolística. Todo un placer, sin duda, poder entrevistar a un gran delantero de la historia del fútbol español como Manolo...
Entrevista a Manuel Sánchez 'Manolo'
Pregunta: ¿Cuándo empezaste a jugar al fútbol?
Respuesta: Empecé desde muy pequeñito en Cáceres, mi ciudad. Estuve en el Colegio Diocesano y de ahí pasé al Club Polideportivo Cacereño cuando era sólo un chaval. Allí estuve en todas las categorías hasta los quince años, que fue cuando debuté en Tercera División. Estuve cuatro años y luego me fichó al Murcia, aunque me cedieron al Sabadell. Allí jugué un año en Segunda B (temporada 1983/84) y conseguimos el ascenso a Segunda A.
En el año 85 me reclama el Murcia y me voy. Allí estuve del 85 al 88 antes de fichar por el Atlético de Madrid. La temporada 1985/86 jugué en Segunda División y las dos siguientes en Primera. En Primera debuté con 21 años en un Murcia-Real Madrid (1-3), consiguiendo el gol de mi equipo.
Después del Murcia me firma el Atlético de Madrid en 1988, en el segundo año de Jesús Gil, y paso allí la mayor parte de mi trayectoria deportiva (1988-1995) para fichar después por el CP Mérida, que acababa de subir a Primera División. Iba al equipo de mi tierra, ya con 30 años, pero por culpa de aquella fatídica lesión (fractura del peroné y del ligamento lateral interno del tobillo derecho) tuve que dejar el fútbol. Ni siquiera llegué a debutar con el Mérida en partido oficial porque tuve la mala fortuna de lesionarme en el segundo partido de pretemporada y ahí se acabó mi carrera como futbolista.
P: Uno de tus descubridores en el Colegio Diocesano fue Gerardo, ¿no?
R: En realidad tuve varios. Gerardo era profesor de Educación Física del Colegio Diocesano, pero tuve otros muchos como Domingo Camello o Antonio López. Varios profesores y entrenadores que también influyeron y fueron importantes en mi trayectoria.
R: ¿Y ya jugabas como delantero en tus inicios?
R: Sí, siempre se me dio bien jugar arriba. Por aquel entonces yo en absoluto imaginaba llegar hasta donde llegué. Pero sí, siempre jugaba como delantero o extremo…
P: Y el primer paso para llegar arriba fue debutar en Primera División con el Murcia, y encima en un partido contra el Real Madrid y marcando un gol (Murcia 1 - Real Madrid 3, el 31 de agosto de 1986)...
R: Debutar en Primera División colmó un poco mis aspiraciones. Un niño cuando empieza siempre quiere llegar a lo más alto. Y aquel momento fue muy importante para mí: debutar en Primera División y conseguir un gol. Recuerdo que aquel día el que me marcó fue Camacho. Aquel Madrid tenía a Hugo Sánchez y empezaba la Quinta del Buitre. La verdad es que fue un momento inolvidable.
P: ¿Cómo fueron esos dos años en Murcia antes de que te fichara el Atlético? ¿Qué recuerdos guardas de tu etapa allí?
R: Sobre todo recuerdos imborrables. Además, se fueron cumpliendo los objetivos en cada temporada: la primera (1985/86) era ascender y las dos siguientes se logró la permanencia, cosa que hacía muchísimos años que el Murcia no conseguía. Allí fui muy feliz. Mi etapa en el Murcia la recuerdo con mucha alegría, con muchos amigos que sigo manteniendo. Y, cómo no, a la afición, con la vieja Condomina siempre llena. Murcia es una ciudad muy futbolera. Fue el trampolín que me dio a conocer para mi posterior fichaje por el Atlético de Madrid.
P: Por ello te quería preguntar precisamente, por tu fichaje por el Atlético. ¿Cómo se fraguó?
R: El Atlético pagó 100 millones de pesetas al Murcia por mí. Y llegué aquel verano (1988) con jugadores como Baltazar y Torrecilla, entre otros. Estaba como entrenador Maguregui, que en paz descanse. Fue el salto grande, que es a lo que aspira un jugador: primero llegar a Primera y luego, si es posible, estar en un equipo grande de España. Tuve la fortuna de que el Atlético de Madrid apostara por mí.
Y así, de la noche a la mañana, me vi jugando con futbolistas como Futre, (Andoni) Goikoetxea, Abel, Tomás Reñones, Arteche -que en paz descanse-, Pichón Marcos (Alonso)… Ahí ya me di cuenta de que todo iba en serio y de que ya entonces dependía de mí. El club había dado el primer paso al ficharme y ya me tocaba a mí corresponderle con mi juego y mi comportamiento.
