Reconozcámoslo: existe cierto desánimo en la parroquia madridista, cierta desazón y frustración tras el cierre definitivo del mercado de verano. Hay una canción de La Trinca que se llama El barón de Bidé que retrata un poco lo que piensa el aficionado del Real Madrid ahora mismo acerca de esto: "¿Quesquesé se merdé?, preguntaba la nobleza, la revolución francesa, ¿quesque vous avez pensé?" ¿Quesquesé se merdé?, pregunta el madridismo, la revolución de Zidane, ¿qué os habíais pensado vosotros?... Porque eso es lo que prometió o sugirió el nuevo Zidane, un cambio profundo. Es más, lo que dejó entrever el viejo Zidane, el Zidane que se marchó repentinamente a comprar un sofá a Muebles La Oca después de presentarle la dimisión irrevocable a su amigo Florentino Pérez, fue que él se iba porque ya no podía extraerle más zumo al limón (o a la naranja) de un vestuario que ya lo había dado todo. Y lo que el nuevo Zidane, el joven Zidane, el Zidane redivivo traía bajo el brazo era esa revolución que todos entendimos que no pudo o no le dejaron hacer y que todos deducíamos que ahora sí le habían prometido que podría acometer o él se encontraba en disposición de iniciar.
Ojo, yo no digo que hubiera que llevar a cabo una revolución, lo que digo es que lo que Zidane dejó caer cuando se fue es que estos jugadores ya no eran ganadores y lo que Zidane dejó caer al volver fue que iban a cambiar las cosas. Y el cambio, con todos mis respetos, no puede ser Mendy. El cambio no puede ser Militao. El cambio no puede ser Jovic. El único cambio es Hazard, que es uno de los cinco mejores futbolistas del mundo, pero Eden Hazard suena a poco cambio y, por supuesto, a lo que no suena en absoluto es a revolución. Yo no creo que, estando en forma, haya en el mundo un lateral izquierdo mejor que Marcelo, sinceramente no lo creo. Ni que haya un centrocampista mejor que Kroos. Y, estando en forma, no creo que haya un delantero mejor que Bale. Pero lo que yo le interpreté al viejo Zidane fue que, siendo estos futbolistas buenísimos, estaban sin embargo empachados de éxito, embriagados de títulos, y que él era incapaz de convencerlos de que volvieran a remar.
Lo del Real Madrid no es pasividad, el Real Madrid tiene un plan. El plan del Real Madrid, y lo contaba ayer en Fútbol es Radio, consiste en que el club no va a entrar en ese auténtico torbellino de locura económica en el que se pagan 80 millones de euros por el primer pelagatos que pasa por la calle y que, para contrarrestarlo, va a apostar por jovenes valores como Vinicius, Rodrygo, Brahim o Kubo. Y, si se pone a tiro, por alguna estrella como es el caso de Hazard. De modo que podremos estar o no de acuerdo pero de lo que no se le puede acusar al Real Madrid es de no tener un plan. No tener un plan, ni económico ni deportivo, es hacer el chufla enviando a París hasta tres comitivas diferentes para fichar a un futbolista que te tiene denunciado en los juzgados, eso es carecer de un plan. El Real Madrid lo tiene, el Real Madrid tiene un plan, otra cosa es que sea un plan acertado o que vaya a darle títulos en el futuro.
Pero del dicho revolucionario al hecho burgués hay un trecho enorme que no se ha querido recorrer y el caso es que el aficionado se encuentra con las mismas caras, con los mismos nombres, con el mismo modus operandi. Ayer Paul Tenorio sugirió algo que me parece terrible, y es que Zidane iba a darle a estos jugadores la posibilidad de redimirse de una temporada aciaga como fue la anterior. Pero ese no es un argumento futbolístico sino psicológico. A mí me parece que como todos estamos un poco sorprendidos de la aparente inacción del club (y digo aparente porque el Real Madrid se ha gastado 300 millones de euros en fichar) buscamos cualquier interpretación que nos ayude a encontrar una salida razonable a dicho dontancredismo. También es cierto que el año no ha hecho otra cosa que empezar y es verdad que yo he visto cómo el Real Madrid ha jugado mal y ha acabado ganando Ligas y Copas de Europa, pero la revolución no llegó, y si llegó era, como cantaba La Trinca, una merdé. En el Gatopardo, don Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina, dice que si quieren que todo siga como está, es necesario que todo cambie. Era listo don Fabrizio, tenía más conchas que un galápago. La cita de Zidane sería al revés: si quieres que todo cambie, es necesario que todo siga igual. Oh là là! Oh Mon Dieu! ¿Quesquesé?