Debe existir un término medio entre el alma atormentada de los Benítez o Lopetegui, que parecían afligidos por haber sido elegidos para dirigir ni más ni menos que al mejor club deportivo de la historia, y ese aparente desapego de Zinedine Zidane, con el que nunca parece ir la fiesta ni da la sensación jamás de estar preocupado o afectado por lo que sucede (a veces grave) a su alrededor. Es posible que Zizou envejezca mejor que los técnicos anteriormente citados y es seguro que, para entrenar al Real Madrid, es más saludable tomárselo todo con cierto espíritu olímpico, pero la rueda de prensa de la madrugada del viernes previa al estrepitoso ridículo de la madrugada del sábado me llamó la atención porque pareciera que de la lesión de Asensio, que le va a apartar 9 meses de los campos de fútbol, tuviera que preocuparse Ernesto Valverde o que el traspaso de James Rodríguez al Atlético de Madrid dependiera de todo el mundo (Florentino, Gil Marín, Enrique Cerezo, Simeone o el sursum corda) menos del máximo responsable deportivo del trece veces campeón de Europa.
Tras el patético, lamentable, ridículo, sonrojante y bochornoso 7-3 frente al Atlético de Madrid, Sergio Ramos, que lleva en el club desde 2005, dijo algo que me llamó la atención: "Nosotros nos lo tomamos como un amistoso, ellos como una final". Si la frase encierra una autocrítica, bien; si lo que el capitán del equipo de fútbol más laureado del planeta Tierra está tratando de hacer es pegarle un palito al Atleti por dejarse la piel en un partido de chichinabo, la cosa va mal y Ramos lleva entrando catorce años en el Real Madrid, pero el Real Madrid no ha entrado en él. El Atleti se tomó el partido como lo que era, un encuentro a vida o muerte contra su archienemigo histórico, mientras que al Real Madrid pareció darle lo mismo que en las gradas del MetLife Stadium hubiera miles de seguidores merengues y, congregados alrededor del televisor, unos cuantos millones más. Total, como no valía para nada ni era la final de la Champions, ¿no?
Zidane tiene fe. Bien. En Mateo 17:20 se lee que puede mover montañas. Yo, que soy madridista desde antes de que naciera Zizou, también la tengo, tengo mucha fe. Pero me encuentro con que el revolucionario proyecto del revivido ZZ consiste en traer a un superclase como Hazard para suplir a Cristiano pero no a sus goles y rellenar la plantilla con una serie de futbolistas que no se sabe si sí o si no como Mendy, Militao y Jovic; eso más unos niños como Kubo, Rodrygo o el bueno de Vini, mi querido Vini, el entrañable Vini. Miro al equipo que se arrastró la temporada pasada por los campos de España y de Europa y lo comparo con el actual... y veo a los mismos jugadores. Eso sí, el pato de la debacle lo va a pagar Gareth Bale, condenado a galeras en el fútbol chino como Messala condenó a Judá Ben-Hur; ojalá que la historia no acabe igual y eso que me cae bien el galés. También me encuentro con una gigantesca paradoja, la de oír de labios del entrenador que se marchó bajo pretexto de no poder extraer ya nada de sus jugadores convencido de que esos mismos futbolistas, que acaban de encajar 7 goles del Atleti, son merecedores de su fe: ¿por qué?
El ridículo ya no nos lo quita nadie, no se borra, no desaparece. El ridículo permanecerá ahí siempre, a la espera de que Mbappé decida dentro de 2 ó 3 años si viene al Madrid o, como viene sucediendo últimamente, opta por irse al Barcelona, que yo ya no descarto nada. Ahora cobra sentido aquella enigmática frase de José Mourinho a mi compañero y amigo Diego Plaza, que no es literal: "Enhorabuena a Zidane, veremos qué hace con otro equipo". No quise encontrar un reproche ni tampoco malicia por parte de Mou en aquella reflexión a las puertas de su casa en Londres pero, después de lo de ayer, igual tengo que irme otra vez al rincón de pensar. Mi fe en el Real Madrid es grande, más que un grano de mostaza por supuesto, pero la fe no es un argumento futbolístico. Zidane está seguro, perfecto, pero a Seguro le metió preso ayer Diego Costa, de quien se decía que estaba más fuera que dentro. Si Gil Marín pretendía de verdad que James acabara en el Atleti tendría que haber hablado antes con los suyos para pedirles que sólo le metieran 4 al Madrid porque, después de lo de ayer, sería de risa que el colombiano reforzara a un equipo que te acaba de pasar por la piedra de ese modo. Tiene que existir un término medio entre el sufrimiento existencial de Benítez o el padecimiento de Lopetegui y el rollito zen de Zidane, que ya cansa. El homenaje a los tricampeones de Europa ya se tributó la temporada anterior, ahora hay que ganar, ganar, ganar y volver a ganar. Y ganar. Y volver a ganar. Con fe, sí, pero también con goles. Y, a poder ser, sin más lesiones, que al final tendrán que convocar a Carlos Alonso Santillana. Zidane tiene fe: ¡a Cibeles!