P: ¿Te impresionó entonces llegar desde Murcia a una ciudad como Madrid y a un club grande?
R: Más que impresionarme, sobre todo me costó adaptarme. Los inicios no fueron buenos en cuanto a resultados y hubo muchos cambios de entrenador. Eso influye mucho en el rendimiento del jugador. Cada uno llega con su filosofía y su metodología, pero yo me quedo sobre todo con el grupo que me encontré. Los jugadores me recibieron con los brazos abiertos para poder desarrollar mi trabajo. Me dieron toda clase de facilidades para que yo me encontrara bien y eso fue lo que pasó, me sentí como uno más. Fue importante tener buenos compañeros para que, aparte de los resultados, yo siguiera con mi trayectoria deportiva.
P: ¿Y en cuanto a Jesús Gil?
R: Fue alguien muy importante en mi carrera. Era una persona muy entrañable con un gran corazón, pero, cuando los resultados no acompañaban, sacaba ese otro Jesús Gil más temperamental. Pero se le quería así, con sus virtudes y sus defectos. Yo personalmente tengo muy buenos recuerdos de él. Fue quien apostó por mí cuando yo sólo era un chaval que jugaba en el Murcia. Yo venía de un equipo modesto de Primera División, y eso es lo que tengo que agradecerle. Yo creo que contribuí en esos siete años como jugador del Atlético de Madrid.
P: Si por algo era conocido Gil era por cambiar constantemente de entrenador. Creo que en tus siete años en el Atlético tuviste hasta 18...
R: Te quedas corto (Risas). Tuve 21, a una media de tres entrenadores por temporada.
P: ¿Y cómo se vivía eso?
R: Muy intenso. Las victorias se disfrutaban muchísimo, pero cuando perdíamos la semana se hacía eterna. Había esa sensación de que teníamos que competir y ganar al Madrid y al Barcelona. Éramos el tercer equipo de España, como ocurre actualmente. El Atlético de Madrid siempre ha sido un grande, siempre ha competido la liga con Madrid y Barcelona, pero también por aquel entonces habías mucha diferencia: estaba el Madrid de la Quinta del Buitre, que ganó cinco ligas seguidas, y luego vino el Dream Team de Cruyff. No era fácil, pero nosotros siempre quedábamos segundos o terceros. Antes quedabas segundo o tercero y no jugabas la Copa de Europa. No era como ahora. Entonces la exigencia era máxima. Había mucha presión, pero esa experiencia me hizo mucho más maduro y más hombre para competir.
P: Hablábamos antes de Baltazar, que en su primera temporada en el Atlético fue pichichi con 35 goles, pero acabó saliendo del Atlético por la puerta de atrás...
R: La primera temporada (88/89) jugábamos arriba Futre, Baltazar y yo. Pero después los clubes se tienen que reforzar y vino Schuster. Como entonces la normativa no permitía más de tres extranjeros, él acabó saliendo del Atlético, no sé en qué momento exactamente. Pero yo guardo muy buenos recuerdos de Baltazar, que era un jugador fantástico, de remate y jerarquía arriba, muy importante para el Atlético de Madrid. Me complementaba muy bien con él, como también con Futre.
P: Y a principios de los 90 llegaron los dos títulos de Copa del Rey consecutivos: primero contra el Mallorca (1991) y luego contra el Real Madrid (1992)...
R: Las dos copas fueron inolvidables, pero quizá más la del Madrid por aquello de que tiene más repercusión, es el eterno rival y encima le ganas en el Bernabéu. El único lunar fue no haber podido ganar la Liga esa misma temporada. Estuvimos luchando y lo tuvimos a falta de tres jornadas, pero al final no pudo ser. Nos quedamos a dos puntos (55 del campeón, el Barcelona, por 53 de Atlético). Pero me quedo con los buenos momentos. Los primeros cinco años en el Atlético de Madrid fueron francamente buenos, tanto a nivel personal como colectivo, y los dos siguientes no tan buenos. Pero los equipos grandes también tienen estos altibajos.
P: Y a nivel personal, como dices, la temporada 1991/92 también fue magnífica para ti al ser Pichichi con 27 goles...
