L D (EFE) Vistalegre y su inquilino, el Estudiantes, esperaban a los vascos con la final en el punto de mira, ilusionados ante la posibilidad de vivir un día histórico, el día más importante en los más de cincuenta años del club colegial. Pero enfrente estaba el Tau del serbo-montenegrino Dusko Ivanovic y la raza del Tau de Ivanovic frustró el sueño local. El Estudiantes cumplió con lo suyo. Buen baloncesto, trabajo al máximo, esfuerzo, respeto al contrario y humildad. Compareció con la actitud correcta, consciente del descomunal desafío que tenía delante y muy bien preparado mentalmente. De hecho, entró tan enchufado al partido como si aún siguiera en el vibrante último cuarto del tercer choque.
Lo que se encontró en la cancha fue un Tau enrabietado, un Andrés Nocioni rebosante de adrenalina, un Luis Scola retador, un Arvidas Macijauskas con la muñeca engrasada.... En fin, un grupo de tíos preparados para dejarse el alma, para ganar o morir en el empeño. Los chicos de Ivanovic engancharon la presa a través del rebote. A los siete minutos sumaban seis rechaces más (dos por ocho) y habían establecido las primeras distancias (14-19). Esta vez no era sólo el lituano Macijauskas. Esta vez era el bloque, el deseo, la pelea, la garra, en tales dosis que incluso el excelente Estudiantes de este 'play-off' se las veía y se las deseaba.
La ventaja del Tau rozaba los diez puntos poco después (16-25). Un 82 por ciento frente a un 44 de acierto en tiros de dos y la misma ventaja reboteadora materializaban en números la férrea determinación baskonista. El Estudiantes apretó los dientes y se aplicó para aprovechar su primera ocasión de acceder a la final. Insistió en las defensas alternativas que con tan buenos resultados ejecuta, conservó la cabeza fría ante las sucesivas oleadas visitantes, apostó por su baloncesto, por su personalidad, pero el Tau voló a velocidad de crucero de principio a fin.
Los vascos nunca cedieron el mando, pelearon cada balón y jugaron cada posesión como una jauría de lobos hambrientos. Nocioni y Macijauskas suministraron puntos constantemente, los hombres altos hicieron de la zona su reino y los bases, Pablo Prigioni y José Manuel Calderón, dirigieron con criterio. Y todo eso jalonado por una actitud ganadora impecable. Los colegiales nunca renunciaron, pero el Tau quiso llevarles a Vitoria para jugarse la final en el quinto encuentro de la serie desde el salto inicial. Hicieron lo que debían, todo lo que debían, y no les llegó. Todavía les queda una segunda oportunidad, aunque en el Buesa Arena. La posibilidad de hacer historia continúa a su alcance. Si lo consiguen, será a lo grande.
Lo que se encontró en la cancha fue un Tau enrabietado, un Andrés Nocioni rebosante de adrenalina, un Luis Scola retador, un Arvidas Macijauskas con la muñeca engrasada.... En fin, un grupo de tíos preparados para dejarse el alma, para ganar o morir en el empeño. Los chicos de Ivanovic engancharon la presa a través del rebote. A los siete minutos sumaban seis rechaces más (dos por ocho) y habían establecido las primeras distancias (14-19). Esta vez no era sólo el lituano Macijauskas. Esta vez era el bloque, el deseo, la pelea, la garra, en tales dosis que incluso el excelente Estudiantes de este 'play-off' se las veía y se las deseaba.
La ventaja del Tau rozaba los diez puntos poco después (16-25). Un 82 por ciento frente a un 44 de acierto en tiros de dos y la misma ventaja reboteadora materializaban en números la férrea determinación baskonista. El Estudiantes apretó los dientes y se aplicó para aprovechar su primera ocasión de acceder a la final. Insistió en las defensas alternativas que con tan buenos resultados ejecuta, conservó la cabeza fría ante las sucesivas oleadas visitantes, apostó por su baloncesto, por su personalidad, pero el Tau voló a velocidad de crucero de principio a fin.
Los vascos nunca cedieron el mando, pelearon cada balón y jugaron cada posesión como una jauría de lobos hambrientos. Nocioni y Macijauskas suministraron puntos constantemente, los hombres altos hicieron de la zona su reino y los bases, Pablo Prigioni y José Manuel Calderón, dirigieron con criterio. Y todo eso jalonado por una actitud ganadora impecable. Los colegiales nunca renunciaron, pero el Tau quiso llevarles a Vitoria para jugarse la final en el quinto encuentro de la serie desde el salto inicial. Hicieron lo que debían, todo lo que debían, y no les llegó. Todavía les queda una segunda oportunidad, aunque en el Buesa Arena. La posibilidad de hacer historia continúa a su alcance. Si lo consiguen, será a lo grande.