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El penúltimo raulista vivo

Zidane: su reino no es de este mundo

A Montesquieu se atribuye la siguiente frase: "Un hombre no es desdichado a causa de la ambición, sino porque ésta lo devora". Zinedine Zidane era un jugador de ambición controlada, cuestión que yo creo que acabó beneficiándolo en sus expectativas deportivas, que siempre fueron máximas. Como futbolista, Zidane fue campeón del mundo y de Europa con Francia, y de casi todo con sus clubes, pero siempre me recordó a Sean Thornton, el hombre tranquilo de John Ford, aquel ex boxeador interpretado por John Wayne y que se enamoraba de Maureen O´Hara, la hermana de su mayor enemigo. Como Zidane fue templado el noventa y nueve por ciento del tiempo, sus odiadores le recuerdan por aquel episodio del cabezazo a Materazzi, pero es verdad que Zizou hizo de la tranquilidad una herramienta ideal de trabajo para lograr sus objetivos. De no haber sido futbolista podría haber sido TEDAX.

Más tarde, y ya como primer entrenador del Real Madrid, Zidane repitió idéntica operación. Como siempre estaba tan tranquilo, encajamos su actitud reposada con el buen momento del equipo, que, con él al frente, la verdad es que ha sido casi siempre, y aventuramos que cuando le fueran mal las cosas se le agriaría el carácter. Pero no fue así. Aunque en pocas ocasiones, a Zidane también le fue mal pero siempre se mantuvo en torno a los 36 grados de temperatura corporal. Llegó a parecernos entonces que Zidane no era de este mundo, que había sido un futbolista que bailaba sobre el campo y que era un entrenador que flotaba en la sala de prensa. En un momento de altísima tensión de la final de la Champions de Milán, cuando La Undécima iba a decidirse desde la ruleta rusa de la tanda de penaltis, Zidane agarró cariñosamente del cuello a Cristiano... y le sonrió. Le sonrió cuando medio planeta se estaba subiendo por las paredes. En definitiva: Zinedine Zidane es un marciano.

Zidane es un marciano para lo bueno... y para lo malo. Ayer confesaba en Fútbol EsRadio que, tras el primer impacto de su decisión de no continuar al frente del equipo la próxima temporada, empecé a pensar que la decisión de Zidane encerraba también un componente de cierto egoísmo. La importancia de Zidane para el Real Madrid está fuera de toda duda. Dije, digo y diré que fue una bendición para el club. Y, aunque no sé cuándo, estoy convencido de que volverá, pero el desapego total de Zinedine Zidane con las cosas de este mundo, y del suyo en particular, que es el del fútbol, su distanciamiento y su aparente frialdad, le pueden convertir en un problema si, como es el caso, dice "no" en vez de "sí". Quiero decir que a veces, para entender al ex entrenador del Real Madrid, uno tiene que comprarse un diccionario "Zidane-español, español-Zidane". Y en ocasiones ni con un diccionario.

De golpe y porrazo, de sopetón, sin que nadie intuyera nada, Zidane se presentó el miércoles en las oficinas de ACS e informó al presidente del Real Madrid, que además es amigo suyo, de que se iba. Digo que Zidane informó a Florentino Pérez y digo bien porque no se trató de una negociación, de un tira y afloja, sino que cuando el francés pisó la moqueta del despacho de Florentino ya había decidido en compañía de otros que no seguiría. Zidane, el hombre tranquilo, el entrenador de las tres Copas de Europa en menos de dos años y medio, el ex futbolista que bailaba sobre el campo y que, como entrenador, flotaba en la sala de prensa, renunció a seguir dirigiendo al club deportivo más importante de la historia y... ¡se fue a Muebles La Oca a comprar un sofá! Pero quien no pudo irse a comprar un sofá ni tampoco una lámpara o un simple cenicero fue Florentino Pérez, otro hombre templado pero no tanto como Zizou. Y el desapego al cargo de Zidane bloqueó a Pérez, que el jueves apareció como un hombre hundido, desolado, hecho trizas.

"¿Qué se le regala a un hombre que lo tiene todo?", le pregunta Sean Penn a Michael Douglas en "The Game". ¿Cómo entender a un hombre que renuncia a 18 millones de euros, en la cumbre profesional y profesional, que goza del reconocimiento, el cariño y la admiración generales y se va a su casa? Yo espero que Zizou haya acertado con el color del sofá. Y deseo también que el Real Madrid acierte con el nombre del sucesor de Zidane. Pero, en el fondo, ¿no pensáis que igual debió comunicárselo antes a Florentino? Sólo a él. Nada más que a él. En privado-privadísimo. Y muy bajito. Casi al cuello de su camisa. "Mira, presi, me voy. Vete preparando mi relevo". Algo así, ¿no? Porque a estas horas un club como el Real Madrid, que no es el de mi barrio precisamente, sigue sin entrenador. Y, tras el golpe, ni siquiera sé si a Florentino le quedan ganas de negociar. De acuerdo, Zizou, tu reino no es de este mundo. Pero avisa, hombre. Avisa.

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