L D (EFE) España salió con la lección bien aprendida de la jornada anterior, mientras que Croacia emuló esos primeros momentos dubitativos que los hombres de Pastor mostraron ante los suecos. Con una funcional defensa 3-2-1 y un diligente ataque, la selección nacional fustigó a su adversario hasta alcanzar una renta de seis goles en el minuto 14. Pero abarató su imperio, no supo jugar con el marcador a favor y desperdició la ventaja. Los croatas aprovecharon la exclusión de Alberto Entrerríos para empatar (13-13) en el minuto 26. Ivano Balic se echó a las espaldas a su equipo y se lo llevó al vestuario con la contienda nivelada (15-15).
En la reanudación, Croacia salió con otros bríos. Sus acciones ofensivas concluían en gol, mientras que las internadas españolas eran estériles. Hasta Juanín García falló un penalti al borde de los cinco minutos (16-19) y un nuevo intento desde los siete metros de Albert Rocas tampoco entró. La certeza en la portería de David Barrufet contuvo el marcador en esos primeros compases en los que los balcánicos fueron superiores. La defensa 5-1, con Fernando Hernández en avanzado, no resultó. Las concesiones se sucedían en tanto que la retaguardia croata se transformó en un zarzal que a las huestes españolas les costaba atravesar.
La premura por intentar recuperar el terreno cedido en muchos de los lances no fue su aliada. Los croatas supieron administrar a la perfección su ventaja, sabedores de que el partido de hoy era clave para terminar primeros en la primera ronda. Se llegó al último parcial con 28-30. Ya era un momento crítico que el oficio croata no dejó esfumar. De esta manera, el último episodio de la lucha entre el balonmano español y el croata se clausuró con la conquista del partido por parte del campeón mundial y olímpico.
España permanece sin encontrar la fórmula para meterle mano al espectro balcánico que ha destrozado las expectativas nacionales en los últimos años. Una historia que rebosa reminiscencias ingratas, la más reciente en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Croacia se anotó el triunfo (30-22) y relegó a España al segundo puesto del grupo para afrontar los cuartos de final. Más ceñidas fueron las derrotas que los croatas le infligieron en el Europeo de Eslovenia 2004 (30-29), y en el Campeonato del Mundo de Portugal 2003 en el que privó a España de su primera final mundialista (39-37). En ambas citas coincidió que el combinado español había llegado al ecuador de la confrontación con ventaja.
En la reanudación, Croacia salió con otros bríos. Sus acciones ofensivas concluían en gol, mientras que las internadas españolas eran estériles. Hasta Juanín García falló un penalti al borde de los cinco minutos (16-19) y un nuevo intento desde los siete metros de Albert Rocas tampoco entró. La certeza en la portería de David Barrufet contuvo el marcador en esos primeros compases en los que los balcánicos fueron superiores. La defensa 5-1, con Fernando Hernández en avanzado, no resultó. Las concesiones se sucedían en tanto que la retaguardia croata se transformó en un zarzal que a las huestes españolas les costaba atravesar.
La premura por intentar recuperar el terreno cedido en muchos de los lances no fue su aliada. Los croatas supieron administrar a la perfección su ventaja, sabedores de que el partido de hoy era clave para terminar primeros en la primera ronda. Se llegó al último parcial con 28-30. Ya era un momento crítico que el oficio croata no dejó esfumar. De esta manera, el último episodio de la lucha entre el balonmano español y el croata se clausuró con la conquista del partido por parte del campeón mundial y olímpico.
España permanece sin encontrar la fórmula para meterle mano al espectro balcánico que ha destrozado las expectativas nacionales en los últimos años. Una historia que rebosa reminiscencias ingratas, la más reciente en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Croacia se anotó el triunfo (30-22) y relegó a España al segundo puesto del grupo para afrontar los cuartos de final. Más ceñidas fueron las derrotas que los croatas le infligieron en el Europeo de Eslovenia 2004 (30-29), y en el Campeonato del Mundo de Portugal 2003 en el que privó a España de su primera final mundialista (39-37). En ambas citas coincidió que el combinado español había llegado al ecuador de la confrontación con ventaja.