R: Fue un logro individual importantísimo que me dio más prestigio. Tiene más repercusión, lógicamente, pero sin ayuda de mis compañeros no hubiera sido posible. Aquel año estaba Luis Aragonés en el banquillo. Supo sacar un rendimiento bárbaro de mí. Ha sido el entrenador del que más he aprendido; con unos conocimientos muy buenos y con esa capacidad de mentalizar y motivar a los jugadores. Ese año me salía todo. Jugaba arriba como segundo punta. Él me dio mucha confianza y libertad plena. Y en ese pasillo de seguridad, que decía él, de 4 ó 5 jugadores importantes en cada equipo, yo encajaba ahí. Me dio confianza y yo le respondí.
P: ¿Ha sido Luis Aragonés el entrenador con el que mejor has trabajado?
R: ¡He tenido tantos! De todos se aprende algo, aunque quizá, por esos conocimientos, por cómo sabía manejar un vestuario y por la metodología de trabajo, Luis fue el entrenador que más me marcó. Pero también tuve otros de los que no me quiero olvidar como Javier Clemente, Jorge D'Alessandro, Alfio Basile…
P: También Tomislav Ivic, ¿no?
R: ¡Claro! Ivic fue el entrenador que mejor rendimiento nos sacó a nivel físico. Con él teníamos un equipo muy fuerte físicamente y con él se logró el récord de Abel (1.275 minutos imbatido). Él trabajaba perfectamente los equipos a nivel defensivo e involucraba a todos los jugadores. También tengo buen recuerdo de él.
P: ¿Y de Clemente qué recuerdos guardas? Porque con él tuviste tus más y tus menos, ¿no?
R: Sí, pero no tengo nada que reprocharle en absoluto. Él consideraba que algunas veces yo no tenía que jugar y ya está. Obviamente yo quería jugar todos los partidos, pero él lo hacía por mi bien y por lo mejor para el equipo. Además, después me llevó a la selección española y jugué un par de partidos con él como internacional. A él le gustaba otro tipo de jugador, más físico y con más complexión atlética, pero yo con Clemente jugué mucho y mi relación con él fue francamente buena.
P: Marcaste un montón de goles con el Atlético en siete temporadas. En Liga, por ejemplo, marcaste 76 en 219 partidos, que no está nada mal. ¿Con cuáles te quedas especialmente? ¿Quizá alguno en un derbi?
R: Los goles contra el Madrid fueron importantes, pero el que más recuerdo fue un Atlético de Madrid-Manchester United en Madrid (ida de octavos de final de la Recopa de Europa 1991/92, con victoria rojiblanca por 3-0 con dos tantos de Futre y el último de Manolo). Fue el tercer gol, íbamos ganando 2-0 con dos goles de Futre y el portero era Schmeichel. Después en la vuelta empatamos a uno con un gol de falta de Schuster. Aquel fue un gol importantísimo, con el estadio lleno. Me tiré al suelo para celebrarlo y me vi con todos los compañeros abrazados. Tengo un gran recuerdo de ese gol.
Pero sin duda el que me marcó a mí fue el del debut con la selección española contra la República de Irlanda en el año 88 (16 de noviembre), en partido de clasificación para el Mundial de Italia 90. El primero lo conseguí yo y luego el 2-0, Butragueño. Fue un gol inolvidable que tendré en mi cabeza siempre.
P: Eso en cuanto a goles. Y en cuanto a defensas rivales, ¿alguno que te preocupara especialmente?
R: Había unos cuantos, pero el que más sin duda ha sido Chendo. Era el jugador que mejor me ha marcado siempre y del que más me costaba irme. Era muy pesado, muy riguroso y muy pegajoso. Somos buenos amigos, pero esos derbis eran muy calientes. Siempre teníamos nuestros más y nuestros menos, pero fuera tenemos una relación muy buena.
P: Después de tu etapa en el Atlético de Madrid, volviste a tu tierra, a Mérida, pero no pudiste llegar a debutar...
R: El Mérida me ofreció cariño, me hizo un contrato de tres años, pero no pude devolvérselo. La ciudad estaba volcadísima con el equipo en Primera División y a mí me ficharon para ser el estandarte del equipo. Quería lograr éxitos con el Mérida, pero ni siquiera pude debutar por culpa de esa fatídica lesión. Estuve dos años y medio intentando recuperarme, viajando y viendo a muchos especialistas en pie, pero al final no pudo ser. No podía competir al más alto nivel, así que en el año 1998 lamentablemente tuve que dejarlo.
P: Te retiraste después de casi tres lustros en la elite...
R: Sí, por la lesión, pero los jugadores estamos expuestos a esto. Dentro de lo malo es que me pasó con 30 años. Son gajes del oficio.
