La historia es simple. Martes por la tarde. A Samuel Eto’o se la antoja un café en su Milán residencial, y en la vía Montenapoleone, para ser más exactos. No encuentra sitio para aparcar, y deja su vehículoo estacionado justo enfrente de una cafetería, en un sitio no permitido.
Lógicamente, cuando una policía local ve el coche ahí aparcado va y le pone una multa. De 38 euros. Entonces, el camerunés, que lo ve todo mientras se toma el ansiado café, sale rápidamente a la calle y se pone a hablar con la chica, confiando en que le reconociera y le perdonase la multa.
"Era sólo un momento, ¿no se puede ni siquiera tomar un café?" fue la respuesta del delantero, cariacontecido. Incluso, varios asistentes a la escena se acercaron a la policía para asegurarle que se trataba de una persona muy conocida, de un futbolista muy bueno. Pero ella, ni caso. "No se hacen descuentos a nadie" fue la respuesta.
En ese momento Eto’o no tuvo más remedio que soltar una buena sonrisa, de esas a las que nos tiene acostumbrados en los terrenos de juego, y pagar los 38 euros, cantidad irrisoria para una persona que cobra unos 10.000 anuales.
El comandante de la policía de Milán, entrevistado en La Stampa, ha desdramatizado el asunto, asegurando que "no hay ningún conductor que no intente justificarse ante una multa. De hecho, digamos que él ha sido muy agradable: ha protestado como a los árbitros, ha sonreído como hace con los árbitros, y ha aceptado la sanción como hace con los árbitros".
Seguro que la próxima vez que se le antoje un café, Eto’o se pensará dos veces dónde aparcar su coche; no por los 38 euros, la verdad, sino por la imagen y el revuelo que se ha creado.