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El penúltimo raulista vivo

Yo, Ibra

Me encantan las novelas históricas. Disfruté mucho con Memorias de Adriano, me lo pasé pipa con Yo, Claudio y Claudio el dios y, tras conocer algunos capítulos del Yo, Ibra, estoy en condiciones de asegurar que también voy a gozar de lo lindo con el relato que de un vestuario tan hermético como el del Barcelona nos hace en primera persona alguien que estuvo allí, que compartió su tiempo con todos ellos, que participó de los éxitos culés, que lo vivió desde dentro. A Ibrahimovic se le podrá acusar de todo menos de dos cuestiones: no se podrá decir de él que no sea un crack, ni tampoco que sea un cobarde puesto que, memorias futbolísticas al margen, un vicepresidente del club acaba de reconocer que el jugador les aseguró que era capaz de golpear a Guardiola delante de la prensa si le obligaban a continuar un año más.

Sinceramente, yo declararía a Ibrahimovic testigo protegido. El testimonio de este sueco bosniocroata de calidad futbolística incuestionable y carácter difícil de domeñar resulta de un valor incalculable porque esquiva la omertá de un vestuario que, según él, finge, y también porque desmonta esa suerte de País Multicolor que nos han pintado desde la ciudad condal en el que Maya, Willy, Flip, la señorita Cassandra, la mosca Puck, la araña Tekla, el escarabajo Kurt, la señora Abejorro y el ratón Alejandro conviven en paz y armonía. De los comentarios de Ibrahimovic se desprende que eso no sólo no es así sino que un sector de la plantilla (su conversación con Henry, por ejemplo, resulta ciertamente esclarecedora) se burla de Pep a sus espaldas, y que al entrenador del Barcelona le hace pupa que le recuerden a Mourinho.

Eso por un lado. Por el otro, la información de Superdeporte acerca de las malas relaciones existentes entre Messi y Villa. Yo no tengo ni idea de si estos dos jugadores se llevan bien o mal, lo que sí sé es que ya han saltado del equipo Eto'o, Ibrahimovic y Bojan (los tres, por cierto, se largaron hablando pestes del entrenador) y que ahora se especula con que Villa no es feliz, no se siente protagonista, le obligan a jugar para Messi y podría estar pensándose si volver o no a Valencia. Messi, como no podía ser menos, niega la mayor. Y Rosell, como siempre, continúa haciendo el más espantoso de los ridículos: el razonamiento del presidente para echar abajo esta nueva teoría de la conspiración es que el argentino y el español se llevan fenomenal porque... ¡les ha visto jugar juntos al parchís!... No le vendría nada mal a Sandro un mesecito en la platja. Habrá que esperar a que David publique sus memorias.

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