No es que Salva Ballesta sea el príncipe de Metternich precisamente, pero cuando dijo que sentía más respeto por "una caca de perro" que por Oleguer Presas lo hizo en su casa, o en la casa de un amigo suyo, o en pleno viaje y por el manos libres del coche, o desde un jacuzzi, o en la playa de Copacabana, o vaya usted a saber desde dónde dijo lo que dijo el delantero del Levante en Onda Cero. La diferencia entre el caso de Oleguer y el de Salva es que el primero habló del Estado de Derecho y del caso de De Juana Chaos desde las instalaciones del Fútbol Club Barcelona. Y, con objeto de escurrir un bulto que también es suyo, Joan Laporta explicó entonces que eran unas declaraciones a título exclusivamente personal y que el Barça no se metía.
En un ejercicio de hipocresía y cinismo que no se recordaba en mucho tiempo, el Barcelona, que no tapó la boca a su jugador cuando éste comparó un asesinato terrorista con un salto de altura, pretende hacerlo ahora con Salva porque sus declaraciones incitan a la violencia. Pero, antes que eso, Oleguer ya ha tenido problemas en algunos campos, por ejemplo en Mestalla. En el último partido contra el Valencia se repartieron octavillas contra el defensa azulgrana por el artículo que apareció en un diario "abertzale", y en las gradas del estadio aparecieron varias pancartas que decían Valencia is not Catalonia. ¿A propósito de qué? Sería bueno recordar que Laporta dejó con mucho gusto que la Coordinadora de Asociaciones para la Lengua Catalana mostrara en el césped un mapa donde aparecía la Comunidad Valenciana dentro de los "países catalanes". Aquello provocó la reacción indignada del Gobierno valenciano, la Diputación de Valencia y el Valencia Club de Fútbol.
Nos encontramos, pues, con una paradoja parecida a la que supuso ver en su día cómo Ramón Calderón era denunciante y denunciado al mismo tiempo. Laporta, que incita a la violencia con su perversa utilización política del club que ocasionalmente preside, se convierte ahora en Tomás de Torquemada de Salva Ballesta. Me parece que en el Barcelona saben que la historia quedará en nada. O a lo mejor resulta que Laporta tiene información privilegiada y conoce ya a estas horas que la Federación y sus comités seguirán exhibiendo, también en el caso que nos ocupa, su habitual doble vara de medir. Y todo por una caca de artículo.