L D (Europa Press) El único consuelo para la selección es luchar por los puestos del 12 al 24 en la Copa Presidente, algo muy alejado de las grandes aspiraciones con las que España afrotaba esta cita mundialista. La selección, que dominó el encuentro hasta el descanso (15-14), dejó hacer a los coreanos que, poco a poco, fueron tomando el pulso al encuentro. Los españoles, al igual que durante todo el Mundial, estuvieron perseguidos por la ansiedad, la ausencia de ritmo y una defensa carente de agresividad.
Por su parte, los asiáticos fueron de menos a más y cuajaron un final de partido sensacional. Supieron esperar en cada momento para dar a España donde más le dolía. Yusunk Oh se hartó de meter goles en lo que fue una sangría considerable de la zaga española hasta que logró voltear el marcador a lo seis minutos de la reanudación. Los de Rivera lo entendieron como ese orgullo que siempre reluce en el rival, pero fue una reacción en toda regla. Para aquel entonces el partido adoptó otro color, algo pálido porque Rocas no estaba en el campo. El extremo del Barcelona -el mejor de España- fue sustituido con cinco tantos en su haber. Así pasó. España dependía de un impaciente Iker Romero, de un irreconocible Alberto Entrerríos y de unos voluntariosos Juan Andreu y Joan Cañella, que desesperó en su primer Mundial como internacional. Todo esto, sumado a la negativa aureola que rodeaba al equipo tras las derrotas ante Suecia y Croacia, terminó por convertirse en tragedia.
Corea le dio la vuelta al partido
Al principio del choque, España demostró ser superior físicamente a los coreanos, que llegaron a ir perdiendo 10-7 y 15-13 antes del descanso entre actos. Una superioridad reflejada en el marcador, pero que nunca fue tal. Dio la sensación que los pupilos de Choi Taesup estaban aclimatándose al envite. España, que permitía las contras de su rival por errores en el lanzamiento o por pérdidas de balón, tampoco finalizaba ante Chanyoung Park con la frescura de otras ocasiones y el mejor ejemplo fue Juanín García, muy espeso en la definición.
Y es que esta primera mitad, que dejó a un buen Sierra en la portería, fue un espejismo, igual que el final del choque, debieron pensar los jugadores, principalmente David Barrufet, que regresó triunfal tras el bronce en Pekín y se despedirá sin ese regusto que ya probó en China. Una selección que aspiraba a todo y que firmará la peor actuación de su historia en unos Mundiales.