El pasado 25 de mayo, Mauro Bianchi, abuelo de Jules Bianchi, acudió al circuito urbano de Mónaco para ver correr a su nieto. Era un día grande para la familia. El pequeño de la saga se había hecho con un asiento en Marussia y pertenecía a la Ferrari Driver Academy que sirve como cantera a la escudería italiana. Unos meses después, la tragedia ha vuelto a salpicar a una saga de pilotos.
Durante muchos años, Mauro desterró la idea de ser piloto de su hijo Philippe, que se mantuvo alejado de los coches de competición y abrió un restaurante, aunque no pudo evitar la tentación de alimentar su pasión por el motor con el karting, donde su hijo Jules pronto empezó a destacar. Era imposible evitar las comparaciones con su abuelo Mauro y su tío abuelo Lucien.
Nacidos en Milán, Lucien y Mauro, hijos de un mecánico, emigraron a Bélgica a finales de los años 40 para trabajar como mecánicos del piloto belga Joahnny Claes, que ofreció a Lucien la oportunidad de probar su coche en un circuito. Una tuberculosis terminó con la vida de Claes en 1956 pero para entonces Lucien ya era un piloto con un enorme futuro. Un año más tarde, en 1957, ganó su primera prueba importante, el Tour de Francia de automovilismo.
Uno de los mejores pilotos belgas
Su hermano Mauro también había tenido tiempo de demostrar su valía pero dirigió su carrera hacia los monoplazas. Se ganó un puesto en el equipo Alpine de Fórmula 3 y comenzó a dar que hablar en la década de los 60. Las cosas marchaban bien para los dos hermanos, Lucien disfrutaba en las competiciones sport y los rallies después de haber probado suerte en la Fórmula 1 en 19 grandes premios, y Mauro llegó a encadenar tres campeonatos del mundo de GT.
Las cosas comenzaron a torcerse en 1968. Lucien logró uno de los triunfos más importantes de su carrera en las 24 horas de Le Mans, pero su triunfo se vio empañado por el espectacular accidente de su hermano a bordo del Alpine. Seis meses tardó Mauro en comenzar a recuperarse de las heridas que habían estado a punto de costarle la vida, cuando la tragedia tocó a la familia.
En el mes de marzo de 1969, cuando Mauro ya preparaba su regreso a los circuitos, Lucien, consolidado como uno de los mejores pilotos belgas de la historia, se dejaba la vida en un terrible accidente en los entrenamientos con Alfa Romeo previos a una nueva cita en Le Mans. El golpe en la familia sumió en la depresión a su hermano que nunca más volvió a la competición.
A pesar de la pasión de su hijo Philippe por el mundo del motor, se aseguró que no dedicase su vida a las carreras, aunque no pudo evitar que su nieto desarrollase el talento de la familia con la velocidad. Después de 45 años, Jules Bianchi, el último miembro de la familia, a los 25 años lucha por su vida tras sufrir un terrible accidente en Japón.