P: No podemos pasar por alto tu etapa en la selección española (1988-1992), disputando el Mundial de Italia’90…
R: Jugué el Mundial, pero venía de haber disputado toda la fase de clasificación más los amistosos. Ya en el Mundial, jugamos mal en el debut contra Uruguay (0-0). Luis Suárez, que era el entrenador, hizo bastantes cambios y yo fui uno de los que salió, así que sólo jugué ese partido. En cualquier caso, fue una experiencia maravillosa. En octavos nos echó Yugoslavia con ese gol de falta de Stojkovic (1-2). Después de ese Mundial, hice buenas temporadas en el Atlético de Madrid, conseguí el pichichi en el 92 y me siguieron llamando para ir con la selección. Pero todo tiene un final: con España jugué 28 partidos y marqué nueve goles. Yo creo que son cifras importantes...
P: Y tras colgar las botas, a los banquillos como entrenador...
R: Tras mi lesión pasé un par de años un poco alejado del mundo del fútbol. Pero luego pensé: 'si he estado media vida jugando a lo que más me gusta, con tantas vivencias y adquiriendo tantos conocimientos, ¿por qué lo tengo que abandonar?' Y eso fue lo que pasó: seguí vinculado al mundo del fútbol, me saqué mi título de entrenador y pasé a entrenar a chavales en la escuela de la AFE (sindicato de futbolistas), a infantiles, alevines y cadetes.
Después llegó el Pegaso en Tercera División, en la segunda vuelta; después, en 2008, el Rayo Majadahonda, donde jugamos la liguilla de ascenso; y a continuación el CP Cacereño en Segunda B, aunque la cosa no fue tan bien. Los entrenadores estamos condicionados a los resultados, me destituyeron a los 11 ó 12 partidos. Ésa ha sido mi trayectoria como entrenador, aunque luego en medio está ese partido con la selección de Extremadura contra Perú...
P: ¿Sólo un partido, no?
R: Sí, el típico partido de selecciones autonómicas (27-12-2008, con empate a dos). Estuve muy orgulloso de poder dirigir al equipo de mi tierra. En aquel partido estaban Ito, David Cortés, Cuéllar, Víctor el del Valladolid... todos los jugadores extremeños que estaban en Primera y Segunda División.
P: ¿Y después de los banquillos?
R: Después de entrenar al Cacereño me llamó del Atlético de Madrid para formar parte del organigrama deportivo y ser el director deportivo de las escuelas de la Fundación. Y hasta hoy. Son tres años los que llevo y encantado.
P: Cuando llegaste estaba Milinko Pantic como director deportivo de la Fundación...
R: Sí, Pantic empezaba a entrenar al B y el club me llamó y me hizo el ofrecimiento, así que volvía encantado. Empezaba la segunda etapa en el Atlético en los despachos porque en el año 2000 estuve como adjunto a la dirección deportiva en el primer equipo a las órdenes de Futre. Fue la temporada del descenso. En definitiva, mis etapas en el club han sido como jugador, ayudante en la dirección deportiva y ahora director técnico en la Fundación Atlético de Madrid.
P: ¿Y en qué consiste exactamente la labor del director deportivo de la Fundación Atlético de Madrid?
R: Es la enseñanza del fútbol. Formamos deportistas y, sobre todo, excelentes personas. Ésa es la filosofía y el objetivo de la Fundación. Estamos muy contentos porque somos un referente en las escuelas. Manejamos a casi mil niños en la Comunidad de Madrid, pero luego también trabajamos a nivel nacional e internacional. Hay un ambiente extraordinario. Los niños aprenden aquí lo que es la técnica del fútbol, pero también los educamos en valores. Los entrenadores, que son más educadores, tienen esa función y, aparte de enseñar los conocimientos de la técnica del fútbol, transmiten valores como la educación, el respeto, la solidaridad y el espíritu de equipo. Ése es el objetivo. Eso enriquece mucho: el niño viene contento al entrenamiento y se vuelve con una sonrisa, así que los padres están encantados. Hay un seguimiento bonito con la cantera.
P: ¿Pasas más tiempo aquí en el Cerro del Espino o en tu despacho del Calderón?
R: Lo compagino. Por la mañana nos reunimos en el club con el director de la Fundación, Germán Robles, para tratar asuntos como la apertura de nuevas escuelas y otro tipo de actos, y por la tarde estoy en las escuelas. Porque la Fundación no se ocupa sólo del área deportiva, sino que tiene otras áreas como la social o la internacional. Somos una fundación y el objetivo es ayudar a los demás. Me hago mi agenda mensual y voy recorriendo cada escuela, procurando que no falte de nada y dirigiendo un poco a todos los entrenadores. Intento que todos los niños estén bien atendidos y cubrirles todas las necesidades.