Hoy ha cumplido años Zinedine Zidane, 48. De todos esos, ni más ni menos que 19 vinculado de uno u otro modo al Real Madrid, primero como excepcional jugador, más tarde como segundo entrenador, luego como técnico del Castilla y, por penúltimo, como exitoso primer entrenador de la primera plantilla, y digo lo de penúltimo porque Zinedine Zidane será en el futuro lo que quiera ser Zinedine Zidane en el Real Madrid, mánager general, director deportivo, asesor del presidente, lo que quiera, lo que le dé la real (nunca mejor dicho) gana. En 2001 nadie, absolutamente nadie, podía pensar que aquel chico tímido, retraído, poco parlanchín, apocado, aquel genio que contaba en una entrevista a la revista Vogue que el día deportivo más feliz de su vida fue cuando Florentino Pérez le pasó una servilleta en la que, en francés, le preguntaba si quería jugar en el Real Madrid, iba a convertirse en uno de los grandes embajadores mundiales del club deportivo más grande e influyente del planeta. Como Ronaldo o como Figo, ambos procedentes del Barcelona, Zidane dejó otro club grande pero fue aquí donde se dio perfecta cuenta de lo que es la auténtica grandeza. Hoy Real Madrid y Zidane, Zinedine Zidane y Real Madrid, van de la mano, y además hay que resaltar que el entrenador francés aprovecha la menor ocasión (hoy mismo lo ha hecho) para contarle al mundo lo feliz que está aquí. Es la famosa felizidane.
Zidane ha ganado la Copa de Europa para el Real Madrid primero como jugador, después como ayudante de Carlo Ancelotti y más tarde como primer entrenador, y en tres ocasiones seguidas además. Tiene a sus espaldas un pasado glorioso, a su vera un presente ilusionante y en el horizonte espera un futuro prometedor pero, y aquí está la primicia mundial que quiero adelantar en Libertad Digital, Zinedine Zidane no es un santo, probablemente también porque ya no queden demasiados santos en la actualidad. O sea, Zidane no es San José Cafasso, que es el santo que se celebra este 23 de junio, un hombre conocido y admirado por su defensa de los presos condenados a muerte. Lo digo, más que nada, porque ya estoy viendo a algún madridista yendo a la casa de Zidane y esperando a que saquen la basura para coger una tapa de yogur y convertirla en reliquia. Zidane fue un futbolista maravilloso, es un entrenador de éxito, ojalá vuelva a serlo en el futuro pero, y aquí está el scoop, no es un santo. Es más, quienes le conocen aseguran que tiene mucho carácter y, por cierto, que es más raro que un perro verde. Hay que felicitar a Zidane, que probablemente sea el mejor entrenador que puede tener el Real Madrid, y hay que hacerlo por sus incontables éxitos, pero hay que criticarlo por sus pequeños fracasos. Por ejemplo: su estampida nocturna a Muebles La Oca tras conquistar el doblete fue un fracaso. Aquella insospechada heredad la recibieron Lopetegui y Solari, que se estrellaron, y quien conoce bien la intrahistoria del regreso de Zizou no me dejará mentir si hoy digo aquí que su regreso no lo pidió el presidente del Madrid sino que lo sugirió el propio Zidane después de un año sabático, más que nada porque probablemente Zidane sea ese tipo de entrenador que sólo funciona en un microclima muy determinado y muy concreto, y no como Mourinho que es un hombre de mundo.
Los éxitos de Zidane, que sangra como todos y que, cuando va al váter, tira de la cadena también como todos y luego se limpia las manitas como todos, son públicos y notorios. Y, en la balanza entre éxitos y fracasos, pesa muchísimo más el platillo de los primeros que el de los segundos, pero, aunque probablemente insignificantes comparados con tres Copas de Europa en tres años, a Zidane (no a San Zizou, bueno y mártir, que ése ya quedamos en que no existe) cabe achacarle algún ligerillo fracaso. Por ejemplo: ha pedido a Jovic y no ha contado con él. Por ejemplo: a Mariano y a James les ha puesto la cruz. Y, ya puestos, por ejemplo: no quiere, se niega a recuperar a Gareth Bale. Y esa, a la de recuperar a Bale me refiero, no es una misión mía, no, es una misión suya, debe ser un objetivo del entrenador, más que nada porque Bale tiene dos años más de contrato y cobra la nada despreciable cantidad de 14 millones de euros netos por temporada. Seguro que Bale no es precisamente el primer ejemplo que nos viene a la cabeza del ser humano con las mejores dotes para la comunicación interpersonal, pero es que Zidane tampoco lo es. Como futbolista, Zidane tuvo en el Madrid partidos mágicos, partidos buenos, malos, regulares y muy malos. La gente pitó a Zidane en el Bernabéu, él mismo lo ha recordado en más de una ocasión. Pero la diferencia entre Zidane y Bale es que ningún entrenador del Real Madrid sentó nunca en el banquillo a Zizou. Ninguno. Nunca. Zinedine Zidane era patrimonio del Real Madrid. Zidane tuvo entrenadores que, después de un partido flojo y otro muy malo, le siguieron poniendo en el once titular. ¿Por qué? Pues por la sencilla razón de que aquel tipo era el puñetero Zinedine Zidane. Si a un entrenador se le hubiera ocurrido poner a Borja, por poner un ejemplo, por delante de Zidane, Florentino habría estallado de ira porque el Real Madrid trajo a Zidane para jugar y no para ser suplente.
Y eso es lo que está haciendo Zidane con Bale, poner a Borja en su lugar. Y yo no lo entiendo. Y como, además, cuando a Zidane le preguntan por ello tampoco responde o directamente miente, voy a seguir criticando a Zidane por no hacer bien una parte de su trabajo, cual es la de recuperar a sus futbolistas si es que, por uno u otro motivo, estos están perdidos. Marcelo estuvo perdido e Isco también y Zidane tuvo un interés personal en recuperarlos a ambos. Así que celebra lo que queda de tu día, ojalá cumplas muchos más y yo que lo vea, apaga las velas de la tarta, espero que te guste la corbata que te ha regalado Luca y, ahora, a trabajar. Haz tu trabajo y recupera al mejor futbolista que tienes en tu plantilla junto a Benzema, al que también has tenido un interés personal en sacar adelante, y Eden Hazard. Todos, y no sólo los que han nacido en Francia, son hijos de Dios y cobran del Real Madrid. Porque cuando Florentino te pasó aquella servilleta resulta que tú no respondiste en tu idioma, no dijiste oui, contestaste yes. Es un principio, ¿no?