No pudo ser. Fernando Alonso se ha quedado a tres puntos, ¡tres puntos!, de Sebastian Vettel, nuevo campeón del mundo de Fórmula 1. Necesitaba un milagro el español en Interlagos, Brasil. Todos lo sabíamos. El primero él. Y se quedó muy cerca de conseguirlo. Mucho. Tanto, que llegó a tocarlo con los dedos. Pero se le terminó escapando.
Y eso que el arranque de la carrera fue el soñado. Fernando salió magníficamente, y de inmediato pasó de la séptima a la cuarta plaza; Vettel, que no estaba acostumbrado a salir en medio de la batalla, fue zambullido por los monoplazas, dio un trompo, y se situó en la última posición. Además, tuvo que pasar por boxes para reparar su maltrecho coche.
Pero no. El alemán demostró por qué es el nuevo Kaiser, por qué todos le quieren, por qué es el más joven de la historia en conquistar tres mundiales... Con paso firme fue adelantando uno a uno a todos sus rivales, que parecían miniaturas en cuando se les acercaba, y en apenas diez vueltas ya estaba sexto.
Desde ahí, se dedicó a controlar la situación. Pero qué nervios pasó. Porque de repente llovía, de repente no; de repente se le colaba Kobayashi cual kamikaze, y acto seguido le recuperaba la posición. Mientras, Alonso seguía sólido, sin perder la esperanza.
Una esperanza que se disparó hasta cuotas muy elevadas con el incidente entre Hamilton y Hulkenberg, primero y segundo entonces, que terminó con el inglés fuera de carrera y el alemán en posiciones retrasadas. De repente, Fernando se veía en la segunda posición, y Vettel, que acababa de pasar por boxes por cuarta vez, estaba noveno. En ese momento, el español era campeón del mundo.
Pero de nuevo el Red Bull fue adelantando coches como una apisonadora, y se situó sexto. Y porque no le hizo falta más. Mientras, Alonso estaba muy lejos, demasiado lejos, de Button, que lograba su tercera victoria del año, seguro que la que menos ha alegrado a Fernando.
Al asturiano se le vio cariacontecido al terminar la carrera. Consciente de lo cerca que había estado una empresa que antes de comenzar parecía casi imposible, sus ojos vidriosos miraban al horizonte, debatiéndose entre la tristeza y el orgullo. O mirando, quién sabe, al año próximo, para el que se perfila de nuevo como gran candidato. Con permiso, por supuesto, de Sebastian Vettel, el piloto más joven de la historia en conquistar tres mundiales. No es poca cosa.